Es una bebida ampliamente popular con historias seductoras. Suele hablarse de sus riesgos, pero poco se refiere acerca de sus efectos beneficiosos, siempre que se consuma con moderación
Una de las bebidas más populares en el mundo es el café. También en muchos hogares cubanos es usual descubrir cada mañana cómo una humilde tacita recién colada puede avivar las fuerzas de sus moradores para emprender el día.
A la pregunta de si es bueno o malo el café, pocas personas sabrían valorar a ciencia cierta cuán verídico es el beneficio de tomarlo habitualmente, siempre con moderación. A la sazón puede ser interesante repasar algunos hechos y evidencias sobre su historia.
La mayoría de los estudiosos coinciden en señalar a Etiopía (antiguamente llamada Abisinia) como la cuna del café: probablemente deba su nombre a Kaffa, una región de esa tierra africana.
Sobre cómo surgió la infusión, existen múltiples versiones. Una de las más difundidas data de principios del siglo XV, la que se conoce como la leyenda de Kaldi.
Fue ese el nombre del pastor de cabras que tuvo la perspicacia de reconocer cómo algunos de los animales de su rebaño se agitaban tras ingerir granos de cierto arbusto agreste que crecía en las zonas de pastoreo.
Del descubrimiento supieron los monjes de un monasterio cercano, quienes comenzaron a preparar con aquellos granos silvestres un bebedizo muy peculiar.
Es probable que los monjes atestiguaran, después de tomar el referido brebaje, el suceso de mantener una mayor vigilia, sobre todo en la noche. A partir de entonces pudieron emplearlo para sentirse más estimulados durante las prácticas de sus cultos religiosos.
En poco tiempo el café se diseminó por el oriente continental hasta llegar a la península arábiga, territorio donde se fomentó el cultivo del grano. A continuación, fueron los comerciantes quienes se encargaron de trasladar y vender los «milagrosos granos» por toda Europa, donde estos adquirieron gran popularidad.
Se especula que durante el siglo XVIII los franceses — a través de los holandeses— transportaron la planta a la isla de Martinica, en el Caribe, y de esta manera se inició el arraigo de este cultivo por toda América Latina.
En la aceptación del café a nivel mundial median sus atractivas propiedades organolépticas (sabor y olor) y la capacidad de mantener a las personas en estado de alerta.
Sin embargo, aún persisten polémicas relacionadas con los beneficios y los daños a la salud de esa bebida. En diferentes medios de comunicación, incluidos algunos científicos, es más usual hablar de los riesgos cuando se consume en grandes cantidades. Estos suelen asociarse al tabaquismo y al alcoholismo, nexo que en ocasiones eclipsa la verdadera influencia favorable del café en la salud humana.
Ya antaño hubo quienes vieron esta infusión como perjudicial. Los había incluso capaces de vincular su color negro con el mal.
Uno de los que asumió esta postura hostil contra el café fue el rey Gustavo III de Suecia, quien empeñado en probar su hipótesis de que era dañino, protagonizó en el siglo XVIII unos de los experimentos más inusitados de la humanidad.
Se cuenta que el monarca conmutó la pena de muerte por asesinato a un par de gemelos idénticos (monocigóticos o nacidos de una misma placenta). El rey les impuso cadena perpetua y la condición adicional de que uno tendría que beber tres tazas diarias de té, mientras el otro tomaría igual cantidad, pero de café.
El que tomó té fue el primero en fallecer: ¡a los 83 años! Esta edad de muerte era bastante prolongada si tenemos en cuenta que la expectativa de vida de la población de aquel entonces era mucho menor. Murió el monarca y muchos de quienes siguieron aquel experimento. A nivel popular, la conclusión fue: «De las dos bebidas, el café es la menos peligrosa».
La cafeína es el componente más mencionado del café; pero existen otros que tienen importantes influencias en la salud del ser humano, como los famosos antioxidantes. Son sustancias capaces de promover la salud ante factores químicos y físicos estresantes para el organismo.
Entre estas sustancias encontramos a las del grupo de los fenólicos, como el ácido clorogénico, el cafeico y el fenílico. Y no solo eso, sus cantidades logran, incluso, aventajar el poder antioxidante de otras bebidas como el vino tinto, el té (ya sea negro o verde) y el chocolate.
Estas son razones teóricas que amparan los hallazgos de determinadas investigaciones contemporáneas.
Aunque todavía podemos decir que son pocas las pesquisas acerca del café y su asociación con la mortalidad, con los datos disponibles se puede inferir que su consumo regular y controlado se relaciona, a través de variados mecanismos, con una mayor supervivencia tanto en hombres como en mujeres.
Otros estudios han logrado demostrar que quienes consumen regular y mesuradamente el café tienen menor riesgo de daño coronario, siempre y cuando no exista adicción al alcohol o al tabaco, o a los dos. El daño de las arterias coronarias es responsable, a su vez, de múltiples enfermedades peligrosas como el infarto cardíaco.
Han quedado en evidencia otras propiedades beneficiosas como la disminución del riesgo de desarrollo de la diabetes mellitus (la tipo 2), uno de los problemas de salud más importantes en el mundo actual, algunos tipos de cáncer y enfermedades hepáticas crónicas; entre estas últimas encontramos la cirrosis.
Con mayor frecuencia se pueden ver resultados científicos similares reportados en variadas publicaciones médicas. Estos conciertan muy bien con las múltiples vivencias que pudiéramos experimentar en la vida diaria (también llamadas vivencias anecdóticas), sobre todo con aquellas que se relacionan con vidas longevas de personas habituadas a tomar una tacita de café todas las mañanas «para empezar el día».
Y no solo se trata de un hábito que fomenta la salud física, sino también la espiritual y la social. José Martí, con admirable precisión y belleza, definió lo mejor de esta infusión: «El café tiene un misterioso comercio con el alma; dispone los miembros a la batalla y a la carrera; limpia de humanidades el espíritu; aguza y endereza las potencias; ilumina las profundidades interiores y las envía en fogosos y preciosos conceptos a los labios. Dispone el alma a la recepción de misteriosos visitantes, y a tanta audacia, grandeza y maravilla».
Fuentes consultadas: Whayne, TF. (2009): Una taza de café y otras terapias alternativas en Medicina Clínica; Breimer, L. (1996): Coffee drinking was compared with tea drinking in monozygotic twins in 18th century; y Martí, José (1991): Guatemala. En Obras completas, volumen 19, pp. 41-63.