La cifra anual de casos nuevos va en alza en el país. Solo en el 2008 se encontraron más de 1 150
A diferencia de otras epidemias que hoy azotan al mundo, la transmisión del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) debió ser perfectamente controlable desde hace al menos 20 años, cuando los científicos confirmaron los mecanismos que emplea para replicarse, sus vías de transmisión y las acciones precisas para evitar infectarse.
Como la mayoría de los casos no tienen síntomas visibles se puede estar muchos años al lado de un seropositivo al VIH y no saberlo. Del mismo modo se puede estar a su lado aun sabiéndolo y jamás adquirir el virus, ya que este no se propaga mediante factores medioambientales como mosquitos, artículos en uso o por el contacto piel a piel.
Las vías de transmisión son tres: de madre a hijo durante el embarazo, parto o lactancia; por el contacto de sangre, hemoderivados u órganos infectados con una puerta de entrada al organismo (heridas, mucosas, canalización de venas, inyecciones, trasplantes, tatuajes…) y a través de relaciones sexuales desprotegidas (anales, vaginales o bucogenitales), siendo esta última vía la que más casos aporta en Cuba y en el mundo sistemáticamente.
Cortar la cadena epidemiológica depende entonces de la voluntad de las personas, tanto portadoras como posibles receptoras del virus, pero la voluntad es una variable con demasiados elementos subjetivos en su ecuación: cultura, hábitos, conocimientos, compromiso individual y social…
A pesar del gasto millonario en campañas educativas y recursos para investigar, la epidemia sigue creciendo en todo el planeta, incluso en grupos poblacionales (adultos mayores, infantes, matrimonios estables) que se creían «a salvo» a causa del estigma de «mal de homosexuales» endilgado al VIH/sida desde sus inicios.
Después del continente africano, el Caribe es la zona más afectada por esta epidemia. Cuba tiene la prevalencia más baja del área (0,1 por ciento promedio, uno por cada mil habitantes) pero la cifra anual de casos nuevos va en alza: solo en el 2008 se encontraron más de 1 150.
Paradójicamente, las encuestas arrojan un nivel de conocimientos sobre la epidemia superior al percibido a finales del siglo pasado, y además la labor de consejería telefónica y cara a cara cubre todo el territorio nacional y se venden varios millones de preservativos por año.
Desde los primeros registros de VIH en la Isla (que datan de 1986) hasta mayo de 2009, el MINSAP reportó 11 208 personas infectadas. De ellas 4 528 han desarrollado la fase sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) y 1 971 han muerto, 137 por causas ajenas a la enfermedad, según el sitio web de Infomed dedicado al VIH.
Hoy viven en el país 9 237 personas con VIH. El lado bueno de esta cifra es que mueren menos personas por año gracias al tratamiento con antirretrovirales.
El 80 por ciento de los portadores cubanos son hombres, y de ellos un 85 por ciento se infectó en prácticas homoeróticas, independientemente de la orientación sexual o la proyección social de los involucrados. Las mujeres representan el 20 por ciento del total acumulado, pero en este grupo la epidemia crece proporcionalmente con mucha rapidez. En el 2002 se diagnosticaron 90 nuevos casos, y en el 2006 fueron 202.
Es importante resaltar que las personas portadoras del VIH pueden reinfectarse en cada contacto con otros portadores si no se protegen, lo cual agrava las condiciones de salud de ambos, aun cuando uno o los dos consuman medicamentos antirretrovirales.
Afortunadamente la transmisión madre-hijo ha sido ínfima en nuestro país gracias al pesquisaje temprano y sistemático de las embarazadas. Solo cuatro casos de cada cien mil gestantes resultaron positivos. En Cuba el aborto es opción disponible en instituciones de salud, pero las portadoras que deciden parir reciben tratamiento especial, incluido acceso a terapia antirretroviral, cesárea electiva y facilidades para evitar la lactancia materna.
La transmisión por vía parenteral tampoco es un problema significativo en Cuba, a diferencia de otros países donde aporta muchos casos entre personas que intercambian jeringas para drogarse. No obstante, se trabaja de forma mancomunada con los servicios antidroga de todo el país, especialmente a través de su línea telefónica confidencial.
Asimismo la sangre destinada a transfusiones y los órganos para trasplantes son chequeados rigurosamente antes de su empleo.
Además, el Estado prioriza la inversión en sistemas de esterilización cada vez más modernos y confiables, así como la compra de jeringas, instrumentos quirúrgicos, catéteres y otros objetos punzantes del tipo desechable.
Expertos en el tema presumen que por cada persona diagnosticada como positiva al VIH en el mundo puede haber varias decenas de portadores que aún no conocen su condición porque nunca se han sometido a examen (al menos no en los últimos meses), a pesar de mantener conductas sexuales de riesgo.
Cada año en Cuba se estudian cerca de dos millones de muestras de sangre. El protocolo parte del método Elisa como primer paso de diagnóstico de anticuerpos al VIH, y si da positivo o dudoso se aplica el Western Blot (WB) para confirmar.
Según el plan estratégico cubano de enfrentamiento al VIH para el período 2007-2011, en los primeros 20 años de lucha contra la epidemia se hicieron cerca de 35 millones de pruebas serológicas, de las cuales las donaciones de sangre y las embarazadas representaron el 35 y el 11 por ciento.
La positividad más alta de estas pruebas (2,9 por ciento) se presentó en el grupo de los llamados contactos, como se conoce a quienes han tenido relaciones con seropositivos antes o después de su diagnóstico.
En el año 2006 se duplicó la cifra de pruebas espontáneas (quienes se interesan voluntariamente por conocer su estado serológico) hechas en el 2005, pero aún las cifras globales son ínfimas, a pesar de que uno de los pilares de las campañas educativas es desarrollar la responsabilidad hacia la salud propia y la de las personas que amamos.
Sorprende la cantidad de personas de diversas edades y sexos que confesaron a este diario temerle más al pinchazo (sea en el dedo o en el brazo) que al VIH, o que prefieren no saber ¡para no verse obligados a cambiar su estilo de vida!
Candidatos por excelencia a estas pruebas deberían ser las personas que utilizan jeringas frecuentemente por cualquier razón, quienes en prácticas religiosas o culturales ponen su sangre en contacto con la de otros y, por supuesto, las parejas que planean iniciar su vida íntima si uno o los dos ya son activos sexualmente, sobre todo cuando deciden tener hijos a corto o mediano plazo.
Elemento distintivo en la expansión del VIH en Cuba es su distribución geográfica. Diez años atrás la epidemia se concentraba sobre todo en ciudades cabecera, fundamentalmente, además de otros poblados. En el 2006 no se reportaban casos en 41 de los 169 municipios cubanos: hoy todos tienen algún grado de afectación.
Para Manuel Hernández, especialista del Centro Nacional de Prevención de ITS/VIH/sida, en este fenómeno pudieran estar influyendo variaciones en los patrones de conducta de jóvenes que van a estudiar o trabajar temporalmente a las ciudades y allí adquieren hábitos sexuales inadecuados que luego trasladan a sus territorios de origen.
También incide el aumento de hombres que «experimentan» con mujeres u otros hombres al margen de su relación estable, y luego no se protegen tampoco en casa para no evidenciar su infidelidad, con lo cual sus parejas resultan cada vez más vulnerables al VIH.
En este grupo entran mujeres casadas, adolescentes que inician su vida amorosa, homosexuales con prejuicios para asumirse como tal y todo aquel que no se atreve a exigir el uso del condón, exámenes sistemáticos de sangre o caricias sin intercambio de fluidos corporales (sexo seguro) porque eso «implicaría desconfianza o aceptación tácita de que se pueden tener aventuras fuera de la relación».
En resumen, las encuestas aplicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas, el Centro de Prevención de ITS/VIH/sida y otras instituciones arrojan altos niveles de conocimiento sobre esta enfermedad y lo que debe hacerse para evitarla, pero en la vida real no siempre se corresponde con una percepción adecuada del riesgo individual.
Más bien abundan las disonancias entre el saber y el hacer cotidiano, y aunque se detecten nuevos casos por día, mucha gente prefiere ahogar su conciencia con sonsonetes adormecedores como «Eso no me tocará a mí», «Ya el sida no es tan grave porque los medicamentos alargan el plazo» y hasta «!De algo hay que morirse, ¿no?!».
Fuentes pasivas utilizadas: