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Un libro impúdico

De la escritora Lourdes de Armas, conocida sobre todo por su inusual libro Marx y mis maridos, Ediciones Unión publica otro inquietante volumen de narraciones, Sin pudor

Autor:

Laidi Fernández de Juan

De la escritora Lourdes de Armas, conocida sobre todo por su inusual libro Marx y mis maridos, Ediciones Unión publica otro inquietante volumen de narraciones, Sin pudor. En diez cuentos, la autora corporiza la falta de recato anunciada en el título, dando muestras de una libertad infrecuente en términos de adopción de actitudes habitualmente masculinas cuando se habla de anatomías sexuales. Lourdes, sin que le tiemble la mano, retrata todo tipo de dependencias amatorias, como quien describe una lluvia de verano. Es su mirada distante la que rige cada uno de los cuentos: con frialdad aprehendida, los sucesos, todos vinculados al binomio Mujer-Hombre, aparecen con orden, como si se tratara de una catarata, cuyo principio y fin conocemos, y sin embargo, seguimos con interés.

La voz que cuenta es la de una mujer que, ya de regreso, de vuelta de todo, se confiesa abiertamente. El primero de los cuentos, Mujer sentada en el parque abre el telón a la puesta en escena: una mujer es víctima de un acto violento, consistente en el exhibicionismo del pene, que (impúdicamente) le muestra un hombre sentado en el mismo banco que ella. Contrario a lo que se espera, la dama ni se inmuta, lo cual provoca desconcierto, y finalmente ira en el hombre. Así comienza una larga historia de penes y de penas, ya que casi con estructura de novela, transcurren las diez historias del libro, la segunda de las cuales (deliciosa, por cierto, en cuanto a la trama) es justo lo contrario a la primera.

El jorobado, mote que la protagonista adjudica al falo de su compañero sexual, lejos de resultar agresivo, es manipulado como amuleto, en un juego bien construido entre Mujer y Hombre. El tercer cuento, Hacedora de Seoane, juega con la misma treta: aparentemente se trata de un falo el objeto principal del suceso, hasta que Lourdes descubre su juego, culpabilizándonos de la suspicacia que ella misma ha provocado. No es el envoltorio de cuerpos cavernosos y esponjosos el motivo, sino un tabaco de los mejores que existen. De esta forma, entre lúdica y denunciatoria, la autora nos va llevando por un mundo que frisa la seducción que emana de textos medio eróticos, medio cruentos, y todos enteramente contados con perspectiva femenina. Lo digo a sabiendas de lo enrevesado y controversial de la expresión. Sin lugar a dudas, es una mujer quien cuenta, y es una víctima, a ratos victimaria, y es también alguien que ha pasado por diversas experiencias, casi todas plagadas de desamores, como bien puede constatarse en uno de los mejores cuentos del libro, Un marido no es cuestión de juego, aderezado con buenas dosis de humor irónico, que resultan muy agradecibles.

En Volar, a contrapelo con la corrosiva cotidianidad, la mujer anhela levantar vuelo, y perderse, alejarse de todo(s), como si fuera Thelma y Louise; o Nora, dando el famoso portazo de Casa de muñecas, mientras que en Mala espina ocurre lo opuesto, esta vez mediante la narración de lo que un hombre espera de una mujer en la misma cama, sin sospechar que esa mujer también cuestiona lo que debe suceder y no acaba de explotar. Ambos esperan aquello que nunca ocurre y los dos se desconectan, creyendo que la contraparte de cada uno es, cuando menos, «rara». Todo el libro pudiera resumirse en «A los hombres no hay quien los entienda», frase que pronuncia la dama de esa Mala espina, que todos sabemos cuán profundamente está sembrada.

Lourdes de Armas, otra vez removiendo viejos cimientos, demuestra que no existen tópicos prohibidos, temas escandalosos ni limitaciones en cuanto al abordaje del sexo en literatura. Todo radica en la habilidad que se emplee, y en eso tan difícil de alcanzar que se llama «gancho». O sea, altura, capacidad de atracción. Narrar bien no es fácil, en definitiva, como sucede en este libro, llamado Sin pudor, porque de otra forma no sería tan endemoniadamente bueno. Un libro que recomiendo para todos los públicos adultos, incluso (o quizá, sobre todo), para recatados y pusilánimes.

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