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De Gente Nueva para la niñez cubana

Mi juguete preferido es una compilación de cuentos para la infancia escritos por 48 autores cubanos representativos de diversas localidades de nuestro archipiélago, desde Pinar del Río hasta Guantánamo, publicado por esta editorial

Autor:

Alina Iglesias Regueyra

«En aquel momento descubrió de golpe que Santa Claus y los Reyes Magos eran una hermosa leyenda para llenar los sueños de niños solitarios como él, de miles de niños que en el mundo entero solo viven de la esperanza, mientras logran mantenerse niños… ». (De Plastilina, Enrique Pérez Díaz).

Este es el Preludio del volumen titulado Mi juguete preferido, una compilación de cuentos para la infancia escritos por 48 autores cubanos representativos de diversas localidades de nuestro archipiélago, desde Pinar del Río hasta Guantánamo, publicado por la editorial Gente Nueva.

Poseedor de una variedad inmensa en cuanto a estilos narrativos, estructuras dramatúrgicas, puntos de vista y diseños de caracteres en sus sistemas de personajes, el libro resulta un fascinante acercamiento a ese objeto de la infancia que se consideró más preciado, cuyo uso o ausencia determinó quizá en gran medida la manera de enfrentar el mundo para muchos infantes, que fueron marcados incluso hasta la vejez por su huella indeleble. Para otros, apenas constituyó una hermosa y lejana evocación.

El texto cuenta con la selección de Teresa Regla Medina Rodríguez —su relato también integra esta vasta obra—, quien en otras oportunidades ha participado en compendios similares. En esta ocasión propone un eje explícito en torno al cual giran las líneas temáticas de cada narración incluida, eje ofrecido desde el mismo título. Los autores copartícipes de la aventura —cada libro lo es— ofrecen sus recuerdos, meditaciones o fantasías sobre el juguete de su preferencia, o de la preferencia de los personajes creados por su imaginación.

A Enrique Pérez Díaz, experimentado y multipremiado narrador, poeta, periodista, promotor, cuya creación además integra el volumen, agradece Teresa «su paciente e imprescindible apoyo»; tanto como el entusiasmo de Néstor Montes de Oca, otro de los contribuyentes literarios, y asimismo gratifica la ayuda especializada del Doctor Reynaldo Aquiles. Estos tres soportes inciden en la sugestiva introducción, en la que Teresa medita en torno a las razones del surgimiento del juguete desde los albores de la humanidad, primero como entretenimiento, pero luego también como entrenamiento para la adultez. Tanto uno como otro objetivo son fundamentales para el desarrollo de la infancia, por eso es importante como mensaje implícito de la obra, destacar el cuidado de ese objeto querido y útil que bien simboliza la prole futura o tan solo un imprescindible y valioso instrumento de trabajo: ambos necesitarán las atenciones y desvelos del ser humano adulto, aprendidos en la infancia a través de un juguete.

¿Y qué se dibuja como juguete en este singular texto? Entre el abanico de proposiciones ilustradas por cada autor, destacan no solo los consabidos muñecos de ambos sexos, o incluso una muñeca que trastoca su género a voluntad de la inquieta dueña (Un juguete en cuatro tiempos, de Olimpia Victoria Pombal Duarte), sino necesidades tan elementales como un padre, una familia, hermanos para jugar (De Plastilina) y hasta los juguetes soñados que nunca existieron (La muñeca que no tuve, de María Cristina Piñeiro Obín).

Abundan excelentes homenajes: a Dora Alonso con su Caballito Enano en Ballo, de Marcelina Rodríguez Quintana; a Teresita Fernández y su palangana vieja en El hada de los juguetes perdidos, de Zurelys López Amaya; a Lewis Carroll en Mensaje a Alicia, de Ivette Vian Altarriba; a Henrik Ibsen en Casa de muñecas, de Eldys Baratute Benavides.

Desborda la imaginación en humor, metáforas y fantasía La varita mágica, de Esteban Nelson Risco Gómez; Juguete de papel con tapas, de Enid Vian; La misteriosa delgadez de la muñeca de trapo, de Alberto Peraza Ceballos; Cuestión de honor, de Elaine Vilar Madruga. El realismo despiadado que en determinados entornos o etapas pueden caracterizar a la infancia se revela igualmente en cuentos como La muñeca, de Luis Pacheco Granados; Dinosaurio de cuello largo, de Eudris Planche Savón; ¡Pum, pum!, de Orestes Espinosa Marrero; Barriletes, de Alma Flor Ada; Richín, de Lucy Mestre Chan, y Las barcas de cristal, de Lina Leyva.

Se agradece de manera muy especial la inclusión de un clásico como Papobo, de David García Gonce, que fuera llevado repetidamente a las tablas en décadas pasadas; cuento emotivo que nos traslada a las pillerías de un niño descendiente de familia esclava, cuya vida transcurre en La Habana de intramuros a finales del siglo XVII, y la visión idealizada que de su caballito de la infancia en Hanábana tiene José Martí desde Nueva York ante la vista de su pequeño hijo dormido, deliciosa estampa proporcionada por la pluma magistral de Nersys Felipe Herrera.

Nombres poco difundidos ofrecen su valioso tributo al tema, al lado de otros muy reconocidos como los de Julia Calzadilla, Joel Franz Rosell, Omar Felipe Mauri, Magaly Sánchez Ochoa y Aldo Gutiérrez Rivera, este último, con su primera incursión declarada en la literatura para la infancia.

La publicación se enriquece con las notas bibliográficas de los autores, aparecidas en el mismo orden de los cuentos, que reportan a los interesados un ostensible bagaje cultural e informativo.

Celebramos la aparición de Mi juguete preferido para el goce de ojos infantiles y adultos, una sin par proposición de la editorial Gente Nueva en esta primavera para leer en familia, recordar y jugar.

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