La memoria es un recipiente donde sedimentar el agua turbia de los días, el agua de las ensoñaciones y los recuerdos; y también de los momentos felices. Mas si se camina sobre la memoria de la niñez, y con paso temeroso o melancólico, tal vez desenfadado y tierno, un niño deja sus huellas en la arena, aun sabiendo que vendrán las olas a borrarlas…
¿Pero, no pueden ser las olas símbolo de la persistencia de la memoria sobre la arena? Y la arena: vasija/piel/papel para plasmar las huellas del paso de los días, de la insistencia/persistencia de las olas.
Eso parece recordarnos Marcel Lueiro (La Habana, 1977) en Desemplea la memoria, su último cuaderno de poemas, que bajo el sello de Ediciones La Luz, editorial holguinera de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), saliera recientemente al público.
Marcel muestra miradas al/del niño que fue, y que de una u otra forma desea seguir siendo (quizá no sin cierta dosis de melancolía por lo que no puede volver, pero que está ahí como amuleto de los días), a manera de necesaria Iniciación de otras horas de felicidad:
Saltar la verja del vecino tiene su precio:/ robar los mangos una/ mordida dorada sobre el pecho/ hace sangrar todos/ los soles.
En sus versos, Marcel muestra una poética clara y sencilla, que no solo evidencia el sentimiento inicial con que surge un poema, sino que transita por el necesario filtro del pensamiento/razonamiento del que hablaba Antonio Machado. Filtro que sedimenta las bases del poema y se encarga de diferenciar entre oficio y escritura del sentimiento, o de hacer de estos la amalgama poética.
Así vemos una relectura de la niñez, con una necesaria mirada infantil que se ha ido disolviendo, como agua en el agua de los días, ya desde la perspectiva con que se mira el pasado desde hoy:
(Éramos) niños: chiquitos volcanes./ Había que ver las lunas/ el tajo de elefante lija/ para rodillas ojos/ ponchados pelotas/ con esparadrapo juramentos/ de sangre/ la felicidad/ ahora que en la ceguera/ (somos)/ de la tanta labia. (Que ninguno se pierda)
El poema En picada resulta íntimo mosaico socio/nacional del país, metáfora de los días del llamado período especial, la época en que un niño volaba su papalote hasta verlo perderse entre las nubes de humo de la refinería petrolera. El mismo niño que luego lo vería volar con la refinería apagada, en picada como el papalote:
Cada tarde el humo de la refinería/ retaba a mi papalote./ Cada tarde mi papalote buscaba el aire limpio del mar/ sin importarle el viejo humo de la refinería./ Mi papalote desentendió los planes especiales/ las jornadas en las que se debía quemar crudo para/ abastecer al país/ y los murales no dejaban ver el cielo/ de tantos números/ fórmulas emula(sensa)ciones./ Desapareció una tarde sin humo, mi papalote./ Se fue por encima de la refinería apagada/ donde mis ojos jamás alcanzaron/ el aire limpio de la bahía.
O las lecturas que puede hacer un niño, o el adulto que mira hoy desde la perspectiva del recuerdo, de un país en constante ebullición sociopolítica, como lo hace en el poema Ivette:
La niña de al lado/ un buen día se marchó del país./ Los padres vinieron temprano con papeles y regalos/ a ver al director/ y su puesto quedó vació./ Nadie volvió a verla./ A su pupitre fueron a parar nuestras mochilas,/ la ropa sucia de la educación/ física/ los nombres con bisturí, a relieve/ de los que la amamos/ y nunca pudimos decirlo/ (como un lápiz que se atora en la garganta).
Marcel no deja de ser un poeta atrevido con el lenguaje, lo hemos visto en muchos de los versos anteriores; experimenta las formas y los recursos hasta llevarlos en muchos casos a la génesis misma de la poesía (si es que esta existe realmente), al hecho puro del mensaje poético, de la inabarcable/insondable necesidad de crear o de expresarse a través de las palabras:
El abuelo quedó sin pulso,/ quedó blanquito:/ como blanco sobre blanco/ y un hilo serpentina rojo/ en un cuadro de Tamayo. (Plástica nacional)
Marcel tiene además publicados los poemarios Amanecer del 17 rojo (2005), Sopa china (2007), Quásar (2010), Una noche (2010) y Pequeños budas (2012). Actualmente edita la revista Caminos, del Centro Memorial Dr. Martin Luther King.
Con excelente diseño de Frank Alejandro Cuesta (la portada se basa en una foto de Joao Lueiro) y edición de la poeta Irela Casañas, Desemplea la memoria viene a ser como aquella pelota que de niño rompe el jarrón: aunque el golpe puede venir de cualquier parte, ella es la que termina siempre por romper tu inocencia.