Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Seducido por el cuento

Modesto y ajeno a cualquier tipo de vanidad, acaba de obtener el premio Alejo Carpentier en su última edición

Autor:

Marilyn Bobes

Entre los escritores que no gozan todavía de todo el reconocimiento que merecen me atrevo a nombrar a ese hombre seducido por las historias breves que es Rafael de Águila. Modesto y ajeno a cualquier tipo de vanidad, acaba de obtener el premio Alejo Carpentier en su última edición sin que ello parezca trastocar las cualidades que posee en algún tipo de altanería presuntuosa.

Anteriormente ya había obtenido algunas menciones en concursos internacionales, y publicado los libros Último viaje con Adriana (1997) y Ellos orinan de pie (2006). Poco antologado si se piensa en sus grandes virtudes como narrador, Rafael no se inquieta. Escribe con insistencia y se siente uno más entre los numerosos autores que figuran en la nómina de eso que se ha dado en llamar «nueva narrativa cubana».

En las respuestas que dio a las interrogantes formuladas por El Tintero, se trasluce al ser humano que es, y seguramente el libro ganador del Carpentier (Del otro lado) será para el lector la revelación de un escritor que, en mi criterio, se perfila como uno de los más relevantes en el futuro de las letras de nuestro país.

He aquí, para nuestros lectores, una muestra, como presentación, que revela el pensamiento de quien se siente absolutamente seducido por las historias breves a despecho de los requerimientos de cualquier mercado.

—Háblanos un poco del libro con que obtuviste el Premio Carpentier.

—En Del otro lado se entreveran 11 historias estructuradas a la manera de una sonata clásica. Los personajes se mueven en situaciones que, de alguna manera, refuerzan ciertos antagonismos, precisamente el enfrentamiento entre esos dos lados a los que se alude desde el título. Son historias urdidas en los últimos tres años, donde la presencia femenina anuda todas las madejas. Trabajé a conciencia ese texto, me esforcé en lograr cierta organicidad, cierto hálito personal, cierto espíritu. Si logré o no el éxito en ese empeño… eso, infortunadamente, no puedo saberlo. Ello no puede inferirse desde un premio. Recibir el premio Alejo Carpentier es, desde luego, un alto honor. Es también una muy agradable sorpresa. En el estado actual de la narrativa cubana, pujante y poderosa, cualquiera de los colegas que enviaron sus obras a esta edición, y aun muchos de los que no enviaron, colegas que respeto y admiro, pudieron haberlo ganado. En poco menos de un año el libro estará en manos del lector, tendrá, en consecuencia, vida propia. En el lector, desde luego, estará la última y la más autorizada palabra.

—¿Como te sitúas dentro del panorama de la actual narrativa cubana?

—Muy francamente… eso no lo sé. Esa es tarea de críticos. De especialistas. Y me sorprendería, tanto como me ha sorprendido este premio, el juicio de la crítica al respecto. Simplemente escribo. Intento hacerlo con todas las fuerzas que me resulte posible reunir. Soy sencillamente un escritor cubano. Uno más. O cada día intento serlo. Escribir es una cita con todo lo que hemos sido, todo lo que somos y todo lo que deseamos ser. Hay una frase de Kafka que adoro: «Escribir es alzar la bandera de Robinson en el punto más alto de la isla». El momento actual es muy interesante, existen hoy en Cuba más seres inmersos en la creación literaria que nunca antes. No son pocos los muy jóvenes y talentosos. Ello permite presagiar, a corto y mediano plazo, grandes momentos para la literatura cubana.

—¿Por qué escoges el cuento como género de expresión literaria?

—En mi vida la seducción es un elemento cardinal. Y siempre me ha seducido el cuento. Incluso el cuento corto y ultracorto. Este será mi tercer libro publicado, otros dos se mantienen inéditos. Disfruto escribir artículos, me seduce la crítica, me amilana y cautiva a un tiempo el ensayo. Es fascinante tomar un tema, estudiarlo, acercarse a él desde todos los ángulos, aventurar nuestra muy personal visión, todo ello desde la mejor literatura de la que se resulte capaz. Quizá alguna vez intente el ensayo enjundioso, esa es otra de mis seducciones. La novela, al día de hoy, no está entre ellas. Los designios del mercado llevan  a muchos a optar por ella. Tal vez eso que exige la novela, esa persistencia en el tiempo, no encuentre un correlato en mi temperamento. La seducción está en ese centelleo fugaz que es el cuento. La novela es, o debe ser, algo grandioso. Demanda un dominio absoluto del oficio, del idioma, del tiempo, una utopía, desde luego. Siento gran respeto por la novela. Puede que en el futuro me acerque a ella. El respeto no pocas veces nos lleva de la mano a las seducciones.

—¿Cuáles son tus nuevos proyectos literarios?

—Escribir. Hacerlo con todas las fuerzas posibles, y aun, las imposibles. Por estos días me afano en poner a punto un libro de cuentos cortos y ultracortos. Un regreso a los temas de mi primer libro, premio Pinos Nuevos en 1996. Intento retomar algunos textos, ciertos ejercicios para los que en algún momento no bastaron las fuerzas. Y el principal de los proyectos, exigirme en todo momento crear y vivir con la mayor dignidad posible.

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