Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Guiteras, su último combate

A 90 años de su caída en combate, Juventud Rebelde recuerda la trágica jornada del 8 de mayo de 1935 cuando Antonio Guiteras fue emboscado en El Morrillo, Matanzas

Autor:

Ciro Bianchi Ross

Antonio Guiteras sobrevaloró su suerte en aquel mes de mayo de 1935, hace ahora 90 años. Resulta difícil de creer que un hombre curtido en la lucha y perseguido con saña, no tomara en serio los indicios de que las autoridades conocían sus planes de salida de Cuba. Estaba siendo excesivamente confiado, escribe su biógrafo Paco Ignacio Taibo II, «quizá porque la perspectiva de dejar el país y abrir una nueva etapa lo dominaba, quizá por el agotamiento que la clandestinidad produce embotando los reflejos, quizá porque sobrevaloraba su suerte».

Parece que la operación era conocida por todo el mundo. Alguien, en un ómnibus urbano, escuchó decir que el líder de Joven Cuba abandonaría el país por la vía marítima, y más de uno de sus compañeros desconfiaba de Carmelo González, capitán de la Marina de Guerra, que debía garantizar la salida por Matanzas, desde donde se recibían informaciones sobre un movimiento militar inusitado. ¿Rumores o conocía el Gobierno de la salida clandestina? «Lo cierto es que Fulgencio Batista estaba al tanto de todo, porque Carmelo informaba diariamente a sus superiores», dice Taibo II.

Trataba Guiteras de calmar a sus compañeros. «Muchas veces han intentado atraparme y no pasa nada», aseguraba. Muchos años después de los sucesos, Luz Acosta, madre de Delia Echeverría, la amante de Guiteras en ese mes de mayo de 1935, relataba al periodista Jorge Quintana que el día 7, a punto de viajar a Matanzas: 

«…Guiteras estaba indeciso. Yo también le había objetado el viaje ante las noticias inquietantes que nos llegaban. Él me dijo: ̏Ya nos han fracasado otros planes porque siempre hay quien se entera y nos alarma. Si vamos a estar esperando que nunca se sepa no nos vamos a poder ir ni hoy, ni mañana, ni nunca˝».

La suerte estaba echada.

GUITERAS DECLINA LA OFERTA  

Se alquila para el viaje el yate Amalia. Carmelo González se entrevista con Guiteras y asegura garantizar la operación en una zona bajo su mando, con salida desde el fuerte de El Morrillo, en la desembocadura del rio Canímar, en las afueras de la urbe matancera.  Era en esos momentos jefe de la Tercera Compañía de Infantes de Marina, y Guiteras, su antiguo compañero de estudios, lo había ascendido a capitán en sus días de secretario (ministro) de Gobernación, Guerra y Marina del presidente Grau San Martín. El coronel Batista, jefe del Ejército, le dio luz verde para que lo mantuviera informado acerca de los propósitos de Guiteras.

Xiomara O’ Hallorans, una de las mujeres que formaba parte de la salida, decía, en 1946, al ya citado Jorge Quintana: «…Le pregunté a Guiteras si Carmelo González le inspiraba confianza, a lo que me contestó textualmente: Como si fuera yo mismo». Y Conchita Valdivieso, otra de las mujeres de El Morrillo, aseguró también a Quintana: «Guiteras murió sin percatarse de que Carmelo González lo había traicionado. Tampoco se dio cuenta de la traición de Rafael Díaz Joglar. Yo me vine a dar cuenta de que Carmelo González era el que había dirigido toda la conjura, cuando ya estando presos le vi abrazarse a Batista felicitándose mutuamente por el éxito de la acción. Hasta ese momento todos creíamos que había sido una sorpresa casual y hasta nos preocupamos por su suerte».

Guiteras había valorado otras posibilidades de salida, como la de valerse de una lancha que lo sacaría por Puerto Escondido o salir disfrazado en un carguero. Un miembro de la Marina de Guerra que militaba en Joven Cuba y que poseía un pequeño yate en el río Almendares se puso a sus órdenes. Yo te saco a ti con la garantía de que no te pasará nada, pero te ayudo a ti solo; los otros que se vayan por El Morrillo, le dijo, y Guiteras declinó la oferta.

Había pensado buscar asilo en una embajada o valerse de la posición privilegiada del guiterista Antonio Santana, supervisor de la Policía Marítima en Santiago de Cuba. Incluso analizó la posibilidad de valerse de un contrabandista de armas, idea que se abandonó ante la sospecha de que el hombre no era de fiar.

UNA ENTREVISTA INEXPLICABLE

Así las cosas, el 6 de mayo, a la una de la tarde, Guiteras recibe la visita del jefe del campamento militar de Columbia, el entonces teniente coronel Ignacio Galíndez. No existe explicación plausible de este encuentro, ni Guiteras contó su versión, al menos el escribidor no la conoce. Quizá fuera uno de sus muchos sondeos para saber con quién podría contar o no en la esfera castrense. El historiador Newton Briones Montoto, dice que fue Guiteras quien pidió la reunión a la que asistió el militar luego de ser autorizado por su jefe, el coronel Batista, que «creyó ver en esta la posibilidad de un encuentro entre él y el Dr. Guiteras», dijo Galíndez, ya general retirado, a Jorge Quintana.

 Galíndez llegó el primero a la reunión, en una casa de comienzos de la calle Industria, marcada entonces con el número 5. Los guiteristas que lo recibieron, y que se presentaron como asistentes del doctor, constataron que no había sido seguido y llamaron a Guiteras por teléfono para decirle casi en un susurro que allí estaba el esperado. Guiteras no demoró en llegar. Llevaba espejuelos oscuros y, en la mano, una pistola envuelta en un periódico, de la que no se desprendió durante todo el encuentro, que se prolongó por dos horas.

Conversaron sobre la situación nacional y Galíndez propuso un entendimiento entre Guiteras y el jefe del Ejército. Guiteras, asegura Briones Montoto, hizo señalamientos concretos sobre Batista y su manera de apropiarse del poder utilizando a las Fuerzas Armadas, y precisó que el poder, para él, no significaba nada si no era para hacer algo en beneficio de Cuba. Recalcó: «No puedo aceptar ese ofrecimiento, a no ser que ustedes estén dispuestos a realizar una cosa mejor». 

El jefe de Joven Cuba aseguró a Galíndez que no saldría del país. «Te creo», respondió el militar. 

LA ÚLTIMA NOCHE

A las cinco de la tarde del 7 de mayo abandona Guiteras la casa de Luz Acosta, en la calle Calzada, en El Vedado, con destino a Matanzas. Lo recogen, por orden de Carmelo González, el teniente Díaz Joglar, de la Marina, y el marinero Manuel Fuego, que servirá de chofer. Cae la noche cuando todos los complotados están ya en El Morrillo. Viajarían con Guiteras el venezolano Carlos Aponte, coronel del Pequeño Ejército Loco de Sandino, Casariego y Olimpio Luna, que estuvieron en el secuestro de Falla Bonet; Carlos Muñoa, asaltante del correo de Santiago de Cuba, Rafael Crespo, que llevaba años junto a su jefe. Paulino Pérez Blanco, a quien la Policía buscaba con afán.  También, entre otros, las ya mencionadas Xiomara y Conchita. Carmelo González estuvo esa noche dos veces en el fuerte. El yate Amalia no llegó nunca.

En esos momentos un centenar de guiteristas, hombres y mujeres, hacían entrenamiento militar en México con vistas a una invasión a Cuba. El plan contemplaba un desembarco en la provincia de Oriente y, en paralelo, el asalto a los cuarteles, convergiendo en la Sierra Maestra. El presidente Lázaro Cárdenas los apoyaba, se dice, pero no hay pruebas de ello, aunque sí parece que nombró a uno de sus ministros como enlace.

YO NO ME DEJO COGER VIVO

Sobre las seis de la mañana Xiomara ve un camión que se acerca. Llegan otros más; es el Ejército. El Morrillo es una trampa. Se concentran los guiteristas en la planta baja de la fortaleza y Aponte ordena buscar un pequeño cerro cercano. Algunos logran escapar. Otros buscan el río para salir a la carretera y quedan divididos en dos. Guiteras, Paulino y Aponte encuentran a un anciano pescador que se presta a servirles de guía. Cae Casariegos herido, y, de la parte contraria, muere el cabo Man y quedan tres soldados fuera de combate. Yo no me dejo coger vivo, dice el líder de Joven Cuba, antes de que el enemigo descubra al grupo en que se mueve. Los voy a parar, dice Paulino y dispara con su ametralladora, mientras sus compañeros lo hacen con sus pistolas. Compay, antes de rendirnos, nos morimos, dicen que dijo Aponte a Guiteras y que este respondió: Nos morimos. Instantes después una bala lo alcanzaba en el pecho y le partía el corazón, mientras que a Aponte otro disparo le atravesaba la cabeza.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.