Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Conocí los mundos infinitos de la lectura

Malena descubrió que quería ser escritora desde que aprendió a leer y escribir. Gracias a eso nos regala hoy una interesante obra narrativa

Autor:

Yunier Riquenes García

Dentro de la más reciente promoción literaria cubana, Malena Salazar Maciá (La Habana, 1988) es una de las voces más sobresalientes. Ha sido galardonada en los premios: Wichy Nogueras, La Edad de Oro y Regino Boti. También con el Calendario y el David, gracias a los cuales nos entregó, respectivamente, la novela de ciencia ficción Nade (Ediciones Unión, 2016) y la cuentinovela Las peregrinaciones de los dioses (Casa Editora Abril, 2018). Varios de los textos de quien ha sido egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, han sido traducidos al alemán, inglés, croata y japonés. Se mueve a su aire tanto en la ciencia ficción y la literatura para niños, como en el cuento y la novela, pero todavía no le ha dado por escribir poesía.

Malena descubrió que quería ser escritora desde que aprendió a leer y escribir. «Cuando conocí los mundos infinitos de la lectura, comencé a inventar los míos también. Fue un impulso, algo natural. Si buscamos mi libreta de primaria, vas a encontrarla plagada de párrafos que emulaban pequeños cuentos de fantasía. ¡Disfrutaba muchísimo cuando dejaban de tarea redactar composiciones! También, durante mi niñez, las respuestas a la pregunta: ¿qué quieres ser de grande?, podían variar desde veterinaria a arqueóloga, pero la constante de la ecuación, por ponerlo de alguna forma, era leer y escribir».

—¿De dónde vino la necesidad de leer?

—No creo que viniera de algún lugar. Simplemente estaba ahí, dormida dentro de mí incluso antes de que pudiera tomar un libro en mis manos. En mi casa existe una tradición lectora muy fuerte. De niña amaba tanto las historias que me las aprendía de memoria, recitaba la siguiente oración antes de que pasaran la página, seguía las letras con el dedo a pesar de no saber qué significaban las palabras. Necesito la lectura y la escritura como parte de mi rutina diaria.

—¿Pasar por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso cuánto te aportó?.

—Fue una sorpresa entrar en el Centro Onelio. Cuando Ivonne me llamó para darme la noticia, creo que grité y casi dejé caer el teléfono, así que no escuché el resto de la bienvenida. Por aquel entonces había sufrido algunos tropiezos en la búsqueda de guía para aprender más de la literatura, de modo que el Centro Onelio fue como una puerta de hangar de aviones abierta en medio de la oscuridad, si se me permite la comparación.

«Cuando asistí a las primeras clases, me di cuenta de que no sabía nada de literatura, nada de escribir, nada de leer. Sus profesores, a los que recuerdo con mucho cariño (el gran Eduardo Heras León, Sergito Cevedo, Raúl Aguiar) pusieron en mis manos las herramientas de la literatura y me enseñaron a adaptarlas a mi voz, a mis letras. De lo que estoy segura es que salí mejor lectora».

—Y luego llegaron los libros y los premios...

—Mi primer premio fue el David de ciencia ficción en 2015. Convocado después de 25 años que, como dato curioso, lo ganó por primera vez Daína Chaviano, se dejó de realizar en los 90. Su última ganadora fue Gina Picart. Cuando volvió a abrir me tocó a mí esa dicha.

«Hasta ese momento, tenía una colección de menciones y no menciones impresionante. Pensé que nunca iba a salir de ese estado. Pero, por fortuna, algunos amigos me recordaban que la literatura no es una carrera de rapidez, sino de resistencia, de perseverancia, de disciplina».

—Bueno, recientemente le llegó la hora al premio Regino Boti, ¿qué propones en este libro?

—Con Secretos en lo alto de ciudad Ventosa propongo una reflexión acerca del maltrato animal, pero visto en la escala de las grandes corporaciones. También, muy sutilmente, el tema de la explotación infantil, la manipulación de las industrias hacia sus trabajadores y cómo a veces la ambición y el poder nos pueden conducir a un barranco. Creo que lo que más me gustó fue describir la ambientación de la novela, con un fuerte estilo steampunk (tecnología de vapor) y clockpunk (tecnología basada en la relojería), además de colocar a estos niños valientes como Nina t Dano y la perrita Loló, en un escenario tan complejo. 

—¿Por qué la ciencia ficción?

—¡Y la fantasía!, que la leí primero y me fascinó. Creo que me abren más posibilidades a la hora de crear. Me permiten otro tipo de proyección, de ejercicio intelectual, otra forma de investigación. Porque para escribir fantasía y ciencia ficción no solo tienes que leer sobre ciencia, mitología, leyendas, creencias urbanas, también debes escuchar a las personas. Observar con mayor atención tu entorno. Preguntarte cómo puedes convertir lo cotidiano en algo maravilloso, hacia dónde podría caminar la humanidad. La ciencia ficción en específico mueve en mí, en otros escritores, engranajes que apuntan a imposibles que, quizá en un futuro, se vuelvan posibles.

—¿Cuáles son esos personajes que te gusta recrear?

—Los más humanos posibles, reales, palpables. Personajes grises, que presentan matices sicológicos que no los colocan en el espectro del bien o del mal. Son un verdadero reto y disfruto mucho desarrollándolos en las historias.

—¿Qué es lo más difícil a la hora de sentarte a escribir, qué manías tienes?

—No suelo pensar demasiado a la hora de escribir. No hago notas iniciales, no preparo nada. Escribo en papel, en una computadora, me aferro a la chispa de una idea y dejo que la historia misma me conduzca. A veces me sucede que comienzo con un final en mente, pero aparecen situaciones interesantes que cambian ese camino y debo realizar modificaciones a medida que avanzo. De manías, quizá escuchar música mientras escribo. Me ayuda a concentrarme, a entrar en situación, a visualizar mejor algunos elementos que no tengo bien perfilados.

 

 

 

 

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