Uno de los volcanes más activos del mundo ha decidido despertar en mayo para escenificar una terrible demostración de la fuerza natural
A veces pareciera que el universo natural anda acompasado con el humano. Cualquiera diría que en un gesto de nobleza, las lluvias de este mes han llorado a la par de las lluvias en el centro mismo del alma cubana.
Sin embargo, lo cierto es que la vida del planeta ni se sujeta a nuestros ritmos y planes, ni descansa instante alguno. Y tal vez debamos darle gracias por eso, por cómo la caída de un meteorito o la formación de una tormenta o el descubrimiento de una nueva especie parecen el llamado de la naturaleza para recordarnos que aún estamos rodeados de vida, ciclos y espectáculos asombrosos ante los cuales seguimos siendo privilegiados espectadores.
Desde inicios de este mayo el gigante dormido Kilauea ha sido el protagonista designado de ese teatro natural. Le ha ofrecido al mundo un espectáculo de fuego e increíbles imágenes aéreas y satelitales de avenidas fosforescentes que han tomado a la isla de Hawai como un verdadero reclamo. Por eso JR ha decidido regalarte en esta entrega algunas de las espectaculares imágenes de la erupción del volcán más activo del mundo, junto a los asombrosos datos de este fenómeno, que asusta y encanta por igual.
Lava indetenible
Aunque las erupciones volcánicas en películas hollywoodenses parecieran una explosión de alguna especie de puré fosforescente, lo cierto es que la consistencia de la lava es muy distinta y compacta. Por eso una de las mayores amenazas que ha representado esta erupción, iniciada el 3 de mayo, es el avance imparable de los cuerpos de lava capaces de devorar casas y autos y quemar todo a su paso.
Con temperaturas de mil grados Celsius, la lava del Kilauea comenzó a filtrarse al exterior desde grietas del volcán, y debido a su consistencia, más cercana a una inmensa roca ardiente y móvil que al puré hollywoodense, el primer problema para Hawai es siempre intentar detener su paso destructor.
La velocidad puede variar desde lo más lento, un kilómetro diario, hasta los diez kilómetros por hora, y su densidad es tal que las clasificaciones geológicas para estas erupciones representan una categoría aparte en la vulcanología, llamadas «erupciones hawaianas».
La dureza de esta lava es tal que los métodos usados en Hawai para detenerla, a lo largo de la historia de la isla han ido desde bombas para fragmentar los ríos ardientes hasta rociar con camiones de agua, de la manera convencional en que se afronta cualquier incendio. Este último método, de no ser con flujos muy pequeños de lava, suele terminar con una evaporación del agua que pareciera una burla a los esfuerzos. O se logra enfriar una corteza superficial mientras debajo corren los llamados «túneles de lava».
Otros intentos de detener estos ríos de roca ardiente han consistido en cavar trincheras y hasta en construir barreras de hormigón, pero el costo de tales técnicas y su poca efectividad son otras desventajas.
Niebla y balas ardientes
Otro de los golpes naturales del Kilauea es la lluvia de cenizas y los «proyectiles» que arroja desde la «boca». Los vulcanólogos anunciaron tempranamente que las cenizas y nieblas procedentes del cráter principal tenían un alto contenido de ácido clorhídrico, que en las densidades que suele presentar un volcán son mortales.
Los proyectiles, por otra parte, son la expulsión a grandes velocidades de lava sólida, que de impactar a alguien podría costarle la vida por la rapidez con que son expelidos y el peso, que puede llegar a ser como el de una nevera.
El primer lesionado en esta erupción de mayo resultó precisamente un hombre impactado por un proyectil mientras descansaba en su portal. La roca caliente cayó en su pierna a gran velocidad, provocándole un astillamiento instantáneo de tibia y peroné.
Suelos movedizos
Cuando la lava llega al mar ya hay otros peligros, algunos a largo plazo. La formación de deltas de lava, que crean una base sólida de arena cristalizada y móvil sobre el suelo subacuático podría representar en el futuro un desencadenante de accidentes en las playas, cuando comiencen a deslizarse repentinamente, como ha advertido el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Estas estructuras suelen colapsar mucho tiempo después de las erupciones, cuando los habitantes han olvidado las amenazas y los bañistas se paran en grupos sobre ellas.
El arma secreta
Para los que creían que este era todo el arsenal del gigante en su despertar, los avisos del servicio geológico en las últimas horas hablan de otro «as bajo la manga». Las «plumas», columnas de gas que emergen de en medio del océano, contienen un alto nivel de toxicidad, capaz de causar la muerte instantáneamente.
El fenómeno es llamado laze (combinación de las palabras lava y haze, neblina); es una conjunción «irritante de ácido clorhídrico, vapor y pequeñas partículas de vidrio volcánico», explica en su último comunicado el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Laze se forma cuando la lava que es roca derretida, en este caso del volcán Kilauea, entra al océano y desencadena una serie de reacciones químicas.
El agua de mar enfría la lava, que hace que se quiebre una especie de vidrio volcánico. Las partículas de este vidrio son recogidas por la nube de vapor, que contiene ácido clorhídrico, también creado por la interacción de la lava y el océano.
Estas nubes están repletas de ácido clorhídrico, que es tan corrosivo como el ácido diluido de baterías, según explica al sitio digital The Scientist la vulcanóloga Jessica Jhonson, quien ha dedicado dos años al estudio del Kilauea y sus particularidades.
Estos gases laze pueden irritar la piel y los ojos y provocar problemas respiratorios.
Los geólogos y vulcanólogos creen que las máscaras protectoras —que los funcionarios han estado distribuyendo para proteger a las personas de las cenizas volcánicas— filtrarán las partículas de laze, pero dejarán pasar el ácido clorhídrico; por eso es una preocupación para la vida de las personas, a pesar de que las zonas residenciales cercanas al volcán fueron evacuadas.
Además de que esas plumas surgen en el mar, el viento puede orientarlas en cualquier dirección lejos de la costa, lo cual llevaría estos químicos a diferentes distancias.
El evento volcánico hawaiano más mortífero en la historia reciente fue en 1790, cuando 400 personas murieron durante una erupción de Kilauea. Esperemos que con las «armas» naturales que presenta ahora, este enorme volcán solo nos muestre la acción viva del planeta para mirarla con el asombro de los niños, y no tengamos que lamentar ninguna pérdida humana. Mientras tanto, las imágenes del espectáculo son sobrecogedoras e impactantes, y solo nos queda sentarnos en la butaca a admirar la escena.