Por 5 500 años, la humanidad ha cultivado una habilidad única en nuestra especie: la escritura a mano. A partir de esta, se ha plasmado un conocimiento legado a las generaciones posteriores que ha sido un canal de estudio para saber de dónde venimos y hacia dónde podemos ir.
Sin embargo, estudios recientes demuestran algo bien preocupante: la llamada Generación Z —los jóvenes menores de 30 años, totalmente nativos digitales—, tienen serios problemas para expresarse con la escritura a mano.
No hablamos de caligrafía, porque esa es una asignatura pendiente en muchas generaciones, sino del acto de agarrar un pedazo de papel y algo con qué escribir —un lápiz, bolígrafo, etc.—, para plasmar ideas.
En noviembre del pasado año, el diario digital Türkiye Today advertía que, a pesar de someterse a rigurosas pruebas desde la escuela primaria hasta la universidad, muchos estudiantes en ese país no pueden expresarse claramente por escrito, especialmente cuando llegan a la educación superior.
Nedret Kiliçeri, docente de la Universidad de Estambul, fue bien clara entonces: «La escritura de los estudiantes a menudo es ilegible, con letras que se inclinan hacia abajo o hacia arriba en la página. A menudo confunden letras al escribirlas como la D y la B», lo que señala la pérdida de habilidades espaciales que aporta la escritura sobre el papel.
Podría argumentarse que, en esta era digital, en camino a un cambio de paradigma con la inteligencia artificial generativa que tantos procesos facilita, la escritura a mano no es tan importante. Sin embargo, eso sería, cuando menos, irresponsable.
De acuerdo con una investigación de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología publicada en la revista científica Frontiers in Psychology, escribir a mano es importante para los procesos cognitivos relacionados con el aprendizaje.
En el estudio, los investigadores pidieron a un grupo de participantes usar un lápiz digital para escribir un texto, mientras que el resto lo hizo con un teclado.
Los resultados demostraron una mayor actividad en las áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la formación de memoria y la codificación de información entre quienes escribieron a mano.
Así, aunque la escritura se realice con un lápiz digital sobre una pantalla, el hecho de estructurar la información para escribirla y la coordinación motora para dibujar las palabras probó ser una actividad mucho más eficiente para el aprendizaje que hacerlo con un teclado.
Hallazgos como este han sido previamente expuestos en otros estudios, como el realizado por la profesora Audrey van der Meer en 2020, en el que profundizó más en la importancia de la escritura a mano en los procesos de análisis y aprendizaje en niños de 12 años.
En sus conclusiones la investigadora apuntó que, aunque la escritura a mano activa más zonas de aprendizaje que la escritura con teclado, ello no significa que se aprenda más rápido o mejor con un método u otro, ni hace que los niños sean más inteligentes.
Pero sí dejó pruebas de que los estudiantes aprenden y recuerdan mejor cuando toman apuntes de clase a mano. Los ordenadores, en cambio, ayudan a que mejore la productividad por la facilidad que brindan para escribir textos.
El problema es que la falta de práctica en la estructuración de los escritos y el uso de las redes sociales, que ponderan lo breve, ha llevado a la Generación Z a un cambio de paradigma en la forma de comunicarse.
Dicho cambio hace que muchos jóvenes sean incapaces de redactar correos electrónicos o textos académicos de calidad. Hoy, no pocos prefieren utilizar un mínimo de palabras para transmitir información básica y usan la inmediatez que proporcionan los teclados.
La cuestión, entonces, es buscar un equilibrio entre ambas prácticas, tanto en lo académico como en el hogar. A fin de cuentas, escribir a mano tiene beneficios demostrados, especialmente para el desarrollo del pensamiento, algo de lo que hoy está muy necesitada la humanidad.