Tal y como pronosticaban las encuestas, Friedrich Merz al frente del dueto conservador de la Unión Cristiana Democrática y la Unión Socialcristiana CDU/CSU, ganó con 28,6 por ciento las elecciones en Alemania del domingo 23 de febrero, en que fueron llamados a votar 59,2 millones de ciudadanos. Y no hay mejor ejemplo de uno de los mayores retos que deberá enfrentar la situación económica de una nación en recesión y que se hizo presente el lunes 24: la huelga salarial de advertencia de 24 horas que paralizó aeropuertos.
El mismo Merz se encargó de confirmarlo. Lo que se viene en adelante «no será fácil», reconoció y su tarea inmediata es formar rápidamente una coalición de gobierno, habida cuenta de que, con 208 escaños, no tendrá la mayoría absoluta en el Bundestag de 630 parlamentarios.
Y no se trata solamente de la recesión económica y la inflación galopante que ha mermado grandemente el poder adquisitivo de los trabajadores, como uno los problemas mayores. Este retorno de los conservadores tres años después al Gobierno está marcado por hechos externos e internos de envergadura.
Ya a comienzos de año, los sindicatos habían anunciado la posibilidad de paros en sectores importantes como el bancario, la industria de la construcción, las industrias química, metalúrgica y eléctrica, como en los servicios públicos federales y locales, donde están pendientes convenios colectivos de trabajo.
En el otro extremo demográfico social, los poderosos también presionan. Peter Leibinger, presidente de la Federación de Industrias Alemanas, conminó a Merz a que forme coalición y gobierno con apremio: «La economía alemana necesita urgentemente un Gobierno estable y que funcione, dotado de una mayoría clara en el centro democrático», dijo.
El conflicto ucraniano —que la OTAN y el Estados Unidos de la administración Biden auparon y financiaron contra Rusia y que incrementó los males en la economía del Viejo Continente con el tiro en el pie que se dio la Unión Europea (UE) al sancionar al que le suministraba el gas vital y el petróleo— ahora abre una gran interrogante y disyuntiva con otro retornado, Donald Trump en la Casa Blanca, negociando un acuerdo de paz con Vladímir Putin a espaldas de sus empecinados socios europeos colgados de la brocha…
Sin embargo, este lunes el presidente francés, Enmanuel Macron, se reunía con el estadounidense en Washington para abordar el tema, mientras Merz —quien recibe felicitaciones de todas partes— se compromete a levantar una Alemania de la cual Europa espera que la ayude a ser un continente «más fuerte, más próspero y más autónomo»...
¿Mantendrá el líder de los conservadores alemanes su intención prelectoral de una Europa «firmemente al lado de Ucrania»? Al menos recibió también un empujón de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, ansioso de trabajar con Merz y de un incremento «vital» del gasto en defensa.
Lo interno en Alemania está marcado por una condición geopolítica crispada, donde tendrá que vérselas como protagonista con una ultraderecha fortalecida y parte principal de ese panorama convulso, afianzada como segunda fuerza del país al doblar la votación de 2021 con 20,8 por ciento de los votos.
La Alternativa por Alemania (AfD) de Alicia Weidel tiene mucho para celebrar y para exigir. De inmediato se ofreció para formar parte del Gobierno, pues pidió reconocimiento.
Esos resultados de la ultraderecha abren una puerta peligrosa con eco en otros países de la UE, donde también el trumpismo interfiere a favor de segmentos políticos semejantes, al dejar escapar un hedor fascista con semejanza al entorno que se extendió por Europa hace cien años.
Sin embargo, Merz, aunque ansioso por formar gobierno, no perdió el juicio. Construirá coalición con los socialdemócratas de Olaf Scholz e iniciarán conversaciones con los temas clave: relaciones exteriores, migración y economía. Con la AfD cero trato.
Scholz, ahora canciller saliente, quien condujo al Partido Socialdemócrata SPD a una menguada tercera posición con 120 curules que le garantizan el 16,4 por ciento de los votos —seguido por Los Verdes y La Izquierda en remontada que le permite entrar en el Parlamento—, calificó lo acontecido de «un resultado amargo» y en especial lo logrado por la AfD. Enfáticamente dijo: «Que un partido de extrema derecha reciba un resultado así, debe ser algo que no debemos aceptar, yo nunca voy a aceptar algo así».
Pero ahí está… el fantasma rondando a Europa, y no es el del comunismo. Alice Weidel reclama que le pongan fin al «cordón sanitario» contra la extrema derecha, impuesto por el resto de los partidos políticos alemanes, previendo el resurgimiento del fascismo. ¿Será eso posible?