Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Crónica de una batalla incierta

Autor:

Laura Fajardo Mastache

Luisa, una mujer de 44 años, empresaria y madre de tres hijos, recibió un dictamen que cambiaría su vida para siempre. Hace cinco años y medio, en una revisión rutinaria, un pequeño bulto en la mama izquierda dio la alarma.

Aunque pensó que podría ser algo sin importancia, decidió consultar con su médico, quien le recomendó una biopsia inmediata. El diagnóstico fue devastador: cáncer de mama. En ese instante comenzó un arduo camino de tratamientos y cirugías.

El momento más difícil fue explicarles a sus hijos lo que estaba sucediendo y cómo continuaría el proceso. Pero tragó en seco y les confesó que, como ellos, ella tenía miedo al futuro, pero lucharía con ímpetu para recuperarse.

Se sometió a quimioterapia, radioterapia y finalmente a una mastectomía. Cada etapa fue un desafío físico y emocional. Sin embargo, encontró fuerzas en su familia, su mascota y hasta en las canciones de su lista de reproducción, que escuchaba mientras el suero le recorría las venas, la máquina la radiaba y de regreso a su hogar. Hoy ya no se atreve a oírlas.

El tratamiento comenzó con jornadas intensas. Cada visita al hospital era un doloroso recordatorio de la batalla que estaba librando, y los efectos secundarios tampoco la dejaban abstraerse del panorama: náuseas, fatiga extrema y la tan esperada pérdida de cabello, que afectó profundamente su autoestima.

Al principio se cubría con un gorro, usaba pelucas e intentaba ocultarlo, hasta que comenzó a interactuar con mujeres en su misma situación. Algunas compartían con timidez los detalles de su tránsito por el tratamiento; otras presumían su fortaleza a viva voz, y también mostraban fotografías de su antigua cabellera.

Sesión tras sesión, se fue armando una familia en la sala del Hospital Oncológico. Conoció a Lorena, madre joven y soltera de dos pequeños; a Carmen, una profesora jubilada, y a pesar de las diferencias de edad, antecedentes, patologías y formas de descubrimiento de su afección, entablaron conexiones, se ayudaron mutuamente y animaron hasta el fin a quienes no lograron vencer.

El diagnóstico y el tratamiento del cáncer de mama trajeron consigo una montaña rusa emocional. Experimentó ansiedad, miedo a la recaída y momentos de depresión; temía por sus hijos. Luego de la cirugía para extirpar el tumor, los cambios físicos afectaron su vida íntima.

La temporada de recuperación también constituyó un período negativo para Luisa: ajustar su rutina laboral, delegar responsabilidades, ser el centro de las dinámicas familiares… se le hacía demasiado. Lo percibió eterno. A pesar de todo, las llamadas no se detuvieron. Ninguna se abandonó.

Enfrentarse al cáncer es de valientes. Toda decisión es difícil. Como pacientes se someten a lo necesario para continuar al lado de su familia, pero, ciertamente, jamás nada vuelve a ser lo mismo. Las afecciones mentales y las discapacidades físicas en muchos casos perduran, trayendo consigo otras situaciones de salud. Compartir lo vivido siempre ayudará a alivianar la carga.

Esta historia que Luisa nos confió demuestra que incluso en los momentos más oscuros se puede adquirir fuerzas para seguir adelante. Su coraje frente a tratamientos agotadores y la detección temprana de la enfermedad, contribuyeron a su recuperación.

Hoy Luisa está en remisión y continúa sus revisiones periódicas. Su experiencia le ha enseñado a valorar cada momento y a vivir con otra perspectiva.

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