Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lo que la casa necesita

Autor:

Eberth Casanoba Poll

Hace un tiempo no pasaba por allá, entre los compromisos de la universidad, las complejidades con el transporte y el ritmo trepidante de esta cotidianidad que a veces te limita de disfrutar las cosas que son placenteras. La casita de Martí, como todos conocemos al Museo Casa Natal del más universal de los cubanos, fue siempre un destino seguro y apetecible para los muchachos de mi tiempo, un lugar para tratar de imaginarse la vida del Apóstol, hombre paradigma de la juventud cubana.

Para quien vivió la opulencia de público que recibía el centro y la atesora en sus memorias de niño, es desconcertante saberla olvidada. Una centuria cumplió la institución y con motivo de la fecha no han faltado festejos y actividades. Pero más allá de los homenajes, llama la atención un hecho que no puede pasar inadvertido: cada vez son menos las personas que acuden al lugar.

Según el licenciado en Historia Dunier Pérez Roque, museólogo de la prestigiosa institución, esta recibía alrededor de 60 000 visitantes anuales antes de la pandemia de la COVID-19. Luego de la catástrofe sanitaria, el 2024 ha sido el mejor año con 20 000 asistentes al centro, fundado como museo el 28 de enero de 1925, siendo el más antiguo de La Habana.

Entre las múltiples causas que pudieran identificarse, pienso que la reclusión que trajo consigo el virus pandémico acentuó, casi como una respuesta de supervivencia emocional y comunicativa en tiempos de aislamiento físico, la actitud de los públicos como sujetos cada vez más dependientes de la tecnología, en un mundo aparentemente hiperconectado y lleno de pantallas táctiles por dondequiera.

Ante esa realidad que se impone, se deben cambiar entonces los modos de presentar los contenidos, las maneras de atraer y seducir teniendo en cuenta las nuevas formas de consumo cultural que imperan hoy. Y aunque se sabe que los presupuestos muchas veces no permiten de un tirón las transformaciones que se quisieran, al menos habrá que apostar por algunas, e intentarlas para no quedarnos rezagados en el momento en que vivimos.

Conjuntamente con la búsqueda de atractivos tecnológicos, hay que construir un discurso contemporáneo y fresco desde todas las perspectivas, que nos traiga al presente con vigor y sentido práctico al Martí del siglo XIX que necesitamos y que tiene mucho que decirnos hoy. Debemos sacarlo de la frialdad de los libros, del sosiego complaciente y callado de una sala, de la cuidada apariencia de una pieza de museo, para darle entonces razón de ser entre nosotros.

Hacer atractivo al Maestro no depende solo del tan necesario presupuesto. Tiene mucho que ver con la gestión integral de historiadores, museólogos y trabajadores de las entidades culturales y su motivación para enamorar mientras se explica o se fundamentan los hechos y sus inspiraciones. Cualquiera que fuese la raíz del problema, hoy es importante revitalizar una institución emblema del país, ícono entrañable de cubanía, lámina obligada en las primeras lecciones escolares sobre nuestro Héroe Nacional.

Es imperativo entonces que, en los momentos actuales, en los que las culturas foráneas pululan aquí y allá sin fronteras de ningún tipo, se les dé prioridad y atención a centros como este, que resguardan pasajes significativos y muy sensibles de la historia nacional. A la casa de Martí, de conjunto con su valioso personal, habrá que darle, en la medida de nuestras posibilidades reales y subjetivas, lo que la casa necesita.

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