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Trump y Musk «cierran» la Usaid

Autor:

Juana Carrasco Martín

Se formó el «guirigay» en Washington. La pareja del momento, Donald Trump y Elon Musk, cerraron la Usaid —llamada Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional—, uno de los brazos que enmascaran el intervencionismo estadounidense en el mundo, una de las garras de la CIA y demás servicios de inteligencia para obtener información sobre otros países e influir en sus políticas internas y externas, tentáculo del Departamento de Estado para fomentar disidencias que lleven a «cambios de régimen» cuando se les facilite, en fin: impulsora de las posiciones estadounidenses en el escenario global.

Musk, zar de la eficiencia gubernamental al frente del departamento creado especialmente con el fin de poner orden en las instituciones administrativas del Estado y hasta probablemente privatizarlo, desde hace días criticaba en sus poderosas redes a la agencia y, aunque les parezca inaudito, la llegó a calificar como «una operación sicológica política de izquierda radical», lo que es imposible de demostrar y muy difícil de creer hasta por el más ingenuo terrícola, pero eso no tiene importancia para el poder absoluto entronizado en la Casa Blanca.

De todas formas, Trump, el domingo, tras firmar una orden ejecutiva que congeló la asistencia extranjera, siguió la rima y le dijo a los periodistas que Usaid había sido dirigida «por locos radicales, los sacaremos y luego tomaremos una decisión».

La Usaid está siendo desmantelada por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), por sus siglas en inglés, de un solo plumazo, la policía cerró sus puertas y puso cinta amarilla para impedir que los empleados accedieran a la instalación, su sitio web fue desconectado, también las cuentas de cientos de sus empleados y cientos de contratistas despedidos.

Incluso, la agencia noticiosa AP dijo que altos funcionarios de la Usaid —los «candorosos» John Voorhees, director de seguridad y el subdirector Brian McGills—, fueron escoltados fuera del edificio después de bloquear el acceso de DOGE a sistemas seguros y de negarse a entregar material clasificado. Pero el  DOGE todopoderoso accedió a ello, incluidos informes de inteligencia, que otra cosa si no. No sabían que Musk había dictado sentencia: Usaid es una organización criminal y es «hora de que muera».

A la defensa de la Usaid, creada en 1961, salieron los demócratas.  El líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer (D-N.Y.), dijo a finales de la semana pasada que cualquier intento de disolver la Usaid sería «ilegal y contrario a nuestros intereses nacionales», pero Trump le dejó claro que no requeriría una ley del Congreso para eliminarla. «No me parece. No cuando se trata de fraude. Sí hay fraude. Esa gente está loca. Y si se trata de fraude, no tendríamos una ley del Congreso, y no estoy seguro de que la tuvieran de todos modos».

El senador Andy Kim (demócrata-Nueva Jersey), quien fue uno de los soldados de la agencia, salió raudo a defenderla: «Su forma vengativa de intentar cerrar la Usaid envía señales a todo el mundo de que somos una nación en guerra consigo misma», y le envía a los adversarios el mensaje de que «Estados Unidos está distraído y dividido». Distraído no sé, pero dividido sí».

Sin embargo, el secretario de Estado, Marco Rubio, atemperó la situación cuando anunció su nombramiento de director interino de la Usaid: «Hay muchas funciones de Usaid que van a continuar, que van a ser parte de la política exterior estadounidense, pero tienen que estar alineadas con la política exterior estadounidense». Si Ud. no entendió, la traducción es fácil, la política que encabeza el dueto Trump-Musk, y de la que el Rubio es segundón desvalorizado, tiene como objetivo final «hacer a América —lea bien: a Estados Unidos— grande otra vez».

Hasta el momento no han hablado, o yo no he leído nada sobre la estrecha coordinación de la Usaid con la National Endowment for Democracy, NED (Fundación Nacional para la Democracia), la punta de lanza y fachada de los servicios de espionaje que trabaja con organizaciones no gubernamentales, y tampoco cómo quedará su alianza con el Pentágono, donde algunos de sus manuales le reconocen papel en sus llamadas operaciones de contrainsurgencia y de pacificación de naciones.

Teniendo en cuenta servicios prestados, me atrevo a aseverar que pronto veremos el cuartico casi igualito en propósitos, quizá con otro nombre, remodelado y más eficiente, para garantizar la hegemonía de EE. UU., contra un mundo emergente dispuesto a la multipolaridad.

Por ahora, un par de preguntas bien intencionadas: ¿Le dejarán o no el presupuesto de más de 50 000 millones de dólares a la como se llame, que salga a flote en el pantano? ¿La generosa contribución a las organizaciones del lobby mafioso anticubano de la Florida volverá a fluir y con ella la mesada a los empleaduchos en Cuba?

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