Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Más corto que febrero

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El próximo febrero es el último que cualquiera que viva ahora verá jamás. Eso es porque tiene lo siguiente, que sucede solo una vez en 823 años: cuatro domingos, cuatro lunes, cuatro martes, cuatro miércoles, cuatro jueves, cuatro viernes, cuatro sábados. Esto se llama MiracleIn. Envíalo a por lo menos cinco personas o cinco grupos, y ocurrirá un milagro… 

La primera vez que leí esta cadena me reí bastante. La segunda pensé si no valdría la pena alertar a sus remitentes del error… o errores, porque además de su falsedad pueril, el mensaje está hecho para recargar las redes, como alguien que llega a un grupo de yoga y pretende fumar sobre los demás.

A partir de la tercera me compadecí de todas las maestras o maestros del primer ciclo de primaria que se esforzaron por hacernos entender los conjuntos matemáticos y el calendario, con su cómoda y simple regularidad.

¿Cómo les sentará ver que a la vuelta de unos años la gente tienda a ignorar tales herramientas para creer en cualquier tontería en línea bajo el título de milagroso o espectacular, y desecha hasta el más elemental de los aprendizajes de la vida, que es pensar por ti y decantar la paja del grano valioso, también en las redes e internet?

¡Sobre todo en las redes e internet!, debí escribir, porque en esa virtualidad pasamos cada vez más tiempo y nada prospera ahí por casualidad, sin un estudio de cómo sacar lasca a la humana necesidad de creer en lo insólito, sin gastar unos segundos en determinar si es real.

Pretendo insistir en algo bien trillado como alerta en los medios, porque aun así sigue atrapando a buenas personas, que por extraña razón se dejan llevar por tres o cuatro palabras bien colocadas y replican cosas en sus grupos o las envían a sus contactos sin pasarlos por los tres filtros de Sócrates: ¿será verdad? ¿será necesario? ¿será bueno para alguien?

Supongo que alguien se beneficia de esas cadenas, o se divierte cuando las ve crecer y ganar «credibilidad», a veces por años, saltando todo tipo de fronteras lógicas, como esas alarmas sobre delincuentes en la calle o productos vencidos, cuyo contexto es obviamente foráneo, o viejo, pero los replicamos aquí y ahora creyendo que hacemos un gran favor.

Para mí eso es indicio de lectura superficial, credulidad de feria, una gran dosis de buenas intenciones empedrando el camino a la falta de criterio propio en lo que consumimos por los ojos y oídos, anémicos del más cuestionador de los sentidos, que llamamos común.

Por si aún no me entiendes, o eres de quienes replicó la cadena de marras con un análisis más corto que el propio febrero, te invito a reflexionar: un mes de 28 días abarca justo cuatro semanas de siete días cada una, y todas van de domingo a sábado, sin saltarse ninguno (o de sábado a viernes, para hablar en concreto del año que viene). O sea, que todos los febreros tienen cuatro sábados, cuatro domingos y cuatro de todo lo demás… Eso es aritmética elemental. Incluso en año bisiesto tendrá cuatro de cada día y uno solito de cualquiera de ellos, que se repite cada 28 años porque son solo siete para escoger.

Si no entendió, o sigue creyendo que el milagro es cierto, no tiene más que abrir el calendario de su celular y revisar tres o cuatro años por delante, contar los días de cada febrero y reírse de su propia inocencia, como nos reímos con asombro de los trucos de magia, aunque sabemos que en el fondo ahí no hay más que maña y espectacularidad.

Por cierto, 823 no es divisible por siete, cuatro o ningún otro número en el reino de los enteros, con el que trabajan todos los calendarios modernos y antiguos. De hecho, es un número primo y la astronomía no le concede ningún atributo especial, como sí hace la numerología, que lo emplea para representar abundancia material y espiritual. ¿Por qué lo vulgarizan para reforzar el timo? Habría que llegar al creador de la cadena para preguntar…

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