Ni siquiera la alianza coyuntural y táctica de los partidos derechistas que como en 2019 «olvidaron» su histórico «antagonismo» para frenar el progresismo, pudo lograrlo.
La victoria electoral de Yamandú Orsi, que lo convirtió el domingo en Presidente electo de Uruguay, retorna al Frente Amplio a la primera magistratura y confirma la solidez de una coalición de partidos y movimientos que fue de las primeras fuerzas progresistas de la región en llegar al Gobierno, con el foco central puesto en detener el neoliberalismo.
Se trataba de instaurar la justicia social. Ese fue el principal derrotero desde que el FA se estrenó en el poder con Tabaré Vázquez, un jefe de Estado cuya gestión significó un cambio indiscutible a favor de la vida de los trabajadores y de los uruguayos en general, y que el legendario José «Pepe» Mujica profundizó después, lo que lo convirtió en un franco líder de la izquierda uruguaya que puso su grano de arena en estos comicios cuando, aun padeciendo una seria enfermedad, estuvo en la campaña junto a Orsi, y hasta bailó y festejó al conocer el triunfo.
La vuelta de Tabaré a la presidencia tras él, sin embargo, no tuvo continuidad. En 2019, la elección de Luis Lacalle Pou regresó la República Oriental a la senda neoliberal que su padre, el expresidente Luis Alberto Lacalle —hasta ahora su asesor y contendiente perdedor de Mujica, en 2009, por la presidencia— ayudó a instaurar junto a otros exmandatarios derechistas como Jorge Batlle. Ellos serán recordados por su empeño en las reformas estructurales que condujeron a las privatizaciones y el enflaquecimiento del Estado: los mismos derroteros, aunque ambos fueran de partidos supuestamente contrincantes —el Partido Nacional o Blanco el primero y, el otro, Colorado, y alternancia por años en el poder.
La unión de ambas agrupaciones en aquellas elecciones junto a otras pequeñas, desbancó en segunda vuelta al candidato frenteamplista, Daniel Martínez, y conformó una alianza que se las arregló para ejercer gobierno encabezado por Lacalle Pou; aunque, obviamente, con muchos puntos en negro que le han costado la elección al aspirante por la Coalición Republicana en el gobierno, Álvaro Delgado, derrotado frente a Orsi, también en el balotaje.
Aunque las encuestas preveían una diferencia que oscilaba entre dos y cuatro por ciento y algunas auguraban hasta empate técnico, la distancia se fue por el índice mayor: cuatro puntos porcentuales —52,08 frente a 47,92 superiores a los primeros resultados, según dijo este lunes, el diario argentino La Nación cuando estuvieron computadas todas las mesas.
Ello dio al frenteamplismo una victoria clara y reconocida de inmediato por el propio Lacalle Pou, con lo que culminó una jornada tranquila y
expectante que estalló en júbilo en las calles al conocerse los resultados.
Evidentemente, los indecisos, que se consideraban definitorios por los sondeos y llegaban al ocho por ciento, se decidieron finalmente por Yamandú, pues los sufragios nulos o blancos sumaron cuatro por ciento. Por demás, el representante del Frente Amplio creció ocho puntos porcentuales, pues en la primera vuelta recibió 43,9 por ciento, y rebasó ahora lo que habría sido la ya innecesaria mayoría absoluta.
Pese a ese mayoritario y cálido respaldo, el Presidente electo ha llamado a la oposición a sumarse, con un discurso unitario en un contexto donde con recurrencia se habla de que no existan exclusiones, con lo que toma muy en cuenta que una buena parte del electorado votó por el oponente, y será oposición.
Su labor tendrá medio abierto el camino en el legislativo. El Frente Amplio ocupará mayoría de curules en el Senado, pero le faltaron dos votos para obtener la misma proporción de asientos en la Cámara de Diputados, lo que requerirá la búsqueda de apoyo para que sean aprobados sus proyectos de ley.
La seguridad ciudadana es uno de los reclamos más sentidos de los uruguayos en los que deberá poner ojo, algo que ya ha estampado en su programa de gobierno, así como la economía y el bienestar de la gente en general.
Según su equipo económico, las prioridades estarán en la búsqueda de un mayor crecimiento, reducir la pobreza y «redefinir la matriz de protección social».
Después de sus más recientes encontronazos electorales, la noticia es una confirmación para la izquierda y los movimientos progresistas, y un seguro gesto de disgusto para quienes se han empeñado en retrotraerla a sus peores años desde de la derecha y hasta la ultraderecha: sí, el Frente Amplio de Uruguay, recomienza.