Hoy, cuando las crisis parecen ser la nueva norma en nuestro planeta, desde pandemias hasta conflictos geopolíticos y desastres naturales, la seguridad alimentaria es, sin duda, una preocupación apremiante en Cuba y en el resto del mundo.
En ese escenario, apostar por grandes áreas concentradas de siembras —no digo que no se deba— puede, según como se mire, suscitar más riesgo que crear pequeños espacios con el mismo destino, y es ahí donde desarrollar y fortalecer la agricultura urbana y suburbana no es solo una opción, sino una necesidad urgente.
La certeza anterior avala el llamado reciente de las autoridades en Isla de la Juventud a fomentar esa actividad, en un municipio donde, además de las referidas crisis, se agrava más la gestión en ocasiones por la doble insularidad que lo limita al depender de una tranportación marítima de carga eficiente, muchas veces suspendida por causa de condiciones adversas para la navegación.
De esa manera, se pretende incrementar la capacidad local para producir alimentos con recursos endógenos, opción viable y resiliente ante las adversidades y una respuesta cabal ante la creciente demanda de productos frescos y asequibles, que más allá de mejorar la mesa, ofrecen una alternativa autónoma de cara a la soberanía alimentaria.
Esta convocatoria a fortalecer la producción comunitaria local también es una apuesta por la supervivencia territorial desde prácticas agroecológicas sostenibles. Cada pinero debe asumir un rol activo en ese empeño y, de ser posible —creo que lo es—, transformar cada balcón, patio y espacios vacíos en áreas de cultivos.
Para llevar a vías de éxito esta iniciativa, al decir de Osbel Lorenzo Rodríguez, primer secretario del Partido Comunista de Cuba en Isla de la Juventud, se integrarán a estos escenarios agroproductivos varios colectivos laborales y estudiantiles, mientras se logra atraer a trabajadores permanentes, solución ideal que pudiera tener una fuente de selección en las propias comunidades donde están enclavados los organopónicos.
En ese sentido, es importante fomentar un entorno laboral atractivo y digno a fin de garantizar el acceso voluntario al empleo y, de paso, para que las nuevas generaciones vean en la agricultura una opción viable, desde la satisfacción económica personal, familiar y del bienestar colectivo.
El movimiento de agricultura urbana y suburbana en Isla de la Juventud alcanzó en su momento altísimos niveles de competitividad que lo situaron como un referente nacional, dato que inspira hoy la revitalización de esos espacios productivos donde la experiencia acumulada y el conocimiento son recursos valiosos en esta nueva etapa.
Un sistema de agricultura urbana eficiente en un territorio aporta a la seguridad alimentaria, a la sostenibilidad ambiental, a la salud, genera empleo, conciencia comunitaria y resiliencia ante crisis, entre otros beneficios. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a dar el paso hacia esta transformación? Es hora de sembrar no solo semillas, sino también esperanza.