Un meme que circula por las redes ironiza la conocida mano dura de Donald Trump al afirmar que su pronta llegada a la Casa Blanca «ha puesto a rezar al mundo». Con igual tono sarcástico, vistas las cosas, otro chiste pudiera decir ahora que el mundo se persigna por que Biden se vaya.
La despedida del demócrata deja ardiendo al Medio Oriente gracias a su apoyo millonario a Israel, y el apañamiento inmoral que ello ha implicado a las guerras «no declaradas» de Tel Aviv a Gaza y Líbano, el reforzamiento de sus ataques a Siria, al norte de Yemen y a Irán, que tiene pendiente la respuesta prometida al último bombardeo israelí, una contesta a la que la resistencia iraquí ha dicho que se unirá.
Como si fuera poco, el rumor extendido desde el fin de semana y no desmentido explícita y directamente por la Casa Blanca de que Joseph Biden ha autorizado a Ucrania el uso de armas estadounidenses de largo alcance para ser disparadas al interior de Rusia, constituiría una verdadera declaración de guerra a Moscú que pondría en peligro, en primer lugar, la integridad de sus ciudadanos, y que en sentido geoestratégico representaría enarbolar banderas para que se desencadene otra guerra mundial.
De hecho, la confrontación Rusia-Ucrania ha estallado por el empecinamiento de la OTAN de rodear a la primera, jugueteando con el nunca aprobado ingreso de Kiev a la organización, lo que ha animado las ansias de Volodomir Zelenski por lograr lo que significaría poner las armas del enemigo de Moscú, a sus puertas.
Y se mantiene esa confrontación por la ayuda millonaria en dinero y en armas que la administración Biden ha entregado también a Ucrania, mientras presionaba para que pusiera lo suyo a una Europa donde muchos están cansados de sostener a Kiev.
Los trascendidos divulgados por el diario New York Times de que el Presidente estadounidense saliente autorizó el empleo de las susodichas armas para que sean disparadas hasta 300 kilómetros adentro del suelo ruso —según confirmó en una reunión de cancilleres, este lunes, el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell—, amenazan con una escalada que elevaría a un peligrosísimo nivel las tensiones.
Aunque según el diario Le Fígaro, Francia y Gran Bretaña también habrían accedido, Borrell fue tajante al asegurar que los Estados miembros de la UE no han llegado a un acuerdo para permitir a Ucrania dar ese paso. Puede entenderse como una protección al Viejo Continente y, además, como aclaración persuasiva hacia Washington que brinda alivio. «Están solos», pudiera leerse.
Mientras, desde Washington, sin ofrecer más detalles y 24 horas después de que estallara el escándalo con exclamaciones de desaprobación y preocupaciones dentro y fuera de Estados Unidos, el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, rechazó este lunes en rueda de prensa que su país hubiera «actualizado» su política sobre los ataques al territorio ruso, reportó Rusia Today.
Es decir, que ¿no hay movimiento? ¿Se trata de un desmentido? ¿No sabe lo que habría decidido Biden, o es la corrección de un mal tiro?
Aunque todavía tibias por falta de detalles y no del todo transparentes, esas declaraciones tienen el efecto de un balde refrescante sobre lo que parecía sería un fuego que frustraría la posible solución política al enfrentamiento Rusia-Ucrania, asomada tras la debilidad de Kiev en el frente de guerra, y reforzada por las especulaciones que se forjaron al calor de la promesa electoral de Trump de que «acabaré con todas las guerras».
Cesar la ayuda militar y la injerencia en el conflicto, lo que equivaldría a olvidar el propósito de usar a Ucrania como punta de lanza para aniquilar a Rusia, sería un paso suficiente para disponer la mesa de negociaciones.
De momento, con la cautela y la madurez que el asunto reclama, el Kremlin ha reaccionado llamando a revisar las declaraciones brindadas por el presidente Vladimir Putin en septiembre, cuando avisó que un ataque con armas de largo alcance proporcionadas por Occidente hacia lo profundo de su país, significaría que los países miembros de la OTAN están en guerra con Rusia.
«Si se toma esta decisión, significará, nada menos, que la implicación directa de los países de la OTAN […] en la guerra de Ucrania. Esa es una implicación directa», afirmó entonces.
La advertencia no tiene solo un trasfondo político y moral y un evidente propósito disuasivo sino, además, un sentido práctico.
Según dijeron los funcionarios estadounidenses que dieron la ¿noticia? a New York Times y fueron citados por el sitio web Antiwar, para poner en ejecución los Sistemas de Misiles Tácticos del Ejército (ATACMS), con alcance de hasta 190 millas, Ucrania necesitaría poner antes en marcha múltiples sistemas de lanzamiento de cohetes fabricados en Estados Unidos, incluido el HIMARS, pues son los que disparan los misiles.
Y Kiev solo pudiera lograrlo con coordenadas proporcionadas o confirmadas por EE. UU. y sus aliados, reseñó Antiwar.
Ello significaría una participación real y directa del Pentágono en la operación.
Esperemos que si la administración demócrata lo pensó, haya reflexionado dos veces. Para despedirse no es preciso tirar la casa por la ventana y, menos, lanzar por la borda la precaria estabilidad mundial.