Regresa la electricidad a mi barrio del Cerro, en La Habana, y con ella la conexión a internet y a las redes, y hasta una sensación de regreso a la vida. Una vida que siempre nos parece incompleta en este país donde muchos sentimos que no basta con rescatar la vida nuestra, sino la de todos los que ahora sobreviven tras el surco siniestro del huracán Rafael.
¿Cuántos llorarán por el techo y los bienes perdidos, incluyendo hasta los sentimentales que se guardan en cada rincón? ¿A cuántos les faltarán los servicios eléctricos, de agua y otros fundamentales…? ¿Cuántos habrán sentido en estas horas una mano sobre el hombro y una ayuda indispensable en medio de la desesperación que agita los ánimos…?
Son preguntas que asaltan a quienes, en este país donde intentamos levantar un proyecto de suerte colectiva, nunca nos sentimos completos cuando algo importante les falta a los demás.
Precisamente por eso al amanecer del paso del ciclón Rafael hicimos el aciago recorrido desde La Habana hasta la ciudad de Artemisa. Fue como una gran odisea a la cubana, que nos posibilitó abrazar a colegas y trabajadores de los principales medios de comunicación, junto con abrazar el sentimiento social que a esas horas poshuracanadas se hacía sentir en partes afectadas del occidente, especialmente de Artemisa.
Llegar a la capital de esa provincia desde La Habana por las carreteras que pasan por San Antonio de los Baños fue un periplo difícil. Hacerlo como exploradores del desastre nos permitió una idea, al menos parcial, de los efectos del meteoro.
Los accesos por carretera estaban casi todos cerrados por la caída de postes eléctricos y grandes árboles… Como suele ocurrir en estos casos, los que se aventuraban a esas horas por las vías eran una gratificante cadena solidaria, lo mismo guajiros que lamentaban las graves pérdidas en sus sembradíos —platanales, yucales, cocotales desfilaban doblados por los vientos a nuestro lado—, que personas que ya intentaban abrir y abrirse paso trucidando a machete limpio los despojos de la naturaleza, o motoristas que se las agenciaban para sortear los obstáculos y acercarse a los suyos o conocer cómo habían resistido sus centros laborales.
El paisaje mostraba signos de la inclemencia por estos mundos, pero a la vez no se observaban los paisajes atómicos que nos dejaron otros ciclones en distintos territorios del país. La primera impresión de alivio la tuvimos en San Antonio de los Baños, donde eran visibles los coletazos de Rafael, sobre todo en el arbolado urbano y viviendas con cubiertas ligeras, pero no había perdido todo su ángel altivo de ciudad condal que la hace famosa en Cuba.
En general, la infraestructura citadina había resistido, incluyendo la red eléctrica, pese a que colgaban por tramos hasta pedazos metálicos de las cablerías.
La misma impresión nos dejó la llegada y el recorrido por la ciudad de Artemisa. Desde muy temprano sus habitantes se habían levantado con fuerza cinco, y no tres como Rafael, y la mayoría de los despojos del arbolado urbano esperaban organizados, por cuadras, su recogida.
Los vientos huracanados sacudieron fuerte en instituciones hospitalarias principales, el estadio de pelota —que perdió una de sus torres de alumbrado—, un cine emblemático, torres de transmisión y otras instalaciones. También se ensañaron con casas en peor estado de mantenimiento o cubiertas ligeras, pero el panorama allí, aunque doloroso, tampoco era tan desolador como el observado por estos ojos tristemente acostumbrados a escrutar el rastro del paso de los ciclones en esta Isla situada en sus rutas.
A esas horas no se conocía de fallecidos a consecuencia del fenómeno, un gran alivio después de las experiencias sufridas en Guantánamo con el Oscar.
Los caminantes a nuestro paso nos alertaban que otras zonas de Alquízar, Mariel o Bahía Honda sí estaban muy devastadas, y que la recuperación en ellas sería duradera y costosa. Lo que más nos emocionó fue la fuerza y disposición a levantarse de la gente que encontramos en todo el trayecto, incluyendo la de nuestros colegas y trabajadores de los medios. Es la fuerza asombrosa de nuestra gente. También el buen ánimo, pese a todos los golpes recibidos. Los que hemos cubierto este tipo de desastres conocemos que la rapidez en la recuperación y la sensibilidad para atender especialmente las necesidades más perentorias en las zonas más afectadas, desde la más masivas y hasta las más focalizadas, deciden la visión social sobre la marcha de la recuperación.
En relampagueante diálogo telefónico con la primera secretaria del Partido en la provincia, Gladys Martínez Verdecia, al filo de la tarde, conocimos que se dirigía a un encuentro con los habitantes de esas regiones.
Las pobrezas y fragilidades sociales acumuladas se hacen más duras de afrontar tras las bofetadas de un huracán.
En esas situaciones se requiere poner a tope el funcionamiento de la estructura política, estatal, gubernamental y organizacional de la sociedad, reunidos en esa fortaleza cubana que es la Defensa Civil, que en el caso de nuestro socialismo tiene un diseño que debe favorecer la conexión con la base, sobre todo, en las comunidades. También en afilar las diversas formas de informar y comunicar para dar sosiego y confianza a los afectados en estas horas extremas de sufrimiento e incertidumbre. De igual forma, nos impresionó la reacción del gremio, con un núcleo maravilloso de profesionales, patriotas y seres humanos, que merecen todo nuestro apoyo, nuestra hermandad.
Muchos, como las brigadas de linieros que saltaron desde el oriente hasta Artemisa sin descanso alguno, llevaban largas horas, incluso días, sin dormir y habían dejado en casa a sus familias resguardadas para cumplir con su misión social. Algunos están afectados en sus viviendas y otros bienes. Nunca como en estos días tendremos que honrar esa idea de Fidel sobre la generosidad y la solidaridad de nuestro pueblo. A todos nos afecta grandemente la situación económica y sus derivaciones, pero si actuamos unidos, cohesionados y hermanados en estas situaciones haremos que las consecuencias sean menos dañinas, que los más afectados y en mayor vulnerabilidad no se sientan solos, sino acompañados, protegidos. #FuerzaCuba