Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del essedum a la arañita peligrosa

Autor:

Hugo García

Sobre los coches arañas quería escribir hace tiempo. Lo postergué porque lo consideraba como una tradición del campo cubano, y más que eso, una necesidad ante la precaria situación con el transporte, que en las zonas rurales se convierte en un hecho vital.

Sin embargo, durante estos días reflexionaba sobre las peligrosas arañitas mientras transitaba por varias vías importantes de Matanzas, Mayabeque y La Habana. Sucede que tanto en la Vía Blanca como en la Carretera Central, que atraviesa varios municipios matanceros, aprecié en horarios de entrada y salida de las escuelas decenas de arañitas por la carretera asfaltada, con pioneros encima.

Eso antes era un poco raro, pues casi siempre iban por la guardarraya paralela a las carreteras principales. Ahora las vi al amanecer, entre penumbras, unas alumbrándose con un diminuto celular, otras a oscuras totalmente, exponiendo la vida de todos sus tripulantes. Y aun cuando saben que obstruyen el tráfico, no se quitan.

Es verdad que esas familias quizá no tengan otra opción para llevar a sus niños a las escuelas rurales o a los pueblos cercanos, pero hay normas de vialidad y seguridad que no deben violarse de esa manera.

A esto se suman las arañitas repletas de yerba para el alimento animal, en número significativo también en cualquier horario, y otras con productos agrícolas. Los viajes a las zonas rurales siempre son azarosos por ese motivo. Y ni intentes regañarlos o señalarles que deben bajar para el camino, porque ya te imaginas los improperios y demás sandeces que pueden responder.

Conozco a un vecino que por muchos años se dedicó a fabricarlas y por eso sé que no son baratas. Aunque tiene su complejidad por las soldaduras, se construyen con apenas dos tubos, dos llantas y neumáticos de motos, un par de sillas plásticas y un maletero, además de enganches bien ligeros; luego viene la pintura y ya: con esos ingredientes, salen a nuestros caminos y carreteras las arañitas cubanas. La ligereza del peso del pequeño carruaje va en correspondencia con la velocidad que desplegará posteriormente.

Según los libros de historia, en la antigüedad los romanos empleaban distintos tipos de carruajes, según su función y uso, entre ellos el carrus, para el transporte de pasajeros, el plaustrum, para mercancías, y el essedum, un diseño ligero de dos ruedas en busca de mayor velocidad. Así que los cubanos evolucionamos del essedum romano a una arañita peligrosa.

A finales del siglo XIX y principios del XX, poseer un coche de caballos era un lujo privativo de familias ricas. Hoy es difícil saber cuántos vehículos de ese tipo circulan en la Isla, y no precisamente entre adinerados.

También es cierto que las carreras en arañitas son comunes en los campos y moviliza a mucha gente, incluso de las ciudades. Pero no se trata de eliminar algo tan arraigado, sino de llamar la atención sobre los peligros que entraña circular por vías rápidas con tales artefactos, sobre todo llevando niños.

Los demás choferes y transeúntes pretendemos que esos arrestados, al circular de noche o bajo condiciones meteorológicas adversas, al menos lleven las luces necesarias y no un simple celular; o que transiten siempre por los lugares autorizados y solo suban al pavimento, con extrema precaución, en estrechamientos e intersecciones, dándole prioridad a los vehículos automotores. Solo así evitaremos que a cada rato se produzcan accidentes mal tejidos por las famosas arañitas cubanas.

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