Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No roban bronce, sino historia

Autor:

Hugo García

Los daños ocasionados a los monumentos por personas inescrupulosas no es nada nuevo. Cada año se reportan sustracciones o perjuicios de tarjas, obeliscos o monumentos de valor patrimonial, tanto por la pieza en sí misma como por el personaje o el acontecimiento histórico que exalta.

Cuando supimos que en la Ciénaga de Zapata habían sido despojadas de los obeliscos a ambos lados de la carretera alrededor de una veintena de los nombres en bronce de un grupo de los mártires caídos en 1961, un gran dolor nos corrió por las venas. ¿Quiénes o quién fue capaz de profanar esos sitios históricos, venerados por su trascendencia patriótica?

Robar ese metal con los nombres y apellidos de los héroes, para derretirlo y convertirlo en algún otro objeto, merece todo nuestro repudio. Aunque las tarjas se repongan con otros materiales, el hecho en sí es abominable.

También en la Calzada de Tirry, cerca de donde vivió la poetisa Carilda Oliver Labra, fue arrancada de cuajo de la fachada la tarja metálica que identificaba el inmueble natal de la locutora y revolucionaria Violeta Casals.

«Sentí rabia y tristeza a la vez al ver ultrajada la tarja de esa gran cubana», nos dice el máster Regino Rivas Díaz, profesor, investigador y biógrafo de Casals.

En años anteriores fue sustraída, pero un vecino indagó con tanto ahínco que logró encontrarla antes de ser derretida y la repuso en su lugar. Esta vez todo indica que no va a correr la misma suerte.

En compensación, Yuniesky Deconcelé Irsula, director de la Escuela Taller Daniel Dall'Aglio, en la ciudad de Matanzas, asegura a este diario que ya tienen el mármol para tallar el nombre y otros datos de la insigne revolucionaria y colocar la nueva tarja en su sitio, presumiblemente para el 28 de octubre, aniversario de su fallecimiento, ocurrido en 1992.

De tal manera se expolia el patrimonio tangible en nuestros campos y ciudades, cuando en realidad se debiera rendir homenaje o recordación perenne a quienes representan. Al suceder estos hechos, uno se pregunta dónde podría haber sido derretido el valioso metal, porque se necesita tecnología para transformarlo con mucho calor, mínimo en un horno.

Este mismo diario abordó el tema en un reportaje hace unos años, ante el número elevado de saqueos producidos en la provincia. Nos viene a la mente la tarja dedicada al pelotero Martín Dihigo, en la avenida de acceso al estadio Victoria de Girón, rescatada dentro del lodazal de un campo de arroz cercano, donde los ladrones la escondieron, presumiblemente esperando el momento adecuado. Otra que desapareció tiempo atrás fue la que mostraba los nombres de los primeros pobladores asentados en la urbe, en el parque de Los chivos, en el corazón de la zona patrimonial de la Plaza de la Vigía.

Muchas tarjas de la ciudad han sido protegidas en la Sala de Epigrafía del museo provincial Palacio de Junco, donde reciben la preservación necesaria y pueden ser admiradas por los visitantes, sin el temor de que un día no amanezcan. Aunque se agradece que estén resguardadas, ciertamente deberían estar en sus lugares originales, aunque fueran sus réplicas.

Lecciones sobran ante infamias como estas, pero el vacío cultural y familiar salta a la vista, lo que entraña por parte de los perpetradores su insensibilidad y desconocimiento del cuidado patrimonial.

Muchos artículos y resoluciones abundan en la Ley de Cuidado del Patrimonio, pero todo es en vano cuando el menosprecio por los valores cívicos resquebraja la convivencia, la decencia y la educación ciudadana.

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