Pleno verano en Cuba. Se han registrado las temperaturas más altas de la historia. Son las dos de la tarde y el sol está, como refiere cierto dicho, «que raja las piedras». A simple vista es difícil contar, pero probablemente haya más de medio centenar de personas repartidas entre la sombra de un árbol, la entrada del Teatro Trianón y sus laterales. A algunos les toca aguardar al sol.
Todo ocurrió hace algunos fines de semana cuando terminaron las presentaciones de la semana de la obra dirigida por Carlos Díaz, Réquiem por Yarini.
Alguien dice que comenzó desde las nueve de la mañana, y quizá no especule, al ver la fila para comprar entradas. La venta inicia a las dos de la tarde. Hay personas sin almorzar, unos que salieron del trabajo y deben regresar, otros que a simple vista parece que vienen directo de la escuela, algunos que organizaron las tareas de la casa para dedicar un par de horas —o más— a comprar sus entradas.
En momentos tan complejos donde la comida o el transporte ocupan gran parte de la cotidianidad y la mente de muchos cubanos, produce satisfacción ver cómo las personas quieren ir al teatro e invierten su tiempo en comprar los boletos para, durante aproximadamente dos horas, dejar de lado las preocupaciones de la vida y sumergirse en la historia del célebre proxeneta que habitó el país a finales de los 80 del siglo pasado, Alberto Yarini.
Lo que sucedió con la obra del grupo de teatro El Público pudiera ocurrir con una de La Nave Oficio de Isla o la Franja Teatral. La cuestión es que las personas siguen buscando en el arte una escapatoria momentánea de esta rutina acelerada, donde en ocasiones el instinto de supervivencia supera los modales y, otras veces, asisten porque en esa obra se dice lo que ellos sienten; hay actores que escupen eso que a veces se nos atora en la garganta.
En Cuba, el arte se erige como una necesidad vital, un refugio donde la creatividad y la expresión se entrelazan para ofrecer esperanza y superación. Las instituciones y asociaciones que fomentan la creación artística juegan un papel fundamental al organizar talleres y actividades accesibles para todos los jóvenes y aquellos que deseen explorar su potencial. Estas iniciativas permiten que personas de diferentes condiciones económicas disfruten de conciertos y eventos culturales.
De ahí que el agradecimiento sea profundo para todos los que se dedican al quehacer artístico. Cada nota de música que nos envuelve, cada película que toca nuestro corazón y cada obra de teatro que nos hace reflexionar, representan regalos que conectan con la realidad de quienes vivieron en épocas pasadas o que, en nuestros tiempos, han enfrentado adversidades inimaginables.
A través de estas expresiones, encontramos historias que nos permiten sentirnos un poco menos solos en el vasto universo de las emociones humanas.
Agradecemos también a quienes eligen quedarse y luchar, y a aquellos que, a pesar de los obstáculos, siguen dedicando su energía a hacer que otros sean un poco más felices, aunque sea por un instante. En palabras de Nietzsche, «el arte existe para que la realidad no nos destruya», y el eco de esa idea se manifiesta en la Asociación Hermanos Saíz, donde se afirma que «el arte salva». (Tomado del sitio web de la Asociación Hermanos Saíz)