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Sistema monetario, ¿también multipolar?

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La multipolaridad a la vista o que ya se transita, según el ojo y el deseo de quién mire, no se circunscribe solo a la política y el comercio. El sistema financiero internacional también se mueve, y lo hace a buen ritmo.

Puede entenderse que los cambios en esa materia lleguen a cuenta de las fisuras sufridas antes por la unipolaridad gracias al auge de polos alternativos que disputan espacio y poder a la hegemonía de Occidente.

Hablo, por ejemplo, del grupo Brics y su acelerado crecimiento, dotado como está ese esquema de su propio Banco de Desarrollo, lo que permite el apoyo a proyectos de países del Sur con lo que, paralelamente, se amplían y empoderan las redes de la periferia para desafiar los dictados que han intentado regir al mundo hasta hoy.

Al Brics se suman otros mecanismos regionales como la Unión Euroasiática; o más locales, como puede considerarse la alianza estratégica y el incremento de las relaciones comerciales entre dos pesos pesados del entramado internacional: Rusia y China.

Es entendible que los «desclasados» se unan y junten fuerzas. Buena parte del éxito que cosechan en el afán de crecer y desarrollarse sin obedecer a recetas ni cortapisas, debe agradecerse a la propia política de coerción y chantaje de los poderosos. Las denominadas sanciones de EE. UU. y de una parte de Europa han sido acicate para emprender los desafíos. Las variantes eran transitar otros caminos o perecer, si se quería seguir siendo independientes en materia de decisiones políticas.

Pero, obviamente, un comercio que plante cara a las presiones de los dominadores tiene que buscar también una vía financiera que les permita el tránsito. Es así como el yuan, la moneda nacional china, se ha fortalecido, empeñada como está Beijing en extender su intercambio comercial, «de igual a igual» —como preconiza— por el mundo.

Pero lo más «transgresor» e influyente en relación con el orden mundial impuesto ha sido el uso de las monedas nacionales para las transacciones fuera de frontera, como lo hacen hoy, de mutuo acuerdo, más de una decena o, tal vez, decenas de naciones.

Irán, por ejemplo, está desarrollando una moneda local (el rial) extraterritorial, con el propósito de usarlo en las transacciones financieras con Rusia...

Hasta el FMI ha debido aceptar que países altamente endeudados le paguen plazos para la onerosa devolución de los créditos en yuanes como, al menos, lo hizo Argentina en algunos semestres de 2023… ¡Sus reservas estaban en cero!

El propio Fondo Monetario Internacional previno lo que sobrevendrá desde abril del año pasado. Si bien estimó entonces que «un sistema monetario internacional sustancialmente más fragmentado parece poco probable a corto y medio plazo» alertó que, no obstante, «el desenlace de acontecimientos geopolíticos mucho más rápido de lo esperado, podría acelerar la transformación del sistema monetario internacional hacia la multipolaridad».

No digo, ni mucho menos, que ese paso ya esté dado. Pero parece más cercano. El acontecimiento financiero más sonado de los últimos días que así lo anuncia, ha sido la no renovación por Arabia Saudita del acuerdo firmado hace 50 años con Estados Unidos para utilizar exclusivamente el dólar en sus transacciones petroleras. Es decir, que el precio de sus exportaciones de crudo se haría únicamente en dólares estadounidenses, al tiempo que sus excedentes de ingresos petroleros se invertirían en bonos del Tesoro estadounidense.

Haciendo uso de la especulación, la medida puede interpretarse como una toma de conciencia por aquella nación acerca de las ganancias que podrían quedarse por fuera si se sigue limitando el comercio de su petróleo al pago con dólares, cuando hay en todo el mundo tanta moneda local utilizada en las transacciones ligadas a la energía.

Más claras pueden verse las consecuencias: pocos dudan que será un puntillazo letal a la hegemonía de lo que ha dado en llamarse «el petrodólar», indicativo de un cambio en el equilibrio global del poder. Ello sigue marcando el declive de la dominación estadounidense también en este ámbito, y el nacimiento de una nueva arquitectura financiera mundial.

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