Inclusión es un término que se ha empleado mucho en el último quinquenio. Una respuesta a la necesidad de aquellos que siempre fueron marginados en el entendimiento de una sociedad carente de empatía y respeto por las diferencias de sus actores.
De ahí el surgimiento de determinados espacios en el intento de equilibrar a quienes socialmente eran privilegiados y a los que no. Sin embargo, la sociedad cubana está en un proceso acelerado de cambio, y el crecimiento interno nos lleva a abrazar los rasgos identitarios que nos hacen únicos y diferentes.
Habría que preguntarse en este contexto qué tan inclusivo es crear espacios solo para personas con determinada característica. Aunque propiciar la interacción social de quienes se han enfrentado a situaciones similares es importante, para sentir el refugio de una comunidad pequeña, el quid del asunto radica en no cerrarse a las interacciones con el exterior, para no perpetuar segmentaciones sociales.
Según la Unesco, inclusión es una oportunidad para enriquecernos a través de la participación activa en la vida familiar, educativa, laboral y social. Es reconocer que en nuestras comunidades todos somos diferentes, y por ello se debe respetar la diversidad de identidades, perspectivas y experiencias de las personas que la conforman, entre ellas las que viven en situación de discapacidad.
En ese ámbito, inclusión implica proporcionar apoyos adecuados para que las personas con discapacidad puedan participar plenamente en sus comunidades, y es un imperativo moral y social, en tanto garantiza que todos tengan las mismas oportunidades, derechos y dignidad, al máximo de sus capacidades y deseos.
Lograrlo requiere alejarnos de enfoques paternalistas y asistencialistas e ir hacia un modelo basado en el empoderamiento y la participación. En esa dirección, el Gobierno cubano ha realizado esfuerzos significativos.
Uno de los ejemplos más ampliamente difundidos es el artículo 430 del Código de las Familias, que reafirma el derecho de las personas en situación de discapacidad a una vida familiar digna y a ser incluidas en la vida comunitaria y social.
Sin embargo, existen desafíos para la inclusión de las personas con discapacidad en la sociedad cubana, ocasionados principalmente por falta de conciencia, prejuicios y discriminación, que pueden acarrear falta de apoyo y comprensión por parte de la sociedad.
De ahí que no podemos conformarnos con quedar en el nivel de observadores; es preciso entender la relación entre la manera en que las personas funcionan y cómo participan en la sociedad.
¿Cómo incluir a las personas en situación de discapacidad? Desafiando los prejuicios y la discriminación. Los medios de comunicación, las instituciones educativas y las organizaciones sociales tienen un papel crucial en la promoción de actitudes positivas y la ruptura de estereotipos dañinos.
Las diferencias de tratos y los paternalismos pueden llegar a resultar ofensivos, de modo que es recomendable evitarlos, y ofrecer colaboración o apoyo en caso de ser necesario, previo consentimiento de quien será beneficiado.
Asimismo, es de mal gusto la tendencia a subestimar las opiniones de personas discapacitadas, pues como todos son seres humanos con acumulaciones, tienen experiencias y enseñanzas que compartir y es menester saber escuchar, crear lazos, abrirles las puertas.
Para que nadie quede atrás, es hora de ganar conciencia: las personas en situación de discapacidad no son disminuidos o minusválidos; no están desposeídos o inhabilitados, no son solo «el ciego» o «la sorda», porque su discapacidad no los define. Son seres humanos tan valiosos e importantes como cualquiera y merecen todo el amor y respeto que sean capaces de inspirar.