La patria es la novia amada de poetas y guerreros, y también de guerreros poetas. A ella se han dedicado los más hermosos versos y por ella también se han realizado los más altos sacrificios, se han pelado las más feroces batallas, y se han alcanzado las más hermosas victorias, mientras nos contempla orgullosa.
De José Martí, hemos aprendido que amarla no es el amor ridículo a la yerba ni a la tierra, sino el odio invencible a quien la oprime y el rencor eterno a quien la ataca; aprendimos que ella es ara y no pedestal y que por ella hay que hacerlo todo. Así mismo, la patria ante todo, diría el Titán de Bronce, Antonio Maceo, un hombre cuyo patriotismo elevó a la cima de la entrega; o el de Ignacio Agramonte, cuando no quería verse nunca en la disyuntiva de elegir entre el amor a la patria y su Amalia.
Cada 14 de febrero, en el día del amor y la amistad, me resulta inevitable regresar a frases, escritos de algunos de esos guerreros poetas que escribieron sus mejores versos en el campo de batalla, en la lucha por la misma y única revolución que ha habido en Cuba, y que inició otro enamorado, llamado Carlos Manuel de Céspedes.
Un joven periodista, maestro y poeta, Raúl Gómez García, así escribió el 2 de junio de 1952 a su novia Liliam Llerena, en los tiempos en que comenzaba a conspirar para el inicio de la nueva etapa de lucha: Estoy viviendo estos días como de fiesta en mi interior, como un regocijo sano de ver como se empieza a cumplir la meta de mi vida. Esta alegría debe ser tuya también… es la alegría sincera del que ama el sacrificio por un ideal justo y por “la dignidad plena del hombre”.
Ya resuelto a unirse a los que en México se organizaban con Fidel para regresar a pelear por Cuba, Camilo Cienfuegos escribe una carta desde Estados Unidos a su amigo Reinaldo Benítez, el 1ero de julio de 1956, en la que expresó sus sentimientos sobre los hechos del 26 de julio de 1953: ese ha sido el día que más he querido a Cuba, fue ese día que le di gracias a la madre natura por habernos ofrendado una tierra como esa el día de la creación: una tierra donde sus hombres de arrestos mambises y arrojo sublime, se lanzan a la muerte, antes que vivir de rodillas (…)
Compartido entonces el mismo sentimiento, Juan Almeida Bosque componía la canción de amor de aquella generación guerrera antes de zarpar en el yate Granma, La Lupe: y ahora que me alejo para el deber cumplir, que mi tierra me llama a vencer o morir, no me olvides Lupita, acuérdate de mí.
El jueves 14 de febrero de 1957, a poco más de dos meses del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, cuando vivían la etapa inicial de la guerrilla y la victoria de La Plata ratificaba a la tiranía que estaban en pie de lucha, el entonces capitán Raúl Castro Ruz escribió en su diario de campaña en la Sierra Maestra: Hoy es el día de los enamorados y con todos estos sacrificios, le estamos haciendo todos los días el mejor regalo a nuestra amada Cuba.
Y en medio de la lucha aparece un joven santiaguero que hizo de la clandestinidad un bastión imprescindible en el combate: Frank País García. A su novia Elia Frómeta, escribiría la conocida como Carta de amor a la patria:
Soy distinto, sí, tienes una rival que me ha robado el alma por entero, que me absorbe en cuerpo y alma, que me hace circular la sangre más rápido al pensar en ella, que he sentido angustias y alegrías con ella. Que he llorado, y abundantemente, como un chiquillo, por sus tristezas. He sufrido ya tanto por ella que me siento suyo, ha tomado mi vida de una manera que no soñé nunca entregar más que a Dios. Soy suyo y ella es mía porque la quiero, la amo profundamente, de corazón.
La conoces aunque la has mirado muchas veces sin comprenderla bien. Tiene la falda de listas azules y listas blancas, un corpiño rojo y sobre su cabeza un gorro frigio y una estrella blanca. ¿Comprendes esto? ¿No? Pues compréndelo, porque así soy mientas tenga fuerzas para quererla.
He olvidado todo. Tú, yo, los demás. Para mí no hay nada más que ella. No me interesa ya nada de nada, sólo ella. Me siento como poseído. En mis venas arde un solo deseo, servirla. Me vejan, me dejan solo, sufro, pero ya no me importa. ¡Qué me va a importar si la tengo a ella!
Para el Che, el valor de la patria grande latinoamericana y del mundo, lo demostró en sus viajes, sus luchas, en su vida y en su caída en combate. Sobre el pueblo de Cuba, vale esta línea de su carta de despedida Fidel: que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo, y especialmente para ti.
Y así han estado los guerreros con su amada Cuba, escribiéndole canciones, poemas, desvelados por el deber y enamorados de su causa, para regalarle todo el triunfo. Palabras y hechos, ejemplo y poesía…todo para que este 14 de febrero recuerde además las palabras de Fidel, que encabezó una revolución de amor a los seres humanos, el 4 de junio de 1960: gracias a que hay un sentimiento que se llama amor a la patria, somos fuertes.