Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un trueno tremendo en Guisa

Autor:

Osviel Castro Medel

No hace falta ser un experto en cuestiones bélicas para afirmar que lo sucedido en Guisa hace 65 años resultó más que una batalla de 11 días y diez noches. Fue como un trueno-ruptura, que todavía resuena en el reloj de la historia nacional.

Solo hay que aportar un dato para darnos cuenta de la proeza escrita entre el 20 y el 30 de noviembre de 1958: los 180 integrantes del Ejército Rebelde siempre pelearon en una proporción de un insurgente armado contra ¡12 hombres! altamente equipados. Y aun así triunfaron.

Como si no bastara lo anterior, digamos que los guerrilleros libraron 22 acciones combativas contra varios batallones, que poseían, entre sus pertrechos, tanques y aviones.

«Es como un Jigüe a las puertas de Bayamo», sentenciaría Fidel para ilustrar la magnitud de los enfrentamientos. Sí, porque cercada la guarnición de Guisa y atrapado entre fuegos un batallón de rescate, el Ejército envió en días sucesivos diez destacamentos para tratar de sacar a los sitiados. En la batalla de El Jigüe (11-21 de julio de 1958) ocurrió algo similar, aunque entonces los rodeados se rindieron y en noviembre pudieron escapar, pero a un costo demasiado elevado.

Quien visite el escenario de la batalla por primera vez seguramente quedará sorprendido, al comprobar que aquella encarnizada lucha, que aceleró la victoria verde olivo, no acaeció en la profundidad de nuestras serranías, sino al lado de una carretera asfaltada, a menos de 20 kilómetros de la Ciudad Monumento, que para colmo era sede del famoso Puesto de Mando de Operaciones contra la Sierra Maestra.

¡Si cada cubano pudiera estar por esos lares y tocar con los ojos esa historia! Qué magnífico sería si cada joven pudiera subir la Loma del Martillo, desde la cual Braulio Curuneaux hizo cantar la ametralladora y cumplió la promesa de «Por aquí no pasarán», hasta que su cuerpo voló despedazado por los aires, el 27 de noviembre.

Siempre he sostenido que aquel hombre de 29 años entonces bien pudo llamarse Bravo porque se transfiguraba en león en cada combate. Había sido sargento del Ejército, pero empezó a desmarcarse de ese uniforme después de las torturas empleadas contra los moncadistas, con las que jamás estuvo de acuerdo. Terminó siendo uno de los héroes de la batalla y la más sensible de las 35 bajas insurgentes.

Tal vez los números que siguen puedan dar una idea del tamaño del éxito rebelde. El botín de guerra de los barbudos, encabezados por Fidel, sumó 130 granadas, 55 000 balas, 70 obuses de morteros, una bazuca, siete ametralladoras calibre 30 con trípode, cientos de mochilas, 14 camiones de transporte, víveres y medicinas, entre otros recursos. Mientras, las tropas batistianas sufrieron unas 200 bajas, entre muertos y heridos.

Hablando de Fidel: trataron de asesinarlo el día 23, tal como ha contado el historiador granmense Aldo Daniel Naranjo. Para eso vistieron a un soldado de campesino, pero fue atrapado antes de llegar a Santa Bárbara, donde el líder revolucionario había situado su comandancia. Suponían que matándolo se acababa la tormenta; al parecer la figura del Comandante les inspiraba miedo, tal como señala el parte de guerra confeccionado días después: «Tenemos todo comprometido. Fidel Castro dirige personalmente sus tropas: es necesario el envío de refuerzos urgentes».

Y no podemos pasar por alto que en Guisa combatieron, al lado de bisoños soldados, integrantes del pelotón de las Marianas, quienes demostraron que también en las grandes batallas podían crecerse. Ellas y sus compañeros se convirtieron en verdaderos soles, soles de carne y hueso, que todavía nos alumbran y nos hablan de triunfos, por encima de imposibles.

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