Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Entre laberintos de comparaciones

Autor:

Nelson García Santos

La realidad nos tiene acostumbrados a vivir bajo el signo de las comparaciones a las que somos sometidos desde el mismísimo momento en que nacimos. ¿Son si para bien o para mal?

Obvio que comunican de manera fácil, eficaz y rápida mensajes y, según definiciones académicas, devienen una operación lógica consistente en la confrontación de objetos, hechos o fenómenos para establecer sus relaciones, diferencias o semejanzas.

Las hay sobre igualdad, superioridad, inferioridad, de similitudes… casi siempre en un lenguaje de imágenes y metáforas. ¡Elemental, hombre! Disculpe respetabilísimo, pero no es exactamente así, más bien su calificativo refrenda una verdad solo a medias. ¿Por qué? Luego de esa pincelada de prólogo para evitar caer de sopetón en el tema, voy explícitamente sobre las comparaciones basadas en anacronismos, las irrespetuosas y macabras que desvirtúan en cierta medida su esencia, que se definen por un cotejar compasivo y de comprensión que reconoce virtudes y defectos.

Sobresalen las ingeniosas y hermosísimas para elogiar esa belleza de la mujer, capaz de mover hasta una estatua, que incitan los sentidos de solo mirarlas.

A diferencia, pululan las irrespetuosas que tildan con determinada característica de un animal a una persona, se burlan de su estampa física y, en el colmo de los colmos, hasta de un defecto anatómico de nacimiento o por un accidente. (Hay que ser… sí, eso mismo que usted, casi seguro, también pensó) Sobre las macabras basta decir que por lo general evocan o se relacionan directamente con la muerte. La esgrimen por excelencia los tiñoceros. ¡Y, por desgracia, esos se cogen a sombrerazos!

Completan el trío las anacrónicas utilizadas para apuntalar criterios personales barnizados sobre una situación actual que nada tiene que ver con la de antaño. En esencia las esgrimen con el fin de avalar criterios individuales o de un grupo de personas sobre la base de engañar, o cuando menos falsear la realidad. Saltan a la tribuna de la calle en boca de sus promotores ante cualquier acontecimiento del momento, sea un huracán, un incendio, un accidente del tránsito o de cualquier tipo, una bronca, una decisión administrativa, una actuación de la policía y, por supuesto, sobre la economía. Su enfoque siempre de dardo en dardo envenenado.

¡Aguántense, suspicaces! Se puede cuestionar o criticar sobre la base de la lógica, nunca de la mentira. ¿Qué puede ser inconsciente? (Qué va, esa manipulación huele a los propósitos sabidos de memoria) Las irrespetuosas acogen los nombretes, más allá de los daños sicológicos que estos pueden desencadenar en las personas, originan hasta reacciones fatídicas. Sobre ese tema leí hace muchísimas primaveras un cuento con un final proverbial.

Un hombre al que le indilgaron el perverso nombrete de cara de caballo en un desbordante instante de ira terminó matando. En el juicio su ingenioso abogado dijo: «Excelencia, ese respetable hombre ha soportado durante toda la vida que le digan cara de caballo, cara de caballo, nada más que de asomarse a la calle, cara de caballo, cara de caballoooo… ¡Basta! exclamó el magistrado golpeando con el mazo elestrado.

Unos minutos de silencio hasta que se escuchó la voz enfática de la defensa: «Con todo respeto, excelencia, usted no ha soportado escuchar un minuto esa palabra». Él la aguantó estoicamente casi toda la vida.

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