Ese campaneo que sigue sonando de arriba y de abajo está abriendo caminos con la peculiaridad ahora de convertir las palabras en un hecho tangible para los bolsillos. Y progresa sin velocidad supersónica, pero tampoco a paso de jicotea. ¡Paciencia, mucha paciencia! ¿Verdad?
Su esencia no se basa en el plumazo, método que encanta a los burócratas casi siempre para incomodar, sino en la justeza con beneficios para todos los involucrados y, consecuentemente, para la sociedad.
El campanazo mayor lo ha dado el Presidente, sin tapujos y sin suavizar la realidad, cuando enfatizó en que los precios abusivos no se pueden permitir en esta sociedad y hay que ir de una manera más enérgica a resolver ese problema: el tema que más le ha planteado la población.
Para evitar falsas expectativas ha reconocido, a la vez, que existe una inflación, y el despegue de ese horizonte tampoco solo se va a resolver con bajar
los precios, pero ha insistido en que sí podemos acabar con el abuso, con la especulación, con el aprovechamiento de la situación por parte de un grupo de personas que actúan sin conciencia, sin compromiso hacia la población, desdeñando el esfuerzo que se hace. Vale sobremanera esta verdad verdadera.
La manera más enérgica, para el buen entendedor al que con pocas palabras le basta, refuerza el mensaje de que a los que les toca instrumentar la medida no deben dormirse en los laureles y muchísimo menos en el momento de definiciones, de la acción inmediata. La demora es terrible ante las emergencias.
Acá en la geografía villaclareña tengo a mano un ejemplo que demuestra que es posible regular sin arbitrariedad aplicando la lógica económica de valor universal.
El Consejo de Gobierno de Villa Clara fijó montos máximos a 20 productos agrícolas de alta demanda, cuyo margen de comercialización no podrá ser superior al 40 por ciento de ganancia, luego de un análisis con productores individuales y formas productivas.
Obvio, el acuerdo estableció sanciones para los incumplidores como la venta forzosa y hasta la aplicación del retiro de la licencia para comercializar.
Más allá de que los precios actuales para viandas, hortalizas y frutas tampoco son de bagatelas, sí son más bajos que los anteriores que, además, cada día iban para arriba afincados en la filosofía de que hago lo que me da la gana. Y punto.
Pues se acabó el festín, aunque lo hecho tampoco sea perfecto y haya aún transgresores, en especial ese eslabón suelto que son los carretilleros. Con la medida se mantiene el abastecimiento en los mercados, independientemente de que en ocasiones falta determinado producto por la escasez, según directivos de la Agricultura.
Los mercados evidencian en esta ocasión que la treta de algunos comerciantes de desaparecer los productos topados no funcionó, al menos, a rajatabla. ¡Qué bueno!
Habrá todavía insatisfacciones en la gente, pero este ajuste de precios marcó un antes y un después, porque lo está distinguiendo un mejor control.