Si en estos tiempos tan difíciles de inflación y escasez llegamos a cualquier cafetería y nos encontramos variedad de productos a precios módicos, puede asemejarse tal vez esa sensación a la de toparnos con un oasis en medio de la frustración del desierto, o sencillamente constituir un espejismo crudo y duro en toda su extensión. ¿Verdad?
Desde hace varios días o quizá desde mucho antes, porque siempre ha existido, no pocos se impactan con ciertas apariencias intencionales que buscan momentáneamente sostener una imagen ficticia de la realidad, mientras se le ocurre a alguien carente de sentido común, dar la sensación de que «todo está bien» a los visitantes de turno.
Sucede incluso hasta en nuestros hogares, cuando recibimos visitas que nos son relevantes y hacemos todo lo posible por agradarles. Pero siendo justos, los falsos maquillajes dan una ilusión que a la larga terminan cayendo cual telón teatral sin sostén o mentira improvisada.
De algo así fueron testigos hace apenas unas jornadas atrás quienes se encontraban en la terminal de ómnibus nacionales. Por pura coincidencia, ese día estuve allí solo para utilizar los servicios del cajero automático y, sin embargo, pude percatarme rápido del ambiente «inusual».
Resulta que un grupo de candidatos a diputados al Parlamento por el municipio de Plaza de la Revolución, lugar donde está enclavada la muy concurrida terminal, estaban de recorrido por ese centro. Algo que, además, por estos días se ha vuelto frecuente y necesario en el objetivo de que los futuros representantes del pueblo conozcan en profundidad las problemáticas reales existentes.
Ahora bien, aprovechando el contexto de la visita, al parecer a la terminal decidieron «maquillarla» con ofertas un tanto irreales hoy en su cafetería perteneciente al grupo Palmares. Si les digo que allí se vendió refresco en lata a 60 pesos o combos de distintos tipos con croquetas, bolitas de queso y otras variedades por precios que apenas excedían los 160 pesos, en un recinto, además, que carece por lo general de ofertas regulares, quizá usted
piense que exagero. Sin embargo, infelizmente no lo hago.
Lo que resulta un truco de «apariencias», en realidad termina siendo la jugada engañosa que, cual mago poco astuto, todos identifican de inmediato. Tanto es así que en el caso de la terminal, para el día siguiente a la visita, las variedades se redujeron solo a dos productos: entre ellos turrón de maní a 360 pesos. Evidencia de que el espejismo más bien fue una cortina de humo o un paripé, como diríamos en buen cubano.
La naturalización peligrosa de hechos como ese nos daña por partida doble. Primero porque la sociedad no es ingenua ni vive desconectada o enajenada de sus problemas cotidianos y, segundo, porque se trata del valor de peso que lleva consigo la credibilidad.
Sin dudas, preocupa el arraigo de estas actitudes que vuelven a reproducirse con mayor frecuencia de lo que desearíamos. Por supuesto que a nadie le incomoda ver que existan ofertas módicas a diario. De hecho, a ello hay que seguir aspirando con todas las fuerzas posibles. Pero se cono-
ce muy bien la situación económica actual y que, por demás, hoy estos precios ni los productos en la terminal de ómnibus nacionales el 28 de febrero, constituyen práctica cotidiana. En toda instancia ocasional, como ahora.
¿Pensarán quienes toman las decisiones de prepararse y de paso maquillarse para recibir visitas importantes, que estos últimos no se dan cuenta de cualquier hecho falseado? El caso de la terminal resulta incluso un mínimo ejemplo, porque existen otros extremos que van hasta asfaltar o pintar una calle horas antes de la visita. Siendo justos, ¿pensarán estos en el daño real que causan a nuestro proyecto socialista, al pueblo y a ellos mismos los falsos maquillajes?