Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La burla

Autor:

Jorge García

La fortaleza amarilla no cedía y los asaltantes desistieron. Él protegió la retirada frente a una ametralladora enloquecida, hasta quedarse solo, solito en medio de la calle.

-¡Lo tengo!- proclamó la Enviada.

Ya iba a cargárselo cuando un automóvil, marcha atrás a  toda combustión, rechinó a su lado y se lo arrebató de las manos.

Días después fue sorprendido extenuado y adormilado, pero un militar milagroso en tres T (tinto, teniente, Tartabull) impidió que la jauría amarillosa lo despedazara.

-¡Maldito negro! ¡Me las pagarás!- rugió la Enviada y partió presurosa tras el otro para no perderle ni pie ni pisada.

Juntos estuvieron dentro  de la paja de caña, oculto él del avión que perseguía a los sobrevivientes del desembarco de diciembre. No lo volverían a atrapar ni dormido ni vivo, se había jurado. La miró de frente, colocó el cañón del fusil bajo la barbilla y el índice en el gatillo; cerró los ojos.

-¡Qué jamón!- se regocijó la Enviada y le dejó hacer, pero ya  roncaba, volando a lomo de un ave blanca con una flor como espada y las espinas huían despavoridas…El dedo se había retirado del disparador y la Enviada, impaciente, hizo por retornarla, y él despertó. Anochecía. Se incorporó, sacudió la ropa y volvió a mirarla de frente; sonrio  y volteó hacia lo alto de la loma.

Allá arriba se le apareció disfrazada de guajiro colaborador. La noche más fría compartieron la frazada; entre las ropas escondía una pistola y dos granadas, pero no tuvo valor y terminó descubierto.

-¡Este hombre es de jabón!- protestó la Enviada.

-¡Está unta’o!- corrigieron los babalaos cuando, entre vítores  del pueblo por la sangrada libertad y fin de la guerra (el mundo entero lo vio por la TV), un palomo blanco arrulló a la hembra desde el hombro raso  y fue su primera charretera.

Cazarlo se convirtió en una obsesión: el habitual chocolate sería puro cianuro, un colorido caracol bajo el mar explotaría al contacto de su mano curiosa, la cámara de televisión le dispararía a quemarropa; un salón universitario, preñado de C4, estallaría con público y todo…Sin embargo, la Enviada contaba los fracasos de 20 en 20, incluidos los de una treintena de agentes especiales, especialmente especializados en bombas , combate cuerpo a cuerpo y a distancia; armas blancas, negras y de todos colores, comunicaciones, redes clandestinas, falsificación de identidades, acciones comando…verdaderos especialistas.

-¡Supermanes!- Aplaudió la Enviada, -¡mediocres!- la decepcionaban en seguidillas.

Y para colmo, él también salió airoso de espectaculares traspiés y desmayo, ambos públicos; y de un padecimiento grave con previo sangramiento, igualmente público. La Enviada puso el caso entonces a disposición de sus incondicionales aliadas: las feroces Manecillas.

-¡Acaben con este hombre!- les imploró y se sentó a esperar.

El día de la Hora irrumpió en la habitación y atrancó puertas y ventanas previendo otra escapada, pero era innecesario: el viejito apenas hacía bulto en la cama y respiraba con ahogos intermitentes, mas aparentaba serenidad. Al sentirla enfrente, sus ojos cumplidos escudriñaron en la penumbra del instante final.

-Llegas a tiempo- musitó. Entonces casi sonrió y le sacó la lengua.

 

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