Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Vaya a bañarse!

Autor:

JAPE

Esta frase es muy común en algunos de nuestros padres o abuelos y formaba parte de la educación y el buen uso del idioma con metáforas singulares. Cuando a alguien se le decía: ¡Vaya a bañarse!, en horario y lugar que no eran propicios para un baño, significaba que estaba de más, que su presencia y discurso no eran gratos ni permisibles. Era una forma decente de echar, botar, alejar a alguien. Ahora que los valores escasean (no me refiero a precios) y en nombre de la «modernidad» y la libertad de expresión, es mucho más fácil mandarlo para la pi..., tres coma catorce.

No obstante, y antes de que me manden para algún lugar no deseado, les comento que no se trata de parábolas lingüísticas y sí de un sano consejo que quiero enviarle a mi amigo Floro, quien en su más reciente misiva me ha consultado:

«Estimado amigo JAPE, para gran sorpresa de los cubanos el invierno este año ha aparecido en días tempranos de noviembre. Ya casi estábamos acostumbrados a algunas brisas frescas en los meses iniciales del año, e incluso en otros años acudíamos al mar y al aire acondicionado en pleno diciembre. Lo de acudir al mar no es problema luego de la apertura total. Lo del aire acondicionado es más complicado. Pero no me detendré en estas valoraciones y seré directo al esbozarle mi propuesta devenida profundo análisis: Pienso que sería bueno que aprovecháramos al máximo estas agradables e inesperadas temperaturas bajas (no olvidar que para los cubanos menos de 25 grados ya es clima polar) para afincar en el ahorro. ¿Podríamos bañarnos solo cada 72 horas?

«Esta pregunta se basa en un profundo estudio que ha arrojado la siguiente conclusión: al reducir nuestras emisiones de baño a esta frecuencia (que traducida al lenguaje popular sería un día sí y dos no, o 24x48), estamos haciendo un notable ahorro que ayudaría a la economía nacional y sobre todo a la economía personal. Matemáticamente hablando, se trata de dos tercios del mes (20 días) en que no gastaríamos agua, jabón, combustible para calentar el agua y otros recursos asociados como champú, suavizador, gel… y tiempo. Cuando hablo de tiempo no solo me refiero al tiempo real de un baño que oscila entre cinco y 30 minutos. También incluyo el tiempo que se gastaría en una cola para adquirir los recursos asociados, que sin discusión alguna es un espacio de tiempo incalculable, pues su valor tiende a infinito debido a múltiples condicionantes que nuestro pueblo ya conoce».

Estimado y querido Floro, aunque a priori pueda parecer una excelente idea le puedo asegurar que en largo tiempo no había escuchado algo tan descabellado… bueno sí, últimamente he escuchado y visto algunas cosas bien descabelladas, pero ahora no vienen al caso. Centrémonos en su propuesta de baño cada 72 horas. Sobre el tema tiempo referente a las colas no es válido, porque lo que pudieras ahorrar en jabón, champú, gel… tendrías que gastarlo en desodorante y perfume para contrarrestar el consabido mal olor consecuente de la evasión del baño diario.

Más allá de este simple análisis tiempo-valor de uso, vayamos a la importancia científica y profiláctica de un sabroso baño e incluso hasta dos al día. Bañarse es salud, lavar nuestras manos constantemente, asear nuestros más recónditos lugares con frecuencia es imprescindible para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y del intercambio social. Desde la antigüedad los romanos rendían culto al baño, era prioridad, y hasta los más pobres gozaban de espacios públicos en los que podían tomar un buen baño. Aunque en otras civilizaciones no fuera así, en el caso de los cubanos somos por esencia latinos, así que el baño y el aseo lo llevamos en la sangre. Es cierto que los romanos sumaban al placer de la higiene física algunos productos como yerbas aromáticas, flores, leche, aceites… Quizá el ahorro que propones pueda estar relacionado con estos agregados, sobre todo con los dos últimos, pero en general no apruebo esa «brillante» propuesta y de la forma más literal posible y con metáfora incluida le digo a usted: ¡Vaya a bañarse!

 

José Antonio Portuondo Valdor (Santiago de Cuba, 10 de noviembre de 1911-La Habana, 18 de marzo de 1986). Crítico, ensayista e historiador literario. Premio Nacional de Literatura 1996.

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