De Camilo Cienfuegos Gorriarán se ha escrito y pensado poco. O para ser más precisos: se ha escrito y pensado poco a la hora de proyectar su figura sobre estos tiempos. Por supuesto que de él se ha hablado (aunque debiéramos hacerlo más). Claro que se ha investigado y se debe seguir la búsqueda en la memoria de quienes lo conocieron, y hasta en el olor de los montes y zonas agrestes por donde pasó, para mantener vivo su ejemplo.
Pero, como todo héroe, Camilo está condenado a ser bajado continuamente del lugar de las estatuas. Se reverencia su legado a tal punto que, para los jóvenes, termina por convertirse en un ser tan valiente, tan osado, tan perspicaz, tan leal, tan pícaro (en el mejor y más cubanísimo sentido de la palabra), que su personalidad, de tan perfecta, parece inalcanzable.
Quizá ese sea el peor favor que se comete sobre una persona que era toda humanidad. Él no era solo su sonrisa. Con él vale la pregunta reservada para otros de su estatura: ¿qué defectos tenía? Detrás de aquel carisma inmenso, de ese encanto fulgurante que arrastraba pueblos enteros, ¿cuáles podían ser los rasgos chocantes de su persona?
El Che afirmaba que Camilo supo reconocer sus defectos de guerrillero (muy comilón y dormilón, y con solo esos dos adjetivos es suficiente para imaginar los demás) para convertirse en un modelo de combatiente y jefe. Es decir, el Señor de la Vanguardia demostraba en la vida real, en medio de los rigores y angustias de la guerra, en su dimensión más íntima, una capacidad de autocrítica constante.
Eso se llama humildad. (¿Les dice algo, autosuficientes de hoy?). También entereza moral. Porque el héroe es héroe no solo por su valentía y todo lo demás. El ser humano alcanzará esa condición por la capacidad de lidiar en la intimidad con las incapacidades de su propia persona. Camilo lo hizo. Y la Cuba de hoy está llena de muchos héroes y heroínas como él, aunque no se conozcan.
Llegados a esta parte, ¿por qué decimos que de Camilo se ha escrito o pensado poco para los tiempos actuales? La interrogante pudiera conducir a otra: ¿cómo el ejemplo de ese hijo, nacido en la barriada habanera de Lawton, sirve para hacer palpable hoy (no para mañana o pasado, o en un futuro añorado) ese socialismo próspero, sustentable y democrático?
Su osadía, esa conducta (se pudiera decir) eléctrica ante las dificultades y la búsqueda de soluciones, constituye un atentado a las posturas quietistas, a la falta de innovación. Está su humanismo frente a supuestos dirigentes y funcionarios que no se conduelen del dolor ajeno o terminan aceptando como normal las dificultades que deberían resolver. Está su vergüenza. Pero también se encuentra la firmeza y claridad de sus convicciones frente al grupo de los que se dicen profundamente revolucionarios y socialistas, y sin embargo se sientan felizmente a jugar cartas con los enemigos más terribles de Cuba. Frente a todos ellos (burócratas y oportunistas de adentro y afuera) se alza la figura de Camilo Cienfuegos Gorriarán.