Ahora que ruedan noticias y expectativas sobre nuevos trenes evoco los de mi infancia detenidos en la nostalgia: siempre pulcros en la comodidad, con pasajeros silenciosos y somnolientos. Eran para el niño viajero un caleidoscopio vertiginoso de los paisajes cubanos por sus ventanillas. Puntuales, al punto de que los vecinos del pueblo confirmaban la hora con sus pitazos, mientras la chiquillada se alebrestaba por las callejuelas.
Aquellos trenes eran también la sensación de que algo inmenso e ignoto, desde o hacia muy lejos, trascendía la quietud pueblerina. Una especie de trasvase a otros mundos. Y los románticos andenes, escenarios de partidas y retornos, abrazos y besos. Las partidas, casi siempre lacrimosas hasta más ver, mientras por la ventanilla presurosa iban empequeñeciendo seres queridos agitando sus pañuelos. Eran adioses rotundos, sin los móviles y las inmediateces de hoy.
Más que trasnochada evocación, este recuerdo es intencional pretexto ahora que comienza a modernizarse el ferrocarril cubano, tras largo deterioro no solo material, sino también descarrilamiento de la cultura ferroviaria y todas sus excelencias y bellezas en un país que, en 1837, fue el segundo en este hemisferio y el séptimo en el mundo en inaugurar ese medio de transporte.
Por una u otra razón, se nos fueron años viajando en trenes deplorables y sórdidos, en travesías agónicas, que dejaron por el camino profesionalidad y exquisitez del servicio; y fueron marchitando el trabajo de sus tripulaciones con el desestímulo y el desaliño, al tiempo que fue deteriorándose la conducta de los pasajeros en aquellos desparpajos rodantes.
Si recuerdo esas pesadillas no es para cebarme en lo pasado, sino para mirar hacia adelante y alertar, porque la historia de lo feo e inoperante sirve sobre todo para no repetirla, cuando solo faltan horas para que comience una nueva etapa en la transportación de pasajeros por ferrocarril, que desde un principio, en un sostenido empeño, debe ir sobre rieles, en su sentido más profundo.
Como informaron el Ministerio de Transporte y la Unión de Ferrocarriles de Cuba, los modernos coches chinos mucho que han costado en medio de tantos problemas financieros del país. Se han adoptado todas las medidas para que sus tripulaciones operen con excelencia y puntualidad hasta el detalle; y los viajeros les correspondan con respeto a las normas reglamentarias. Otro tanto de responsabilidad tendrá que ejercer la policía ferroviaria en sus flamantes vagones.
Cuba espera con mucha expectativa esta superior arrancada del servicio ferroviario. Hay quienes cruzan dedos, acostumbrados a que estrenos, reinauguraciones y segundas vueltas languidezcan con el tiempo sin fijadores de incentivos y buenos hábitos. Esas inconstancias han marcado nuestras vidas.
Pero así como el turismo carga con el serio afán de locomotora del resto de la economía cubana, así los ferrocarriles cubanos tienen la oportunidad hoy de encabezar el viaje sin retorno a la calidad, el esmero y el detalle en los servicios a la población.
Lo cierto es que con la salida este sábado del primer convoy ferroviario de nuevo tipo, se pondrá a prueba la capacidad de los ferrocarriles cubanos, y también de sus pasajeros, de regenerarse y volver a andar sobre rieles. Ojalá se recuperen por el camino los buenos recuerdos y tantos empeños no se descarrilen.