La aprobación del cronograma para la unificación monetaria por el Consejo de Ministros se robó el «show» mediático semanal. Sin embargo, aunque menos publicitado, el ejecutivo aprobó también en su último encuentro el perfeccionamiento del Ministerio de la Agricultura, tanto en su área empresarial como en la presupuestada, y ello no es peccata minuta para la macro o la «persoeconomía», como jocosamente la califica un amigo.
El proceso duró más de dos años, y se inició con un profundo diagnóstico que puso de manifiesto la complejidad de los problemas que afectan los resultados productivos y económicos del sector, se dijo en el evento gubernamental.
Lo cierto es que este es otro asunto que apremia tanto como la unificación monetaria, pues como señaló el Presidente Raúl Castro en carta reciente a los participantes en un encuentro de productores agropecuarios, sin su solución no podremos lograr que el país avance de manera sostenible.
Aunque Raúl catalogó este como un problema de seguridad nacional desde el 26 de Julio del año 2009, y se han aprobado unas 14 políticas para dinamizarlo, con mayor o menor grado de implantación desde la celebración del VI Congreso del Partido hasta la fecha, en nuestros campos no acaba de darse el despegue en propiedad que todos esperamos, como admitió el Jefe de la Comisión de Implementación de los Lineamientos, Marino Murillo.
El funcionario ha subrayado que el pueblo, representado por el Estado, es propietario del 80 por ciento de la tierra, mientras que del 70,5 por ciento del área agrícola total está encargado el sector cooperativo y campesino, ya sea como dueño o usufructuario; pero las medidas puestas en práctica durante décadas en la forma de gestionar la tierra no han conducido al necesario aumento de la producción.
El mismo Murillo apuntó, en el mencionado encuentro nacional, que la agricultura tiene problemas, pero hay uno que debe concientizarse para entender la necesidad de que este sector emerja. El último censo arrojó que somos un poco más de 11 millones de habitantes, de los cuales laboran cinco millones, y de estos, aproximadamente 960 mil están ocupados en el sector agrario.
Lo más preocupante es que la agricultura solo le aporta hoy al producto interno bruto (PIB) el tres por ciento —cuando en 2008 era alrededor del 20 por ciento, según estudios—, además de que de los 960 mil trabajadores del sector, cerca de 300 mil no se vinculan directamente a la producción.
Ese último detalle grafica el significado del perfeccionamiento de este Ministerio aprobado en la pasada reunión del Consejo de Ministros. Entre los graves desajustes que se deben resolver está precisamente esa fuerte carga burocrática y todos los traspiés y frenos que de esta se derivan.
A lo anterior habría que agregar que se precisa de la capitalización y modernización de los campos, además de las industrias que deben expandirse, y de pagos más estimulantes y oportunos a los labriegos —que todavía demoran meses en algunos lugares—, todo lo cual podría impulsarse con el mismo dinero que hoy se usa para las importaciones, como ha reconocido Raúl, además de formas más dinámicas de comercialización, que ya se experimentan.
La desmemoria no nos puede permitir olvidar que la agricultura llegó a aportar en 1991 —aun con insuficiencias— el 83 por ciento de los fondos exportables de la nación, de los cuales el 77 por ciento correspondía a la agroindustria azucarera.
Los especialistas argumentan que la rama agropecuaria resulta decisiva para la economía cubana, tanto por su incidencia directa e indirecta en el PIB, como por los valores que genera la transportación y comercialización de productos agrícolas frescos o procesados.
Este es un sector demandante que se encadena con diversas ramas de la economía del país e introduce dinamismo por vía de la demanda. Genera energía renovable y no contaminante y da lugar a importantes ventajas económicas, sociales y territoriales. Además, en el sistema agroindustrial cañero se obtienen múltiples derivados con alto valor agregado.
El economista Armando Nova, como otros a lo largo de estos años, ha advertido que en la medida en que la agricultura no proporcione los resultados esperados, dicho encadenamiento puede motivar importantes erogaciones (efecto multiplicador no favorable) que la economía debe asumir para poder suplir las deficiencias de este sector.
Esto es precisamente lo que viene ocurriendo en los años más recientes, y motiva grandes importaciones de alimentos. Hoy el país gasta alrededor de 2 mil millones de dólares con ese propósito. De esta cifra, alrededor del 50 por ciento puede producirse aquí en condiciones competitivas, con lo que ello aportaría para una economía menos vulnerable y dependiente.
En definitiva, el gran desafío está en acabar de poner más alimentos que preguntas sobre la mesa, porque estas últimas no llenan el plato.