Desde enero del año 2002 la base naval que mantiene EE.UU. en el territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo es utilizada como campo de concentración. Con el cínico pretexto de la lucha contra el terrorismo, el Gobierno de ese país ha confinado en ese lugar a personas procedentes de distintas latitudes sin que hayan mediado pruebas o acusaciones de tribunal alguno. Los prisioneros solo han sido sospechosos de haber apoyado a Al Qaeda —organización fundada y dirigida en sus inicios por Osama bin Laden—, o han sido denunciados por otros cuyas declaraciones merecieron jugosas recompensas.
En todo este tiempo hemos sido testigos de múltiples reclamos por el cierre de la enorme prisión, escenario de tratos inhumanos y torturas, los cuales son denominados por las autoridades del penal como «procedimientos operativos estándares».
Entre tales «procedimientos» se encuentran la «técnica del submarino» (consistente en colocar la cabeza del prisionero en un recipiente con agua hasta casi ahogarlo); la confinación en espacios muy reducidos; la exposición al ruido intenso; la luz permanente y las temperaturas extremas; las golpizas al punto de causar fracturas de huesos, y los abusos sexuales, entre otros suplicios.
Es triste constatar cómo los médicos (militares) que trabajan en ese lugar han perdido el derrotero de su profesión al convertirse en cómplices y armas de martirio. Apoyado en una minuciosa investigación, el doctor norteamericano Vicent Lacopino, y el Brigadier General (retirado) Stephen Xenakis, de las Fuerzas Armadas de la nación norteña, criticaron duramente el desempeño de estos galenos. El texto es citado por muchos en el mundo y fue publicado el 26 abril del año 2011 en la revista norteamericana de acceso libre Plos Medicine.
Similar tema fue tratado el 12 de junio del presente año en The New England Journal of Medicine, prestigiosa publicación médica de Estados Unidos. Escrito por los doctores George J. Annas, Sondra S. Crosby y Leonard H. Glantz, del Departamento de Medicina Legal, Bioética y Derechos Humanos de la Universidad Médica de Boston, el artículo hace un llamado a la comunidad médica para condenar y actuar en contra del comportamiento que manifiestan los galenos militares dentro de la «base-presidio».
La reacción de estos expertos también tuvo lugar ante otro vergonzoso pasaje: el actuar médico frente a la huelga de hambre que protagonizan cerca de cien prisioneros en protesta por los maltratos, requisas a sus escasas pertenencias y la profanación del Corán (libro sagrado musulmán).
El jefe de la base ha maniobrado para no transar ante los reclamantes. Para ello ha «medicalizado» la huelga de hambre al tramar que los demandantes son suicidas —para indicar que son enfermos mentales— a los que se les debe salvar la vida.
De esta manera los doctores asignados a la base desfiguran su función para convertirse en medios de tortura que cumplen órdenes de «romper la huelga» mediante la alimentación forzada en personas capacitadas mentalmente. ¿En qué consiste esta ordenanza devenida en tormento? En contra de la voluntad de los prisioneros los médicos hacen pasar traumáticas sondas nasogástricas (tubos de cerca de 60 centímetros de longitud que van desde la nariz hasta el estómago) con el fin de suministrarles alimentos líquidos. El acto se conduce bajo amenazas, el uso desmedido de la fuerza, restricciones físicas severas y otros daños como hemorragias nasales y lesiones en el sistema digestivo.
Alimentar así a una persona competente no es una práctica médica sino un crimen con agravios físicos y psicológicos severos, los cuales niegan principios éticos de la Medicina. Según los autores de la última revista apuntada, es inadmisible que el Ejército use a los médicos en propósitos diferentes de la esencia enmarcada en la profesión: velar por la salud.
En abril de este año la asociación médica americana condenó estos actos, pero es evidente que se imponen acciones de mayor alcance. La realidad de esa cárcel y de la «ética» de sus médicos conforma universos sombríos que contrastan con nuestra humanidad y sentido del respeto por el Hombre.
Hasta el sol de hoy el actual Presidente del Imperio ha sido incapaz de cumplir con su promesa hecha a los dos días de llegar a la Casa Blanca, el 22 de enero del año 2009: cerrar «la cárcel de la vergüenza», la de la Base naval de Guantánamo.
*Doctor en Ciencias Médicas, especialista de segundo grado en Medicina Interna