Con ese apodo nadie lo imaginaría en el agua, no chapoteando como indica la lógica ante el sobrenombre, sino maravillando a incrédulos y fanáticos, volando sobre la piscina para dejar siempre una promesa en el aire, ese halo de esperanzas que solo transmiten los verdaderos campeones. ¿Será el primer pollo acuático de la historia?
Hanser García no necesita presentaciones, al menos hoy en día. Cuando ya la guadaña del tiempo se había encargado de sepultar cualquier sueño cubano de medallas en una alberca internacional, llegó este ex polista villaclareño, con su eterna sonrisa y esas ganas incombustibles de titán sin taquicardia, jurando continuar el legado de Rodolfo Falcón y Neisser Bent. ¿Hasta dónde pensará llegar?
Lo encontré caliente en medio del frente frío que azotó la recién concluida Copa Marcelo Salado, rodeado de amigos y evidentemente deseoso de tragar algunos buches ante el fastidio que le supone estar fuera de su escenario natural.
—¿Por qué te dicen «el Pollo»?
—¡Imagínate tú! (risas). Eso se me quedó desde muchacho, por el pelo. Siempre lo tuve muy rubio, y en mi natal Villa Clara decían que parecía un pollo. Ahora no hay quien me lo quite. Así me llaman con cariño mis amigos.
—Comenzaste de pequeño en el polo acuático, mas de repente te encontramos asombrando a los cinco continentes en otro deporte…
—Lo mío era el polo, y jamás me imaginé llegar a donde estoy. En 2009 militaba en la selección nacional y de repente todo cambió. La historia es larga, pero se puede resumir rápido, como una competencia de 100 metros libres.
«Después de un test de control en el que logré poco más de 53 segundos, mi entrenador me dijo que con ese tiempo podía ser campeón de Cuba. Me tiré una semana después en “la Marcelo” y paré los relojes en 51 y algunas centésimas.
«Después llegaron los Juegos del ALBA, donde hice similar tiempo; pero no fue hasta el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Natación (CCCAN) que di el salto definitivo. Allí cronometré 49,53 en los 100 metros libres».
—Después de tu consagración tras excelentes resultados durante 2011 y 2012, ¿qué expectativas tienes para este 2013?
—Este año ha sido un poco muerto, de escasas competiciones en la mayoría de los deportes. Por suerte, para nosotros no tanto. Tenemos próximamente el Campeonato Mundial de Barcelona, entre el 19 de julio y el 4 de agosto, que repercute y tiene casi la misma importancia de unos Juegos Olímpicos, pues presenta similar fuerza y asisten los mejores exponentes del momento. En España rivalizaré con todos los contrarios que tuve en Londres, salvo algunas excepciones.
«Hasta el momento me mantengo entrenando bastante, con las afectaciones conocidas: el frío, el problema con las piscinas que no tienen calefacción. Sin embargo, seguimos “en pie de guerra”. No podemos parar.
«Próximamente asistiré al circuito europeo Mare Nostrum. Tengo que esforzarme al máximo para repetir mi actuación del año pasado, cuando gané varias medallas. Mi meta más inmediata es mejorar esas preseas, pero la prueba de fuego será en Barcelona.
«El último mundial de curso largo en el que participé fue el de Shangái 2011. Entonces terminé en el puesto 18 del ranking general. Claro, a China no llegué como arribaré a la ciudad catalana. Yo empezaba como quien dice, anclaba en el escaño 140 del ranking, y ahora estoy entre los mejores del mundo. Ostento un séptimo lugar olímpico y otra idéntica posición en el Mundial de curso corto de 2012, celebrado en Estambul.
«Por supuesto que mis sueños y deseos son bien grandes: ganar siempre, mejorar como persona y atleta».
—¿Cómo marcha tu entrenamiento y cómo está enfocado según las deficiencias técnicas que presentas?
—Como todos saben, mi mayor deficiencia está en la vuelta y en la arrancada. En la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento (Esfaar) Marcelo Salado entreno la salida desde un carril que inventamos nosotros, y desde hace rato estoy con un tiempo de reacción estable, acorde con los parámetros internacionales de los mejores del planeta.
«Hay cosas que nos son ajenas y que nos frenan bastante, pero pienso que ya no deben entrar más frentes fríos, para poder entrenar “a full”. Con la temperatura indicada podré recuperar el tiempo perdido, pues he dejado de hacer muchas cosas por las bajas temperaturas. Me refiero principalmente a vueltas y arrancadas».
—Tu segundo tramo es de los mejores del mundo, no así el primero, cuando casi siempre «tocas» último. Después te recuperas mucho y da la impresión que puedes ganar el oro si nadas igual los 50 metros iniciales. ¿Qué me dices de eso?
—No soy tan veloz como piensan. Aguanto mucho el regreso. Es cuestión de táctica. Hay atletas que nadan más rápido que yo, pero no aguantan el tramo a mi paso. Generalmente braceo a mi ritmo, pero como entreno mucho el regreso, se me hace más fácil. Ahí está el quid del asunto.
—¿Y tu técnica? Muchos la cuestionan, sobre todo si la comparan con el estilo de otros nadadores…
—La técnica es una sola, pero cada atleta tiene su estilo. Ese que ven es el mío y no creo que a estas alturas pueda cambiarlo. Puede ser que lo mejore en algunas cosas, que pula algún que otro detalle; le incorpore más al pateo, pero va a ser muy difícil borrarlo, pues a los 24 años ya es prácticamente imposible. Recuerda que empecé a nadar oficialmente en 2009.
«Alcancé el nivel profesional así y así me quedo. Sin embargo, de esa forma hago 24,00 segundos después del giro, así que la técnica no es el problema, sino los detalles, pues lo que se ve muy fácil casi siempre es lo más difícil.
«Por ejemplo, el mismo delfín (movimiento oscilatorio que se realiza bajo el agua) se practica desde niño y yo comencé a familiarizarme con él después de los 20 años. Mas, ya mi reacción en la salida es de 0,6, centésimas, la media actual».
—¿Tienes a Río de Janeiro entre ceja y ceja?
—La meta de todo deportista es la Olimpiada, que a pesar de que casi nunca se gana con los mejores tiempos históricos, es la justa que todos esperan, lo más grande. Ese es mi objetivo, llegar a la cita brasileña de 2016 en óptima forma y darle un alegrón a mi pueblo.
—Según tu perspectiva, ¿qué le falta a la natación cubana para mejorar en el ámbito internacional, y qué distingue a nuestros atletas?
—Cuando empecé a ganar medallas muchos me miraban con cara de asombro, como diciendo: «¿Este tipo de dónde salió?». Era un desconocido sin tiempos de nivel, casi un Don Nadie. Recuerdo que en Canet, durante una de las paradas del circuito Mare Nostrum de 2012, obtuve el oro y eso fue como un cubo de agua fría para todos. Después, cuando clasifiqué a la final olímpica seguían desconcertados, aunque quizá un poco resignados. Pero ya en Estambul, al verme otra vez en una final de primer nivel, comenzaron a saludarme, a reconocerme. Ya no había indeferencias, era uno más de la élite.
«Yo digo que el resultado no lo da la piscina ni la situación. Claro que influye, y mucho, tampoco vamos a exagerar. Pero creo que si el atleta tiene ganas y corazón, llega bien lejos. Los problemas donde más daño hacen es en la cabeza».
—¿Cómo manejas esa fama que te has ganado, el calor de más gente que te quiere, el alboroto de los niños cuando te ven?
—Ya estoy acostumbrado y es bien lindo sentir tanto cariño. He pasado por varias escuelas y me han asaltado más de cien niños, y yo congelado, sin saber qué hacer, pero feliz. Me encanta compartir con los niños, disfrutar con ellos, con el público cubano en general. Siento que la gente me quiere mucho. No se puede pedir más, eso vale más que cualquier medalla.