Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ángela

Autor:

Melissa Cordero Novo

Cuando amanece se recuesta en la butaca, junto a la ventana, y trata de olvidar, pero es difícil. Ángela convierte el recuerdo en mariposas e intenta volar, despegarse del suelo y regresar en las tardes, después de las tormentas. Pero no puede.

Luego procura dormir, pero ella y la almohada no son buenas amigas. Ángela aún sueña con aquella noche y tiene pesadillas y aprieta fuerte los ojos cuando las imágenes de los bandidos aparecen, pero no siempre logra despertar antes. Ellos siguen rondando en su cabeza a pesar del tiempo.

Tenía 13 años cuando el 12 de octubre de 1971, en Boca de Samá, Banes, la madrugada le hizo grietas a su vida. Una cruz gigante se ciñó sobre el caserío de Ángela. Poco más de una década de Revolución habían proporcionado muchas luces a su familia, luces que los enemigos de Cuba intentaron apagar aquella noche.

Ya de madrugada, un poco más tarde, en el hospital, alguien le dijo a su madre: «Dios no ha querido que tu hija muera», y ella, con la impotencia recorriéndole dentro, respondió: «¿Y quiso que perdiera el pie?».

Ángela Pavón fue una de las víctimas del ataque terrorista. Desde dos lanchas artilladas que venían de la Florida salió la bala que le destrozó, de cuajo, uno de sus pies; tuvieron que amputar. Otra niña, Nancy, de 15 años, estuvo entre el resto de los heridos. Dos pobladores no sobrevivieron. Oriente fue, esa vez, el blanco del terror.

Ángela no quiere pensar que pudo morir con 13 años, pero sí que pudo lucir tacones en sus 15 o correr detrás de la guagua para ir a la escuela. Mas sabe que eso no sucederá.

Ángela baja el rostro muy frecuentemente y recuerda. Ya no le hace daño mirar la cicatriz del muñón, y el dolor, a veces, cesa. Pero lo más grave es la rabia, y esa sensación que le sube por el pie y que la impulsa, desde entonces, a caminar.

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