«Documentos que debe presentar para realizar herencias de tierra: escrito de promoción con sello de cinco pesos, certificado de defunción, certificación de matrimonio, certificación de nacimiento, aval de la CCS a que pertenece, aval del presidente de la ANAP...»
No plasmaré aquí el resto de los papeles necesarios para lograr la diligencia mencionada al principio porque casi desbordarían esta página. Ni es menester tampoco señalar el mural exacto en el que fue expuesta esta información.
Traigo este ejemplo para deslizar un asunto que a menudo nos mortifica el paso y nos agujerea el reloj del día a día: los trámites. Y no escribo solo de gestiones agrarias sino de todo aquello que nos haga chocar con papeleos, oficinas, «ires y venires» y todo ese proceso signado por la calma, la calma en quintales… o la sangre helada.
Tal vez algunos de estos encargos no admitan un examen que les acorte la demora, pero habrá que seguir soñando en la era de la agilidad y la prontitud, porque en un proyecto social cuyas esencias reprueban los métodos de la burocracia estos no deberían auparse en ningún escenario.
Hace varios años, en un reconocimiento de esa verdad como montaña, anunciamos con gozo que los pasos en los trámites de la Vivienda se habían reducido de una cifra «cósmica» —para decirlo de algún modo— a un número mucho menor.
Sin embargo, esa movida táctica vinculada a una entidad tan recurrida no se ha traducido todavía, en muchos casos, en una atención expedita y desembarazada de obstáculos. Y más que los «pasos» habría que contar ahora el tiempo.
En múltiples ocasiones, concretar una donación, una ampliación o una división no es una canción… de cuna. Pero, más allá de rimas, puede afirmarse sin miedo que los trámites de cualquier tipo no solo pasan hoy por la tortuosidad de mecanismos establecidos sino también por las prácticas dilatorias entronizadas por algunas personas. Eso torna doblemente complicado el problema.
¿Cuántas veces una gestión se retarda más de lo convencional —que no es poco como regla— porque primó la desinformación por encima de las explicaciones claras? ¿Cuántos tuvieron que acudir, en círculo vicioso, al mismo sitio porque no se les esclareció desde el principio el ciclo del procedimiento y terminaron peloteados?
Días atrás alguien narraba la anécdota en una oficina de la empresa eléctrica. Llegó con el objetivo de hacer un contrato para que colocaran un contador en su nueva morada; le dijeron: «Venga el próximo miércoles a las dos de la tarde» con equis papeles. No obstante, en esa fecha le comunicaron una nueva: «Tiene que hacer una solicitud por escrito, venga el otro miércoles a la misma hora».
Y como este caso hay cientos. La sección Acuse de recibo, de este periódico, expone con frecuencia desaguisados parecidos o peores, que traslucen la necesidad de conseguir la llevada y traída idoneidad en ciertos puestos.
Otra arista inquietante es que la inmensa mayoría de las gestiones solo puede ejecutarse de lunes a viernes en horario laboral, y entonces surge la conocida dicotomía entre el trabajo y la resolución de los problemas, casi todos perentorios. Mas, eso merecería un comentario aparte, con paciencia; porque tiene mucha tela por donde cortar y lo largo casi siempre va antecedido de un buen trámite.