Londres.— Si en alguno de estos días lord Sebastian Coe se cruza en mi camino, me gustaría preguntarle muchas cosas como por ejemplo, por qué no encontramos las acostumbradas neveras de agua en el Centro de Prensa y en las instalaciones, lo que obliga a cargar con un envase plástico vacío —entiéndase pomito— y hacer la cola correspondiente en el bebedero para calmar la sed.
Comprendo que ser la «cabeza» del Comité Organizador de la cita conlleve más presión que correr par de finales olímpicas. El ex fondista ha tenido que responder lo más diplomáticamente posible hasta por los espacios vacíos en los graderíos, como si no fueran suficientes las preocupaciones por garantizar la seguridad y la eficiencia del transporte.
En este último aspecto, el equipo que dirige capeó con cierto éxito la prueba que representaba la ceremonia inaugural, cuando más de 60 mil londinenses se dispusieron a regresar a sus hogares. Y después de cuatro días de competencias este redactor, que menos el taxi y el funicular ha probado todos los sistemas de transporte disponibles en esta ciudad, no ha encontrado más problemas que algún que otro embotellamiento en el centro de la urbe, y eso en horarios específicos. Tal vez he tenido suerte.
Además del metro, nativos y visitantes han podido utilizar los trenes de superficie y los emblemáticos autobuses de dos pisos que tan bien identifican a la capital británica.
Recoge la historia que este tipo de vehículos comenzó a rodar por las calles londinenses en el siglo XIX, pero tuvo un impulso definitivo en 1851, cuando se celebró la Exposición Universal de Hyde Park.
El autobús de dos niveles, todavía tirado por caballos, se concibió como la solución al problema de transporte que ocasionarían las miles de personas que llegarían a la ciudad para la expo, según explicó a una publicación Bob Burd, del Museo del Transporte.
La experiencia trascendió a la irrupción de los vehículos motorizados y se convirtió en un símbolo de Londres junto al Big Ben, la Torre del Puente o las cabinas telefónicas rojas.
Luego bautizado con el nombre de Routemaster, la versión más conocida del autobús circuló entre los años 1959 y 2005. En estos momentos quedan unos pocos, que operan rutas turísticas en el centro de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de los autobuses públicos son una versión actualizada de aquel.
Ahora el alcalde de la ciudad, Boris Johnson, está auspiciando un nuevo diseño inspirado en el Routemaster, y al menos el prototipo ya fue develado a la prensa.