Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los riñones de Hansel

Autor:

Luis Luque Álvarez

Todas las mañanas —narran los Grimm— una bruja malvada acudía a la casa de chocolate en el bosque y le ordenaba a Hansel que sacara el dedo por una hendija. Si había engordado, el niño estaba listo para ser asado con una manzana en la boca y debidamente almorzado.

Esa es la fantasía. La realidad es que también en una zona boscosa, en la frontera entre la provincia serbia de Kosovo y Albania, cientos de jóvenes serbios (se habla de 300) fueron secuestrados por el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) al fragor de los bombardeos de la OTAN en 1999, y llevados a centros de detención, donde eran bien tratados y alimentados con esmero. Como Hansel.

Cuando sus captores ya habían negociado sus riñones, los llevaban a una casa cerca de Tirana, la capital albanesa, les pegaban un tiro, y les extraían los órganos para despacharlos hacia Turquía, donde algún adinerado de los países circundantes pagaba el precio de su salud con la desventura de un cautivo anónimo.

Relatos de este tipo acaban de ser puestos en el tapete por el parlamentario del Consejo de Europa Dick Marty (el mismo de los informes sobre las cárceles secretas de la CIA), quien realizó una exhaustiva investigación que llevó, como el hilo de Ariadna, hacia un sujeto conocido: el «primer ministro» de Kosovo, Hashim Thaçi.

¿Quién ha sido Thaçi, que el tráfico de órganos va a parar a él? Pues el jefe de un importante clan del ELK, la fuerza albanokosovar que hostigó al ejército serbio en esos días turbios en que tanto los albaneses como los serbios de Kosovo escapaban como podían del fuego cruzado, la limpieza étnica y las bombas de la OTAN. El ELK estaba en la lista de organizaciones terroristas que EE.UU. suele redactar, y de pronto, en 1999, ¡zaz!, fue borrado y pasó a ser una especie de «movimiento de liberación nacional».

Según la pesquisa de Marty, quien conversó con aterrados testigos anónimos —muchos más no quisieron ni hablar—, el señor Thaçi y cuatro colaboradores «ejercían un violento control sobre el tráfico de heroína y otros narcóticos», mientras ejecutaban «asesinatos, detenciones, golpizas e interrogatorios». Con este prontuario, sospecho que pasarán muchos años antes de que Thaçi gane el Nobel de la Paz.

Hay varias cuestiones curiosas aquí. Una: que el FBI y el MI6 (el servicio de inteligencia británico) sabían mucho tiempo atrás que el «primer ministro» (va entrecomillado porque, hasta hoy, Kosovo no es un país) estaba en estos trajines. Pero no movieron un dedo, o sea, le aguantaron la pata al cuadrúpedo mientras los «libertadores» blandían el cuchillo. Su amable silencio le hizo un favor a Thaçi todos estos años, chapeándole la maleza hacia el primer puesto.

El otro punto: no es primera vez que se habla del macabro tráfico de órganos manejado por el ELK, pues ya Carla del Ponte, quien fue durante ocho años fiscal para los crímenes en la ex Yugoslavia, había revelado en 2008, en otra investigación, detalles de la «casa-clínica» al norte de Tirana, donde los presos serbios, que imaginaban el destino que les esperaba después de ser tan bien alimentados por sus carceleros, pedían una muerte rápida.

La evidencia recolectada —los rastros de sangre, los restos de medicamentos y los testimonios— fue presentada por Del Ponte en un libro ¡cuando ya no era el dedo acusador en La Haya!, donde sí le dio tiempo para acusar al ex presidente serbio Slobodan Milosevic, muerto extrañamente en prisión. Respecto a los crímenes de la otra parte, de los terroristas albanokosovares, prohijados por la OTAN, no hizo entonces ni jota. Las fuerzas de la ONU en el terreno, dice, le impidieron ir a más en su pesquisa. ¡Pero vamos, Carla…!

¿En qué parará este asunto ahora? Bueno, de momento, Thaçi amenaza con demandar a Dick Marty, hermosa manera de perder el tiempo, pues el suizo posee inmunidad parlamentaria. Y en cuanto al «primer ministro», no creo que el asunto pase a mayores. Hoy por hoy, cuando Kosovo sigue siendo vía de tráfico de drogas y mujeres hacia el occidente europeo, lo que parece importar es que allí no suene un tiro más y que haya «paz». «Con la década de los noventa fue suficiente…».

Rusia pide que se llegue al fondo, pero habrá que ver qué presión efectiva podrá ejercer para que los crímenes se aclaren. Y si se aclaran, tal vez a Thaçi le dé por hablar más que Wikileaks y señalar incómodas complicidades…

A mala hora para él —y para otros— ha sacado Hansel su dedito por el agujero…

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