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ALBA: hacia la integración real

Autor:

Brenda Loyola Peña

El guerrero caminaba despacio entre volutas de humo y polvo. A pesar de lo sufrido en muchos años de lucha, mantenía esa convicción propia de un gigante: de repente lo iluminó un rayo de sol, miró hacia el horizonte y visualizó a un ejército de hombres. Así germinó la esperanza, el paisaje se coloreó y las cortinas desaparecieron. América renacía de sus cenizas como el ave fénix.

Hace seis años exactamente, como alternativa salvadora frente al capitalismo hegemónico, nació en Latinoamérica una propuesta de integración regional real.

Fueron Fidel Castro y Hugo Chávez quienes firmaron en La Habana, en diciembre de 2004, el acta de fundación del entonces emergente bloque económico y sociopolítico, que ha llegado a convertirse en un mecanismo de integración de nuevo tipo, focalizado en la cooperación, en la complementariedad y en la justicia social.

Mientras el fallecido proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) respondía a los intereses del capital trasnacional, y pretendía devorar a América Latina, centrado en la apertura de los mercados de la región y la liberalización absoluta de bienes y servicios e inversiones, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se encargaba de poner énfasis en la lucha contra la exclusión y la pobreza. Se trataba de una unión de otro carácter, que partiría de los nexos Cuba-Venezuela.

No se trata solo de la cooperación en salud y educación. Desde sus inicios, el ALBA promovió asimismo la creación de empresas grannacionales —en oposición al concepto de empresas transnacionales— orientadas a la producción de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades humanas, lo cual rompe definitivamente con la lógica de la reproducción y acumulación del capital. Ejemplo de ello es el intercambio en áreas como la energía, el turismo, las telecomunicaciones, la ciencia, la minería, el transporte, la agricultura, los servicios y la industria alimenticia.

Un paso importante dio la opción integradora con la incorporación, primero, de Bolivia y su idea del Tratado de Comercio de los Pueblos y, después, de Honduras, Nicaragua y Dominica, lo que la extendió al Caribe.

El Banco del ALBA nació como resguardo a las economías de las naciones miembros del mecanismo, y se promovió el lanzamiento de una moneda virtual denominada SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional), a través de la cual fueron realizadas este año las primeras transacciones comerciales con resultados positivos, en un primer paso para romper con la tiranía del dólar en el comercio regional.

Luego llegaría la adhesión de Ecuador, de San Vicente y las Granadinas, y de Antigua y Barbuda.

Misiones de una alta sensibilidad humana como la Manuela Espejo, en Ecuador; la Todos con voz, en Nicaragua, y la Moto Méndez, en Bolivia, orientadas al estudio y atención de las personas discapacitadas, definen la esencia del revolucionario bloque integrador. En el contexto energético, los países miembros han afianzado también sus instituciones y el intercambio en áreas como el petróleo y el gas; la refinación y la petroquímica.

El camino recorrido hasta aquí, no obstante, no ha estado exento de escollos.

El golpe de Estado perpetrado en Honduras en 2009 desgajó a uno de sus miembros, e incluso voces detrás de los golpistas reconocieron que era un porrazo directamente contra el bloque integracionista. No pocos adivinan la mano de la ultraderecha continental en el intento por repetir la historia, el pasado septiembre, en Ecuador, que no fructificó gracias a la firmeza del pueblo ecuatoriano y del presidente Rafael Correa. Sin embargo, el suceso alerta que los peligros no han cesado.

La oligarquía recrudece sus campañas mediáticas contra los gobiernos de Venezuela y Bolivia en un intento por deslegitimar los procesos políticos y las transformaciones sociales y económicas en estas naciones. Y no olvidemos la farisaica reunión denominada «Peligro en los Andes», celebrada en Washington, donde se dieron cita los personajes más oscuros de la derecha estadounidense y de América Latina para lanzar una estrategia de reprobación directa contra naciones que son miembros del mecanismo.

Pero el bien prevalece sobre el mal. La que nació siendo Alternativa ha demostrado su viabilidad y es hoy Alianza integrada por ocho países —en calidad de miembros— y por otros cinco como observadores, y construye, al decir del mandatario, Hugo Chávez, «la Patria Grande latinoamericana y caribeña, del Río Bravo hasta la Patagonia, con los hombres y mujeres unidos»… Para que el guerrero se multiplique en muchas otras manos.

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