Un médico le dice a otro: A este señor hay que operarlo enseguida. Y le preguntan: ¿Qué tiene? —Plata, le responde el cirujano.
El «chiste» me llega mediante el correo digital desde un país vecino, integrando una colección de sombrías miradas humorísticas hacia una realidad con la que a duras penas tratan de lidiar en incontables lugares quienes, carentes de la llave del don dinero, viven rogando a la dislocada fortuna disponer de una inmaculada salud, a falta de garantías para acceder a uno de los más elementales derechos humanos.
Puede que sea hasta en un hospital público, como los que vi en ciertos países pobres visitados, donde a pacientes ya anestesiados les suspendieron las operaciones a las que debían someterse tan pronto se detectó que no podían pagarlas. Por supuesto que la situación es más aguda en clínicas privadas, donde curar y salvar se tarifan, como buen paradigma de las irracionales e inhumanas sociedades regidas por el ultraliberalismo económico, pesadilla que a su vez diseñan aquellos que, desde el lado hostil, conspiran para desmantelar nuestro proyecto social.
Convienen a menudo las referencias «de afuera», retomando por cuenta propia esta acuñada expresión del personaje del popular espacio humorístico televisivo, y su potencial lectura como aguda advertencia. Aunque esta vez para reflexionar, comparar y contrastar, y al final para sacar cuentas, de modo que al divisar algún que otro árbol torcido jamás oscurezcamos la visión de todo el bosque.
Desde hace un tiempo la sensibilidad ciudadana ha venido señalando alguna que otra grieta en uno de los logros más indiscutibles y emblemáticos de nuestro país, lo que comparten también autoridades preocupadas por recuperar niveles de servicio con la calidad y la racionalidad de recursos requeridas.
Creo en la cristalización de ese empeño más temprano que tarde, con firme voluntad y apelación a los valores éticos, porque nada puede ser capaz de borrar de un plumazo la hermosa y ejemplar historia del ejercicio de la medicina revolucionaria cubana, ni mucho menos los episodios de lucha por la vida grabados indeleblemente en el imaginario popular, contados tantas veces con gratitud y reconocimiento por quienes fueron rescatados y sus familiares, en testimonios que llegan a las redacciones en los días que corren.
Nada es perfecto, si acaso potencialmente perfeccionable, y nunca faltan humanos descuidos y cotas de insensibilidad, que se manifiestan en quienes actúan como depredadores de oportunidad de los medios que el Estado, con todas sus limitaciones materiales, ha puesto a disposición de las instituciones asistenciales. Y mientras se enfrentan tales conductas con la energía requerida, no se debe divisar solo manchas, cuando hay mucha más luz.
Sacar cuentas implica hacer balance para establecer un saldo, contrastar, apuntar las fallas para acorralarlas y enaltecer lo grandioso para que prevalezca la solidaridad humana, ejercer la racionalidad juiciosa con espíritu de justicia.