Dos meses después de acudir a las urnas, el pueblo afgano sigue sin presidente. La Comisión de Quejas Electorales (CQE) nombrada por la ONU culminó la revisión del 10 por ciento de los votos sospechosos de fraude y, al parecer, el mandatario saliente —con ganas de quedarse—, perdió la mayoría absoluta. A juzgar por los hechos, y a pesar de los resultados, el candidato de Washington se resiste a medirse en una segunda vuelta. Insiste en que fue el vencedor absoluto; mientras, la estabilidad política del país se tambalea.
Los primeros resultados, publicados tras un larguísimo recuento, daban a Karzai el 55 por ciento del escrutinio frente al 28 por ciento de su principal rival, el ex canciller Abdullah Abdullah. Con ello, Karzai evitaba cómodamente la segunda vuelta y mantenía el gobierno títere que encabeza desde 2004. Sin embargo, las miles de denuncias de fraude llevaron a un segundo recuento y, con la certeza de irregularidades, miles de papeletas fueron invalidadas. Especialistas apuntan que, tras el trabajo de la CQE, el presidente saliente solo habría logrado un 48 por ciento de los votos para la reelección.
Ahora, la Comisión Electoral Independiente, nombrada por el propio Karzai, y que fuera la encargada de organizar las elecciones del 20 de agosto pasado, recibirá los datos de la CQE para hacer públicos los resultados finales. Sin embargo, varios medios de prensa coinciden en que ambas instancias se encontraban en una tensa negociación, porque la afín al mandatario rechaza la «metodología» de la regida por la ONU. No queda en limpio si es que no están de acuerdo con la anulación de los votos fraudulentos, pero… claro, es que la mayoría de estos eran favorables a ¡Hamid Karzai!
Tras bambalinas, y con la presencia en Kabul del ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, y del senador estadounidense John Kerry, quien preside el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara Alta, se busca llegar a un acuerdo para formar un gobierno de coalición que incluya a Abdullah Abdullah. Este fue el segundo candidato más votado y el hombre con quien tendría que enfrentarse Karzai, quien representa la ocupación extranjera, en la temida segunda vuelta.
Pocos apuestan a la posibilidad de un acuerdo, aunque en una nación en guerra todo podría ser posible. Ante la intransigencia, los aliados internacionales del mandatario, incluida la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, se comunicaron telefónicamente, en un intento por terminar con la tensa situación política.
En medio del caos y según la BBC, la Casa Blanca anunció que no enviará más tropas a Afganistán hasta que se determine si el nuevo gobierno de ese país es un «verdadero socio». No es difícil predecir que Washington apretará la soga hasta que todo salga conforme a sus intereses estratégicos, en juego allí donde su honor puede salir mancillado como en Vietnam.
El descrédito crece y los afganos, que sufrieron la violencia previa y postelectoral, temen que el culebrón continúe alargando su tragedia diaria. Afuera, la ocupación encabezada por EE.UU., y la guerra, marcan la vida y la muerte en esa nación centroasiática. El final de esta entrega que incluye horror y misterio, todavía demora.