Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un Fondo con fondos; una crisis sin fondo

Autor:

Juana Carrasco Martín
Una confesión del director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, echa por tierra algunas visiones optimistas que ciertos expertos y políticos dan a algunos medios del país origen del actual aprieto económico: «Tenemos todavía meses de presiones económicas frente a nosotros», la crisis económica global «está lejos de terminar».

Y los datos están a la mano: el FMI indica que la economía mundial se contraerá 1,3 por ciento en el año 2009 y solo en 2010, gradualmente, comenzará la recuperación con un crecimiento de 1,9 por ciento, indiscutiblemente bien modesto.

Solución prevista: mejorar la capacidad usurera del Fondo, al que una reciente reunión del G-20 —los países más ricos e industrializados y los emergentes que aspiran a integrar esa élite— acordaron entregarle un billón de dólares para sus actividades prestamistas.

La historieta del genial caricaturista argentino Quino que acompaña este trabajo provee una excelente explicación de la realidad.

Un reporte del Departamento del Trabajo de Estados Unidos, fijó en 6,1 millones de norteamericanos la cifra de quienes están recibiendo el seguro por desempleo, un nivel récord, luego que 93 000 personas engrosaron las filas de los parados en la última semana, y fue especialmente onerosa en los estados de Florida, Pennsylvania, California, Wisconsin y Nueva York.

Otra noticia del día deja un mayor sabor amargo para los estadounidenses: el símbolo de la prosperidad imperial, la General Motors Corporation, aquella de «lo que es bueno para GM es bueno para Estados Unidos», traerá nuevos sufrimientos porque durante nueve semanas a mediados de este año 2009, cerrará la mayoría de sus fábricas de automóviles, porque las existencias no tienen venta y hasta se habla de una amenazadora y pronta bancarrota. Silencio en las líneas de ensamblaje, el verano no será nada feliz.

Por lo pronto, el portavoz de GM, Chris Lee, pensó y actuó acorde con el proverbio: «en boca cerrada no entran moscas», ni admitió, ni negó las versiones provenientes de varias fuentes, aunque sí apuntó que la empresa siempre notifica anticipadamente a sus empleados cualquier recorte de la producción, es decir, les entrega a tiempo la cesantía o, en este caso, los apretones de más de dos meses sin trabajo y sin sueldo, como es natural.

Sin embargo, General Motors recibió 13 400 millones de dólares en financiamiento gubernamental y esta reestructuración que dejará a miles sin trabajo corresponde a las medidas para garantizar su «eficiencia», léase «nada de pérdidas, siempre ganancias».

Si esto ocurre en la nación más rica y solvente del planeta, ¿qué dejar para los demás, especialmente para aquellos con mayor dependencia del vecino poderoso? La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) trae peores augurios a América Central y República Dominicana, por ejemplo, donde afirman que el desempleo y la pobreza aumentarán de forma significativa como efectos de la depresión global parida en Estados Unidos.

La agencia IPS cita a Jorge Máttar, director para esa área del organismo regional, cuando habla no solo de «incertidumbre», sino que está convencido de que este año será «muy negativo». Y entre las vías de «contaminación» para que casi sea una tuberculosis en la zona la gripe que padecen en EE.UU., refiere que «los países más impactados por la crisis serían aquellos que han reducido sus ingresos vía remesas».

Es obvio: si los inmigrantes están entre los más afectados por las pérdidas de empleo, podrán enviar una ayuda mucho menor a sus familiares, y a la vez, el menor consumo dentro de Estados Unidos afectará las exportaciones de los países de la región, que tienen allá su principal «socio» y mercado.

Este fin de semana, en Washington, donde si no, se reunirán el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para discutir los terribles dilemas de la situación económica planetaria. Al final, no les quepa la menor duda, ya sean los trabajadores estadounidenses, los europeos, o los más vulnerables de los países pobres, pagarán por esta crisis que todavía no toca fondo.

Son el eslabón más débil de una cadena donde, para proteger utilidades, las empresas siempre reducen nóminas.

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