Aunque triste es saber que algunos cubanos y cubanas, una minoría, pero una minoría que al existir duele, son incapaces de entender de qué se trata. Quizá, la única manera en que logren entender los valores que sustentan lo aquí alcanzado es viviendo en esa sociedad primer mundista de consumo que tanto ansían. Para la gran mayoría de ellas y ellos sus sueños, sus fantasías —porque nada más que fantasías son—, pronto se reducirían a polvo al chocar esa nueva vida en esa ansiada sociedad de consumo con aquella realidad. Muy diferente a la que ellas y ellos —ingenuos cubanas y cubanos— aquí suponen que aquella es.
Tristes ellas y ellos que así ansían ya que no pueden realmente disfrutar lo que aquí, entre tantas vicisitudes, se ha logrado. ¿Saben ustedes qué es vivir aquí, en estos tiempos, siendo parte de este pueblo, sin poder entender, disfrutar, lo que a través de su historia lo hizo posible y lo que lo sostiene? ¿Vivir en el año 50 de esta gloriosa aventura que ha sido la Revolución de las cubanas y cubanos y no poderla sentir, no poderla olfatear ni saborear? Más bien, ellos y ellas, todo esto ignoran; en verdad no es que lo ignoren, es que no les interesa. Triste, muy triste.
La gran mayoría de los cubanos y cubanas, a pesar de que muchos de ellos no se hayan planteado entender su realidad a través de un riguroso proceso analítico, saben, porque lo intuyen, porque lo viven, qué es lo que entre todos aquí se ha podido lograr.
Y es precisamente en el transcurso de este año 50 de esta gloriosa aventura revolucionaria cuando más definitorio es el contraste entre este sistema socialista que aquí, contra viento y marea se construye, y los otros, el sistema capitalista metropolitano y los de sus estados clientes, que en estos tiempos, aquellos sistemas de las sociedades de consumo, sufren de uno de esos ciclos espantosos (que ya —nos habían asegurado— no volverían a ocurrir) que no parecen tener fondo, mientras las vidas de millones de seres humanos se perderán en constante agonía, sin esperanza ni seguridad alguna.
Crisis económica y financiera del vivir diario que a todos allá afecta cada vez más, teniendo cada vez menos, cuando todo cuesta más, para pagar la casa, las deudas, la comida, la ropa de los niños, el carro, la gasolina, el médico y las medicinas... En donde la alternativa de no poder pagar todo eso es la calle —la indigencia— y el hambre de verdad. Lo que es como uno de esos huecos negros que hay a través del universo, y que por este hueco negro se perderán en terribles sufrimientos, sin seguridad ni esperanza algunas, las vidas de inútiles sacrificios de millones de seres humanos.
¿Que exagero?
Vayamos a las primeras planas del The New York Times, de los últimos dos días, y leamos los artículos principales en ellas aparecidos, como reflejo general de los síntomas más terribles de esa crisis económica y financiera que ese diario decide publicar. Ayer era un artículo sobre la pérdida de 8 900 millones de dólares durante los últimos cuatro meses por el consorcio bancario Wacovia, uno de los más grandes de EE.UU.
Hoy eran artículos sobre las pérdidas, también durante los últimos cuatro meses, de 8 700 millones de dólares por parte de la corporación automovilística Ford, uno de los gigantes de la industria norteamericana. Se prevé que este año la venta de vehículos en Estados Unidos descenderá en un 12 por ciento comparado con el 2007.
Mientras que ese diario señala asimismo que en Europa el consorcio automovilístico Renault anunciaba que reduciría en 7 000 trabajadores su fuerza laboral, más del 15 por ciento de la misma, compuesta por 47 000 trabajadores, porque no venderá suficientes automóviles este año. Las corporaciones Peugeot, Citroen, Volkswagen y Volvo también anunciaron eventuales y prontos despidos de miles de sus trabajadores debido a la crisis existente.
En Cuba hoy, después de celebrar con gusto y orgullo el aniversario 55 del Asalto al Cuartel Moncada, no hay despidos masivos, al contrario, se está alentando el multiempleo por las necesidades que hay de trabajadores dado el continuo incremento de su economía. Aunque las autoridades, que aquí al bienestar del pueblo se deben, se preparan para afrontar las consecuencias que las crisis de esas sociedades primermundistas de consumo —con las que sueñan y fantasean esos ilusos cubanos y cubanas de los que hablé— tienen y tendrán en la realidad económica de esta Isla.