Zapatero saluda, exultante por la victoria. Foto: Reuters Se cumplió el pronóstico: el presidente del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, tendrá otra estancia de cuatro años en La Moncloa (sede del Ejecutivo). Y su rival, Mariano Rajoy, del Partido Popular, volverá como jefe de la oposición, aunque nadie apuesta un euro a que lo será durante cuatro años...
Vayamos primero a las cifras, y después habrá espacio para los matices. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) alcanzó 169 escaños en el Congreso de los Diputados (Cámara Baja), cinco más que en 2004. El PP, en tanto, también ganó cinco más, y se ubica en 153. Para gobernar cómodamente, se necesita una mayoría absoluta de 176 asientos (el Parlamento cuenta con 350), por lo que los socialistas deben buscar apoyos en otros partidos menores, en lo fundamental nacionalistas de Cataluña y el País Vasco.
Curiosamente los dos grandes partidos han subido sus marcadores a costa de la pérdida de votos de las fuerzas políticas más pequeñas, en un movimiento que va reforzando el bipartidismo. Izquierda Unida, por ejemplo, bajó de cinco a dos diputados (su coordinador general, Gaspar Llamazares, ya presentó su dimisión), y la independentista Esquerra Republicana de Catalunya perdió cinco de sus ocho escaños. Incluso el Partido Nacionalista Vasco (PNV) vio disminuir su presencia de siete a seis asientos ante el empuje de los socialistas vascos.
Solo una formación, la catalana Convergencia i Unió, incrementó en uno (hasta 11) el número de sus diputados. Y claro, su líder, Josep A. Durán, sabe muy bien lo crucial que puede ser su respaldo para, primeramente, efectuar la investidura de Zapatero, y en segundo lugar, hacerle llevadera la gestión de sus próximos cuatro años. Por eso, no se ahorra críticas al gobierno socialista por su «mala gestión» y sus «incumplimientos», mientras espera «sin prisas» que alguien toque a la puerta...
Al noroeste de Cataluña, en el País Vasco, también los jefes del PNV están enterados de que su apoyo cuenta... pero tiene un precio. Iñigo Urkullu, líder de ese partido, al felicitar a Zapatero, le expresó que «esta es una oportunidad histórica para la solución definitiva del problema vasco». Solución que vendría de un referéndum de autodeterminación propuesto por el presidente autonómico, Juan José Ibarretxe, a quien el jefe del gobierno español ya alertó de que «nadie puede hacer una consulta (en las urnas) si no tiene atribuidas las competencias legales».
Precisamente este hipotético referéndum, que Ibarretxe quiere realizar en octubre, es una incógnita en cuanto a cómo piensa Madrid detenerlo. Por las armas y un despliegue policial de grandes magnitudes, no parece. Por tanto, del mayor o menor consenso que se genere entre el PNV y el PSOE dependerá el rumbo que tome el tema vasco, en el que, por desgracia, la sordera y el encastillamiento han derivado no pocas veces en violencia. No hace falta más de esta salsa...
Volviendo a La Moncloa, su inquilino ha anunciado que tendrá por prioridades el impulso a la economía, el empleo, y las políticas sociales. Sin embargo, lo ronda el fantasma de la desaceleración económica, por lo que el optimismo de las cifras comenzará a decaer más temprano que tarde.
¿Mala gestión del PSOE acaso? No tanto. ¡Lo mismo pasaría con el PP al mando! La economía española no es ajena al alza de los combustibles y los alimentos, y exhibe también su propia burbuja inmobiliaria (es uno de los países europeos en que más se construye, aunque tiene más de tres millones de viviendas vacías, según datos de 2005, y sus precios están fuera de la órbita terrestre). Un frenazo en el sector arrasaría con decenas de miles de empleos, con sus efectos añadidos. Zapatero estará sacando cuentas...
Ah, ¡y casi olvidábamos a Rajoy! El hombre va por segunda vez a la oposición con el autoconsuelo de que «hemos tenido más votos que nunca». Cierto, aunque insuficientes. Incluso el diario conservador El Mundo pregunta: «¿Es (Rajoy) el líder que necesita el PP para derrotar a Zapatero en 2012? (...) El escaso entusiasmo que mostró al dirigirse a sus seguidores (cuando apareció para admitir la derrota) alienta las especulaciones».
La descalificación como arma política, y el estar constantemente prendiendo fuegos, le han pasado la cuenta. No se irá ahora mismo, para guardar las formas, pero difícilmente el merengue aguante cuatro años a la puerta del colegio. Quien lo releve, deberá aprender la lección.
Aquí me callo. Los políticos comienzan a estudiar alianzas...