Eso me pareció cuando visité por primera vez hace algunos días un Sylvain, del capitalino municipio de Playa. Eran las 11:00 de la mañana y la puerta, en la que se podía leer: «8:00 a.m.-8:00 p.m», permanecía cerrada. «¿Será que la hora 11 no está comprendida en ese lapso?», pensé.
Y para esclarecerme, le pregunté a una señora que esperaba ansiosa con su sobrinito. «Chico, ellos me dijeron que abrirían dentro de diez minutos, y de eso ya hace media hora». Con tal respuesta, que me confundió aún más, consideré que tal vez aguardando otros diez minutos se podría zanjar la cuestión. Así lo hice.
El reloj estomacal del niño, que por cierto era residente en el extranjero, marcó la hora exacta de protestar. Y ante los comentarios indignados de la tía, dijo el pequeño: «seguro que ahí dentro no está el director, porque si estuviera, abriría. ¿Tú no ves que se queda sin cobrar...?». «No, mi’jito, aquí si abre o no abre, atienda o no atienda, cobra lo mismo», respondió ella a la par que salía a quejarse para el fondo del local.
Luego de varias explicaciones de una calmosa empleada, la mujer llegó hasta la oficina donde se encontraba el director. «Compañera, estamos reunidos», dijo tranquilamente el ejecutivo. «Sí, y nosotros los clientes esperando. ¿Por qué usted no envía alguna de sus trabajadoras y nos despacha?», ripostó ella.
Segundos después, como en los cuentos de hadas, todos fueron, aparentemente, felices. Los usuarios compraron y la reunión siguió su curso.
Sin embargo, como no soy muy ducho en Física, se me quedaron algunas dudas rondando. ¿Acaso dentro de la entidad y de la reunión no transcurrían los minutos? ¿Cuánto más se hubiera dilatado el síndrome de puerta cerrada si la ira de la mujer no se desata? Por otra parte, ¿pueden las horas laborales contraerse para efectuar una reunión?
¿Hasta dónde debe estirarse la paciencia de los clientes cuando son desatendidos? ¿Cómo la indolencia —presuntamente destinada a sobrevivir segundos en un proceso revolucionario— puede perpetuarse días, meses, años? ¿Llegará el tiempo de que no nos pierdan el tiempo?
Sospecho que en el preuniversitario no entendí bien la Teoría de la Relatividad. O que el viejo Einstein cambiaría su tesis si se propusiera comer un pastelito en este Sylvain cubano.