Hay más de un producto o un servicio básico escaseando en Iraq, pero resulta que entre los más buscados, vendidos y comprados están las armas. Para luchar, para atacar, para defenderse... El negocio florece tanto como se extiende el caos y la letal violencia.
Recientemente, el diario The New York Times abordaba ese mercadeo, que se hace al aire libre y en cualquier ciudad o poblado del país. Tras el lucrativo negocio otros males asoman, incluida la corrupción. Por ejemplo, Estados Unidos ha enviado para armar a la policía y al ejército iraquí decenas de miles de pistolas nueve milímetros Glock 19 o la Walter P99, y esas son dos de las piezas más fáciles de conseguir entre las armas cortas y de infantería, pues llegan al mercado robadas de los arsenales o vendidas por los nuevos uniformados.
Sin embargo, estos productos están adquiriendo cada día mayores precios. Un fusil de combate Kalashnikov, otro preferido, se vendía el pasado año en 450 dólares, ahora el comprador debe pagar 650 dólares y el precio va en aumento en Bagdad. Cuando se produjo la invasión, en 2003, el precio del AK fluctuaba entre 75 y 150 dólares.
Y es que este fusil es el preferido entre todos. Si es original de fabricación soviética —fíjense que digo soviética y no rusa— cuesta mucho más que si procede de las industrias iraquí, norcoreana o china; y, afirma el reportaje, si el modelo es igual al compacto que exhibe Osama bin Laden en una fotografía, entonces se «dispara» hasta los dos mil dólares. Se asegura que este es para «coleccionistas».
No faltan tampoco en los morrales de los abastecedores los lanzagranadas utilizados profusamente por una resistencia que, reconózcanlo o no, está en crecimiento para golpear al invasor, tal y como, lamentablemente, también aumentan los enfrentamientos interconfesionales y étnicos.
Según el diario neoyorquino no solo en calles medio escondidas pueden encontrarse la mercancía, también en casas de té, o en trastiendas de ventas de alimentos, cosméticos o alfombras. Usted hace la solicitud de hasta diez armas y en dos horas las tiene en sus manos, si son más de cien debe esperar hasta el otro día. El camino anterior es así: de los arsenales de Estados Unidos a los del ejército iraquí y de estos a los traficantes.
Por supuesto hablan de la clientela: contratistas de seguridad occidentales, grupos insurgentes sunnitas, unidades de milicias chiitas y también la delincuencia. Como es de suponer hay quienes no encajan en ninguna de estas categorías, pero también compran armas: los iraquíes temerosos de sus vidas con vistas a su autodefensa. La noria da una y otra vuelta, unos temen a los otros y los otros a aquellos.
Se me antoja que la sociedad iraquí se está pareciendo en este sentido a la estadounidense, también temerosa y armada hasta los dientes. Y así sigue el negocio allá y acullá para regodeo de los traficantes de este bazar árabe, y no precisamente de alfombras, perfumes o especies exóticas...