La esperanza —recuerda la sabiduría popular— es lo último que se pierde. Otros, más hilarantes, dicen que «era verde, y un chivo se la comió». No obstante, siempre es bueno advertir atisbos de mejores tiempos, y estos también asoman en el horizonte de Irlanda del Norte.
Aunque, según palabras del ministro de Londres para la hasta hoy provincia británica, Peter Hain, en el Ulster «nunca se sabe». En cualquier momento puede aparecer el herbívoro de marras.
El pasado 13 de octubre, en la localidad escocesa de St. Andrews, los gobiernos británico e irlandés saludaron un acuerdo entre las fuerzas políticas de Irlanda del Norte, de cara a reconformar un Ejecutivo que represente a las comunidades nacionalista-católica (partidaria de la integración natural del Ulster en la República de Irlanda) y unionista-protestante (partidaria de su actual estatus dentro de Gran Bretaña).
Según el pacto, la Asamblea de poderes compartidos elegirá el 24 de noviembre un nuevo ministro principal para la provincia —presumiblemente el reverendo protestante Ian Paisley, jefe del Partido Democrático Unionista— y un vicepremier, quizá Martin MacGuinness, número dos de la formación independentista Sinn Fein.
A continuación, en marzo, los norirlandeses se expresarán en las urnas sobre el Acuerdo, y el 26 de ese mismo mes, Gran Bretaña devolverá a esa región la autonomía que le suspendió, luego de que en 2002 estallara un supuesto caso de espionaje contra los unionistas, que hasta el presente guarda cierto tufo de engañifa londinense.
Volviendo al texto de St. Andrews, este expresa que «el desarme del IRA —el grupo armado independentista— ha proveído las bases para este acuerdo» —aun cuando ciertos grupos terroristas pro-británicos siguen haciendo de las suyas—, y añade: «Está claro que todas las partes desean apoyar a la policía y el imperio de la ley. Esperamos que aprovechen esta oportunidad para llevar el proceso político en Irlanda del Norte a su término y establecer un gobierno de poderes compartidos para el beneficio de todos».
Palabras que portan esperanza. Aunque las inconformidades no desaparecen de un ¡zaz! Para los republicanos, la aceptación de la autoridad de la policía local —Police Service of Northern Ireland (PSNI)— es un punto sobre el que se realizarán todavía consultas internas. Para muchos, este cuerpo —de mayoría pro-británica— es solo la continuación del extinto Royal Ulster Constabulary (RUC), la fuerza que patrulló las calles norirlandesas entre 1922 y 2001, y que se implicó en numerosos crímenes y torturas contra los independentistas.
No obstante, el Sinn Fein no ha cerrado ninguna puerta. Simplemente hace un alto para debatir y tomar una decisión congruente. Esperemos que las injusticias del pasado no pesen más que la paz del futuro, ni le echen sombras.
Y claro, del otro lado de la cuerda, Paisley, se agarra a cualquier clavo ardiente: si el Sinn Fein no reconoce al PSNI, pues «nananina jabón Candado». De hecho, ya el anciano político hizo su primera «travesura», al no acudir el 17 de octubre a la primera reunión del Comité para el Nuevo Programa de Gobierno, concebida para acordar las prioridades del Ejecutivo que habrá de formarse.
Definitivamente, a veces es titánico tratar de convencer al chivo para que se aleje...