El Movimiento de Países No Alineados vivió en La Habana su «relanzamiento»; «el comienzo de una nueva etapa», al decir del canciller cubano Felipe Pérez Roque. Fue en medio de un «clima de unidad y cohesión sin precedentes», y deberá significar un «mayor protagonismo del Movimiento en la esfera internacional», agregó el joven político.
Felipe, como le decimos cariñosamente sus coterráneos, hizo el pronóstico este sábado, en un encuentro vespertino con la prensa. Fue antes de que en el Palacio de las Convenciones, a unos cinco kilómetros de donde estaba (en el Centro Internacional de Prensa) se iniciara la última ronda de discursos de los cabezas de misiones de la XIV Cumbre del MNOAL.
Faltaban por intervenir casi 40 de los 84 jefes de Estado, Gobierno o delegaciones que pidieron la palabra para discursar en el plenario. Pero el cercano colaborador del Comandante en Jefe Fidel Castro basó sus argumentos en el consenso alcanzado la noche del viernes por los cancilleres del Movimiento.
Con la sugerencia de que los aprobaran tal cual, y sin que previeran discusiones de última hora entre los jerarcas, los 90 ministros de Relaciones Exteriores y otros negociadores pusieron en manos de sus jefes cinco documentos claves que regirán hacia el futuro la acción del MNOAL.
Para algunos profesionales de los medios, como el redactor de este texto, la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados será un hito en la historia y el desarrollo de las relaciones internacionales hacia el futuro mediato, a la vuelta de unos poquísimos años.
Para otros, como un colega europeo que compartió con este redactor las aulas de la Universidad de La Habana, puede ser otro esfuerzo donde la buena voluntad sobre; los discursos brillantes abunden; las iniciativas audaces colmen decenas de cuartillas, pero al final, en un mundo de tantas barahúndas, retrancas, presiones, chantajes, agresiones, crisis... pueden ser solo un bonito recuerdo como ese de La Habana quedando abajo, cada vez más lejos de las alas de los aviones ejecutivos que regresan a los mandantes a sus urgidos, maltratados y pobres países.
Parecen dos visiones antagónicas, sin embargo, son puntos de vistas complementarios; más aún, la cola y la cabeza de una nueva fuerza que debería definir el curso futuro de la historia o, al menos, amortiguar el rumbo apocalíptico al que parece predestinada.
El relanzamiento del MNOAL tiene, en el criterio de este redactor, tres pilares que difícilmente dejen torcer el camino. Más aún, no deben dar espacio a otra alternativa que no sea «el comienzo» de esa «nueva etapa» en las relaciones internacionales que auguró el Canciller isleño.
El pilar primero está en la voluntad política explicitada por la mayoría de los líderes reunidos en la capital cubana. Y el segundo cimiento se levanta sobre las circunstancias históricas del mundo actual.
O al revés: las circunstancias históricas de hoy han desembocado en la necesidad de cambio que han asumido y hecho públicas en La Habana la mayoría de los 57 jefes de Estado o Gobierno y otros responsables de delegaciones presentes en la cita.
Las circunstancias históricas han parido, también, nuevos líderes revolucionarios —como algunos de los que están aquí en La Habana— o impiden a otros, menos radicales, dar la espalda a lo que exigen sus pueblos o lo que impone la realidad, si no se quiere ser presa de ella.
El MNOAL intentó en sus primeros tiempos, más que como una tercera alternativa, constituirse en un puente de equilibrio del mundo bipolar que inauguró la Segunda Guerra Mundial.
Muerto el llamado socialismo real, se explayó la era unipolar, sin embargo, en menos de 15 años; el maltrecho barco ha hecho aguas y si se le deja solo, todo el mundo se irá a pique con él.
El derrumbe del socialismo europeo y la destrucción de la URSS; la instauración casi universal del neoliberalismo y el llamado «fin de la historia»; la entrada a la era de la globalización; y la militarización y beligerancia de las sociedades imperiales, encabezadas por EE.UU., lanzaron al mundo en las últimas dos décadas, a un atolladero.
Las políticas imperiales empujaron a un callejón sin salida —todavía más— a las depauperadas sociedades del Sur, acorralaron en el más oscura rincón de la diplomacia las relaciones políticas internacionales, y continuaron agudizando el profundo abismo económico, social y humanitario en que se han despeñado miles de millones de personas.
La revitalización del Movimiento No Alineado, su rol protagónico en la configuración de un nuevo orden mundial —económico, político, social, cultural— no es una alternativa para las mayorías excluidas, la posibilidad de hacer sentir su voz: es una urgencia tanto para el Sur como para el Norte, si es que el hombre desea continuar habitando este planeta.
En las circunstancias históricas actuales, el Movimiento No Alineado es fiel y contrapeso en la balanza de la vida. Sus líderes tienen la responsabilidad de concretarlo, y la voluntad política es el comienzo de todo.
El tercer pilar en el relanzamiento del MNOAL descansa en un liderazgo capaz de articular voluntades, coordinar esfuerzos, entusiasmar corazones y movilizar políticas. El papel de Fidel, ese titán de la política internacional durante la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI, será fundamental en la posibilidad infinita del Movimiento.
Al trabajo de Sudáfrica primero, y Malasia después, por rearmar el MNOAL y entregarlo en La Habana rejuvenecido y vigoroso, como han declarado decenas de mandatarios, de seguro se agregará ahora un período fecundo y optimista.
Voluntad, circunstancias, y liderazgo. No estamos ante una oportunidad histórica. Estamos obligados por la Historia. Y de esa nadie escapa.